Manuel Llorens

El 28 de marzo falleció Carlos Pacheco, crítico literario, miembro de la Academia Venezolana de la Lengua, profesor universitario. Dejó un importante legado investigativo y de amistad. Comento solo una esquina de su obra para ilustrar las curiosas maneras en que el trabajo deja semillas regadas en el tiempo y a distancia.

Yoani Sánchez, conocida bloguera, disidente del régimen cubano, estudió filología en La Habana. Decidió hacer su tesis sobre la figura del caudillo en la literatura latinoamericana. Se sirvió de la  obra de Pacheco Narrativa de la dictadura y crítica literaria[1] y quiso que este fuese su tutor. Intercambiaron correos electrónicos. En todo caso, el estudio que hizo el investigador venezolano sobre la aparición del dictador en la historia y las letras de la región le sirvió de anclaje a una joven inquieta intentando pensar y trascender sus circunstancias.

Los académicos-comisarios de turno se preocuparon y ofendieron. La descripción de lo que constituye un tirano les espantó, probablemente era demasiado cercana a su propia realidad. La acusaron de escribirlo tomando ron del malo. El jurado argumentó fallas metodológicas. Jamás confesaron rechazarla por defender ideas contrarias a las suyas. Escondieron, como suele suceder, su poder detrás de argumentaciones formales.

“Fue algo dramático”, confesó Sánchez en una entrevista[2].

Terminé con cuatro puntos de cinco y mi diploma en la mano, diciéndoles: «Ustedes me han dado la gran lección profesional de mi vida; ya no quiero ser filóloga porque no quiero ser como ninguno de ustedes».

Guardo esa anécdota como ejemplo de las claridades y sombras que puede engendrar la academia. Por un lado, el patetismo de evaluadores que esconden su servilismo y pobreza de espíritu detrás de la argumentación informada; por el otro, las posibilidades que, a pesar de ellos, tienen los alumnos inquietos e inconformes de trascender los límites de la ceguera.

Es además un testamento de cómo algunos esfuerzos investigativos como el de Pacheco pueden dejar semillas para la imaginación transformadora a décadas y kilómetros de distancia. Aquel esfuerzo del escritor venezolano viajó a la Cuba dictatorial de manera subrepticia y se coló como influencia en el pensamiento de una joven, que hasta ese entonces, no se entendía como activista política.

No es trivial el hecho de que Pacheco haya sido formado por los jesuitas y haya comenzado sus estudios en la Universidad Católica Andrés Bello. No menos trivial que su recorrido incluye el haber sido expulsado de esta universidad por organizar eventos considerados demasiado extremistas en la década de los setenta, según relata Arturo Gutiérrez.[3]

La conjunción de dos librepensadores enlazados a la distancia deja un testimonio al que vale la pena regresar en tiempos como los que estamos viviendo. Invitan a pensar en cómo abrir espacio para los alumnos capaces de las transformaciones que necesitamos.

[1] Pachecho, C. (1987). Narrativa de la dictadura y crítica literaria. Caracas: CELARG.

[2] http://prodavinci.com/2012/01/08/actualidad/el-1-0-de-yoani-sanchez-por-leo-felipe-campos/

[3] http://prodavinci.com/2015/03/28/actualidad/carlos-pacheco-1948-2015-pasion-y-compromiso-mas-alla-de-la-vista-un-texto-de-arturo-gutierrez-plaza/