Marcelino Bisbal

 

I

 

La imagen de las dos aceras es ilustrativa para tratar de entender cómo se concibe la idea de libertad de expresión en la Venezuela de hoy. En nuestro caso, las dos aceras están representadas por dos mundos, dos concepciones contrapuestas sobre el desarrollo de esa libertad como derecho humano fundamental. Ambas orillas coinciden en expresar que la libertad de expresión es un derecho, que ella implica una puesta en ejercicio de la libertad de pensamiento y que la libertad de información es una parte o aspecto de la libertad de expresión. Igualmente, también están de acuerdo en lo que expresa el artículo 19 de la Declaración Universal de Derechos Humanos de 1948, donde se reconoce la libertad de pensamiento, de opinión y de expresión. También ambas aceras tienen en cuenta aquel principio que afirma tajantemente que la existencia de una auténtica libertad de expresión es una condición indispensable para que haya democracia.

 

Estas coincidencias están expresadas en la Constitución. Se exponen explícitamente en los artículos 57, 58, 108 y 337. En esos apartados constitucionales se reconocen y garantizan los siguientes principios:

 

  • Toda persona tiene derecho a expresar libremente sus pensamientos, ideas u opiniones.
  • La comunicación es libre y plural.
  • Toda persona tiene derecho a la información oportuna, veraz e imparcial.
  • No debe haber censura.
  • El derecho a réplica y rectificación por informaciones inexactas o agraviantes.
  • Los ciudadanos tienen derecho a buscar, recibir y difundir información.
  • Los medios deben contribuir a la formación ciudadana.
  • Se reconoce el derecho a la información y se afirma que la información es un bien social.

 

Sin embargo, cuando vamos al ejercicio real de esos principios, cómo se desarrollan en la vida diaria, cómo los concibe el Estado a la hora de tenerlos presentes en el conjunto de las políticas públicas que él debe poner en práctica, se empiezan a ver las diferencias. Aquello que nos dijera el escritor sudafricano J. M. Coetzee quizás nos pueda ayudar a entender el porqué de las divergencias. Nos dice el escritor en un diálogo entre dos personajes de su novela Verano (2010):

 

La razón era sencilla (…) El pragmatismo siempre derrota a los principios; así son las cosas. El universo se mueve, el suelo cambia bajo nuestros pies, y los principios están siempre un paso por detrás. Los principios son el material de la comedia. La comedia es lo que obtienes cuando los principios tropiezan con la realidad.

 

Eso es lo que ha venido pasando con el derecho a la información y la libertad de expresión en el país a lo largo de todos estos años. Por ejemplo, para no ir tan lejos en el tiempo, este pasado 27 de junio —Día del Periodista— el presidente de la República, en la entrega del Premio Nacional de Periodismo “Simón Bolívar”, proclamó que “somos libres, escribimos en un país libre y no nos proponemos engañar al público”. A renglón seguido José Vicente Rangel —que recibía el Premio Nacional de Periodismo— refrendaba esas palabras expresando que en Venezuela “hoy se garantiza plenamente la libertad de expresión (…) Nunca se había respetado tanto la libertad de expresión como en estos dos años tuyos”.

 

II

 

Creemos nosotros que el momento presente no puede ser exhibido como un período en el que se respeta la libertad de expresión en la práctica. Allí están los indicadores de cómo se vulnera ese derecho. Allí están los datos que nos proporcionan organismos internacionales como Human Rights Watch, o los de Reporteros Sin Fronteras o más recientemente las recomendaciones emanadas del Comité de Derechos Económicos, Sociales y Culturales de las Naciones Unidas —reunido en Ginebra el 22 de junio— que después de examinar el informe presentado por el Estado venezolano levantó una serie de preocupaciones desde las cuales propone recomendaciones, entre las que destacan:

 

1. Acceso a la información de interés público. Limitado acceso a la información de interés público y una ley que lo regule. Falta de mecanismos de rendición de cuentas, lo que limita una evaluación objetiva de las decisiones tomadas por el Estado. El Comité recomienda una ley que garantice el acceso a la información y la transparencia de la administración pública.

 

2. Derechos culturales y libertad de información y de expresión. Falta de información sobre las medidas tomadas para impedir las limitaciones a la libertad de expresión. El Comité recomienda que se tomen medidas eficaces a fin de eliminar las restricciones a la libertad de expresión.

 

¿Se puede hablar de absoluto respeto a la libertad de expresión cuando el día a día del comunicador, de los medios y del ciudadano nos están señalando lo evidente? Una vez más hay que decirlo: el año 2014 ha sido considerado como el año con mayor cantidad de denuncias de violaciones a la libertad de expresión en las últimas dos décadas. Un total de 579 violaciones denunciadas (Espacio Público); el presidente de la República ha realizado, en el 2014, 176 cadenas con una duración de 186 horas y con una media de 63 minutos diarios (Monitor Ciudadano y Espacio Público); 22 diarios han dejado de circular por falta de papel, otros han reducido su paginación. No hay divisas para los diarios críticos (IPYS Venezuela); el control sobre las redes sociales y la web se ha hecho patente. A lo largo del 2014 se han bloqueado más de 1.500 páginas a un promedio de 4 páginas por día. Castigo a las expresiones en Twitter (Inside Telecom) y dejemos los indicadores hasta aquí.

 

III

 

Como vemos, el ágora de los griegos o el foro de los romanos —ese espacio donde los ciudadanos se concentraban con sus autoridades para escuchar y ser escuchados— poco a poco ha venido siendo controlada. El Gobierno ha ido avanzando en la supresión al derecho a la información y ha venido imponiendo un autoritarismo comunicacional.  Mientras esto ocurre frente a nosotros, el común de la gente siente y padece que la escasez, la seguridad y la salud son sus principales problemas, pero no así la pérdida gradual de libertad de información y de comunicación. Este ciudadano siente que estas libertades van dirigidas a los periodistas y a los medios, pero no así a toda la sociedad. No hay conciencia clara de esta libertad y de este derecho. En tal sentido, es bueno recordar aquello que estableciera la Unesco como principio:

 

La información es un componente fundamental de la democracia y constituye un derecho del hombre, de carácter primordial en la medida en que el derecho a la información valoriza y permite el ejercicio de todos los demás derechos.

 

Pero a pesar de esa falta de conciencia y de claridad acerca del derecho a la información y el derecho a informar, el des-orden y el malestar campean en todo el país y la revolución, a pesar de lo que diga el señor José Vicente Rangel, hace aguas por todos sus costados. ¡Así están las cosas!