Marielba Núñez

Venezuela ocupa el puesto 132 entre 141 países evaluados en el Índice Global de Innovación 2015, un informe que acaba de ser divulgado por la Organización Mundial de Propiedad Intelectual, la Universidad Cornell y el instituto internacional de negocios Insead. La nada halagadora posición es el resultado de la medición de su desempeño en políticas para el desarrollo, a partir del análisis de 79 indicadores en ámbitos como ambiente institucional, capital humano, condiciones de infraestructura y de mercado, generación de conocimientos y fomento de la creatividad.

Los redactores del documento reconocen que en general es difícil para la mayoría equipararse a las naciones que encabezan el ranking, que esta ocasión fueron Suiza, Reino Unido, Suecia, Países Bajos, Estados Unidos, Finlandia y Singapur, pero el rendimiento de Venezuela resulta muy pobre incluso si se le compara con sus vecinos en la región: Chile está en el puesto 41, Costa Rica en el 51, México en el 57, Panamá en el 62 y Colombia en el 67.

Frecuentemente se dice que los venezolanos somos creativos y que afrontamos con ideas sorprendentes hasta los escenarios más adversos. Se ha puesto de moda hablar de emprendimiento y no son pocas las iniciativas que han convertido el impulso la creación de negocios en un cometido personal. No pocas veces el discurso oficial echa mano de palabras como ciencia, investigación y tecnología, para usarlas de comodines cuando tiene que rellenar y justificar largas horas de transmisiones en cadena. Sin embargo, lo cierto es que ni las aptitudes, ni los buenos deseos, ni la palabrería vacía se traduce al final en un resultado que pueda favorecer genuinamente la innovación.

De cara al futuro, se puede aprender de lo que han aplicado otros si de verdad se quiere dar un viraje que sea efectivo para propiciar el crecimiento. Uno de los capítulos del Índice Global de Innovación, escrito por Robert D. Atkinson y Stephen Ezell, de la Fundación de Tecnología de la Información e Innovación, enumera algunos de los principios aplicados por los países que han logrado éxito en este campo. Por ejemplo, señalan que es indispensable, no sólo concentrarse en propiciar la innovación en una sola área, como en productos de alta tecnología, sino favorecerla en todos los ámbitos, lo que implica abrirse a ideas que pueden resultar disruptivas.

Otras recomendaciones incluyen otorgar incentivos fiscales y facilitar la adquisición de insumos, así como dar la importancia que se merece el recurso humano calificado. «Los países reconocen cada vez más el talento como una fuente vital de ventaja competitiva y por lo tanto han hecho de la educación y la formación un componente central de sus estrategias de innovación», indica el texto. En el caso venezolano, está claro que una medida que se debe tomar con urgencia es crear incentivos para frenar la fuga de talento que en este momento desangra las universidades y los centros de investigación.