Francisco José Virtuoso

Tuve la oportunidad de participar en el Foro de Rectores convocado en el marco de la VII Cumbre de las Américas, celebrado en Panamá, entre los días 9 y 10 de abril. La reunión convocó a unos 480 rectores de universidades de todo el continente americano para debatir los retos y problemas de la educación universitaria en esta región.

Me llamó la atención la coincidencia en torno a tres grandes retos que la universidad debe afrontar: en primer lugar, la cooperación regional para hacer posible la movilidad académica interuniversitaria a lo largo y ancho de las Américas; en segundo lugar, la actualización de las capacidades tecnológicas de manera permanente y, en tercer lugar, la apuesta por el desarrollo económico sostenible y con equidad en América Latina y el Caribe.

Con respecto al primer desafío, es prioritario instituir un proceso de acreditación académica y un marco normativo global que establezcan los términos de intercambio académico entre estudiantes, docentes e investigadores. Con respecto al desafío tecnológico, se requiere una cooperación muy estrecha entre las empresas, los Estados y las propias universidades, para lo cual es necesario una clara conciencia nacional y regional de la necesidad permanente de innovación tecnológica como palanca para el desarrollo. Y, finalmente, es ineludible que en nuestros países se asuma el lugar preponderante que las universidades pueden jugar para impulsar el desarrollo sostenible y con equidad, propiciando la utilización de energías limpias para promover el crecimiento económico, la innovación científica y tecnológica, y la capacitación de las personas para el trabajo digno y productivo.

En el caso especial de América Latina y el Caribe, los estudios de la Cepal nos sirvieron para enmarcar estos desafíos desde nuestras deficiencias específicas. Según estos estudios, un joven de 15 años en América Latina y el Caribe tiene un desempeño (medido por la prueba PISA 2012) muy inferior al de un joven de esa misma edad en los países desarrollados. También se señala que el gasto público en educación en nuestra subregión es relativamente bajo (18% del PIB) frente a la media de los países desarrollados comparados. Tampoco existe en la región una política coherente de cooperación entre el sector público y privado al financiamiento del proceso educativo en su conjunto, lo que genera profundas distorsiones en las oportunidades de acceso a la educación.

Nuestro reto fundamental es, entonces, garantizar la calidad del sistema educativo en su conjunto. La universidad podrá desempeñar un rol fundamental, siempre y cuando se considere como el punto de llegada de un proceso educativo que asegure el desarrollo de las capacidades de los niños y jóvenes de nuestras sociedades.

Dada la importancia del proceso educativo y de las universidades para el desarrollo sostenible y con equidad en toda la región, resultó frustrante que en la cumbre de presidentes que se realizó los días siguientes a este foro no se estableciera un acuerdo marco para impulsar lo que parece ser una necesidad sentida en toda la región. La agenda política ocupó el interés principal.

Publicado en el diario El Universal el 15 de abril de 2015