Marcelino Bisbal

I-PERFIL DE LA FRONTERA

 

Las fronteras son muy diversas. Se habla de fronteras políticas, físicas, comerciales,… de fronteras culturales. Toda esta caracterización ha sido estudiada y vuelta a estudiar con la idea de establecer más y mejores relaciones económicas. Incluso, el término de integración se reviste, en el lenguaje entre los Estados y los políticos, por supuesto que entre los empresarios, de la racionalidad económico-comercial. De ahí entonces que cuando en la prensa y en los demás medios de comunicación se plantea el tema de las fronteras entre países, de la vecindad, prevalece casi siempre la idea de la frontera física que se configura a través de las relaciones comerciales, por los flujos migratorios, por la inseguridad y por los intercambios políticos y sociales entre los gobiernos locales de ambos lados.

 

Pero la frontera no es solo física, no es tampoco la delimitación geográfica de unos puntos o límites; es, sobre todo, simbólica y cultural. Surge así la idea de la frontera como metáfora.

 

La metáfora, como figura retórica, establece una identidad entre dos términos y emplea uno con el significado del otro, nos dirá el diccionario de la RAE. Valga la caracterización para establecer la analogía entre la frontera y la metáfora. De tal manera, que la frontera no solo se conforma de elementos físicos o geográficos, sino que se configura de imágenes y percepciones, de similitudes y de actitudes de cómo los vecinos –en nuestro caso los colombianos y los venezolanos– nos imaginamos, nos vemos, y nos representamos.

 

 

II-OTRA FORMA DE HACER FRONTERA

 

La idea es plantear y resaltar, una vez que se ha dado el cierre de la frontera entre Venezuela y Colombia por iniciativa del presidente de Venezuela ante el ataque que sufrieran tres militares y un civil venezolanos en la zona limítrofe, el tema de las identidades desde la relación entre las dos naciones. Más allá del cierre, del estado de excepción decretado, de las declaraciones de los presidentes y las cancilleres de ambos lados, es importante destacar “la densa urdimbre de la vecindad”. Como dijimos antes, vecindad no simplemente física o geográfica, sino de símbolos que conforman los imaginarios de un lado y del otro, de los marcos cognitivos y orientaciones del afecto.

 

Las relaciones entre Colombia y Venezuela han sido históricamente difíciles y complejas a la vez. Ha habido sucesos que casi han hecho que se llegue a las manos, pero hasta allí. ¿Pero y la gente, los ciudadanos? ¿Cuál ha sido su participación y percepción de los hechos? ¿Qué ha pensado el ciudadano fronterizo ante los conflictos? ¿Se le ha tomado en cuenta fuera de los momentos de crisis? ¿La vecindad ha sido fuente de los desencuentros que se han dado o ha sido fuente activa de los encuentros?

 

Digámoslo de una vez. En muchas situaciones que han ocurrido entre los dos países y sus políticos, sus gobiernos han tenido su cuota de responsabilidad. En situaciones aparentemente normales la frontera binacional de un poco más de 2.300 kilómetros, según plantean estudiosos de un lado y del otro, ha sido descuidada y ante el descuido es tomada por guerrilleros, paramilitares, narcotraficantes, delincuentes, secuestradores… ¿Y las políticas que se debían haber formulado y ejecutado a largo plazo dónde han estado? Hay responsabilidades compartidas en las que el vecindario nada tiene que ver en el asunto, o muy poco. Él también es y ha sido víctima del abandono y la desidia del poder central. Hay quienes dicen que ese descuido por la frontera y su gente viene desde la independencia.

 

 

III-LA VECINDAD FRONTERIZA Y CULTURAL

 

La frontera binacional ha sido un encuentro cultural y social producto de los flujos migratorios. Así, la política fronteriza debería tomar en cuenta las percepciones e imágenes mutuas, al igual que los procesos de hibridación cultural que allí se dan. Arturo Uslar Pietri, en 1998, lo expresaba con estas palabras cuando escribía su ensayo Un viejo amigo de Colombia: “Esa vinculación es tan estrecha, que ha constituido lo que yo me he atrevido a llamar una simbiosis, va mucho más allá de lo que pasa a cada lado, de lo que ha sido la historia de los pueblos fronterizos. Va mucho más allá de lo que pasa a cada lado de la raya fronteriza y ha creado un flujo y reflujo, un torrente de mezclas, un agente activo de transformación social y económica que escapa, con mucho, a las pequeñas y mezquinas previsiones de los politiqueros de turno”

 

Entre 1999 y el 2000 participamos en un estudio entre ambos países a partir de la conformación del llamado Grupo Académico Colombia-Venezuela (Universidad Nacional de Colombia y Universidad Central de Venezuela), con el objetivo de “investigar la imagen que los habitantes de cada país tienen de sus vecinos y de sí mismos, analizar los grados de aceptación o rechazo que hay entre ambos, y explorar la opinión que existe en ambos países sobre temas claves para la relaciones binacionales como el comercio, la integración, el diferendo, la guerrilla, el narcotráfico y los derechos humanos”. Se investigó también el consumo cultural entre las dos naciones. De ese estudio salieron varios textos: Colombia-Venezuela. Agenda común para el siglo XXI (1999); Colombia-Venezuela. Análisis de la agenda del siglo XXI (1999) y La vecindad colombo-venezolana: imágenes y realidades (2003).

 

Han pasado ya dieciséis años del estudio. Sin embargo, creemos que una buena parte de sus resultados siguen estando vigentes. Ante la falta de investigaciones que anulen o refuercen alguno de los datos y apreciaciones allí obtenidos, sería interesante destacar algunas hipótesis generales de interpretación:

 

-No parecen existir imágenes tan fuertes de rechazo. Los promedios de favorabilidad en ambos países son muy semejantes.

 

-La música es la actividad que más aproxima a los habitantes de los dos países. Llama la atención, sin embargo, que mientras los venezolanos mencionan además a varias figuras del deporte y la cultura, entre los colombianos tiene alta recordación el nombre de los políticos del vecino país.

 

-No existe una actitud de rechazo o xenofobia.

 

-En una escala de aceptación-rechazo entre colombianos y venezolanos se encuentra mayor rechazo en los venezolanos frente a mayor aceptación de los colombianos.

 

-Los colombianos tienen una actitud más abierta que los venezolanos.

 

-Existen diferencias en cuanto a la comprensión social de la integración. En ambos países existe conciencia sobre la necesidad de la integración, el énfasis es mucho mayor en Colombia. Y lo es también la percepción sobre la necesidad de mejorar las relaciones comerciales para poder lograrlo. Para los colombianos esta última es la acción más importante para impulsar la integración. Por su parte, los venezolanos manifiestan otras prioridades: controlar el narcotráfico y buscar la paz en Colombia son dos de las principales.

 

-El diálogo directo es la vía más ampliamente acogida por la opinión pública de ambos países. Una ínfima minoría de colombianos y venezolanos optan por el enfrentamiento armado como el camino para resolver un tema tradicionalmente candente como es el de la delimitación de las áreas marinas y submarinas en el golfo de Venezuela.

 

-Los venezolanos tienen una apreciación negativa de la inmigración, todo lo contrario al parecer de los colombianos. La visión colombiana de que la migración de sus compatriotas ha favorecido el desarrollo industrial del vecino país contrasta con la impresión de los venezolanos.

 

-La música, las telenovelas y el deporte son las principales manifestaciones culturales. El principal producto televisivo  en los dos países son las telenovelas que parecen más adscritas al género (melodrama) que a la pertenencia nacional. Los venezolanos aprecian el cambio en la narrativa televisiva colombiana.

 

-Uno de los temas en los que existe mayor unanimidad entre colombianos y venezolanos es que los problemas fronterizos son uno de los mayores obstáculos para la integración binacional.

 

-Los temas de frontera y la violencia son los asuntos más reseñados en los medios de los dos países.

 

Ojalá estas apreciaciones fuesen consideradas en este momento del conflicto. Especialmente cuando el presidente Nicolás Maduro ha dicho que este “servirá y alcanzará para refundar nuestra querida zona limítrofe como un área bolivariana de cooperación”. O por lo que expresara en estos días el vicepresidente Jorge Arreaza: “debemos generar propuestas estratégicas para construir la nueva frontera”.

 

Mientras tanto, el des-orden sigue tan campante. El conflicto con Guyana y ahora con Colombia lo profundiza. Aquí no hay metáfora alguna.