Uno de los aspectos más interesantes del estudio de opinión que hizo Encuestas Libres, grupo de investigación académica de la UCAB, es que entrevistaron a las mismas personas, en 2014 y en 2015. “Queremos indagar y explicar el por qué de las filiaciones políticas de los venezolanos”, dijo Manuel Llorens, director de esa organización.

El lapso transcurrido les permite visualizar el “proceso longitudinal” y evaluar los cambios en las preferencias políticas. La encuesta, cuyo universo es de mil personas, se apoya en entrevistas cuantitativas y cualitativas, abiertas y cerradas, para estudiar la motivación emocional (psicológica) que inclina la balanza hacia las opciones políticas que se disputan el poder en el país.

Si bien los estudios tradicionales de opinión son útiles, entre otras cosas, porque permiten tomar “una fotografía del momento que, además, es transversal”, no hay muchos estudios dirigidos a evaluar el papel que juegan las emociones en la conducta de las personas y en los procesos políticos. Este es el elemento diferenciador de Encuestas Libres. Sus hallazgos no son precisamente alentadores. Los venezolanos siguen esperando un mesías, un caudillo, un líder que los guie, sin preocuparse mucho por la construcción de la democracia, de la ciudadanía y de un Estado fuerte donde funcione la separación de poderes.

—La competencia electoral era sinónimo de entusiasmo —el eslogan, el jingle, la música, ese tipo de cosas—, campaña que no tenía entusiasmo, campaña que no pegaba. ¿Dónde quedó todo eso?

—Nos parecen muy llamativos los registros de desilusión que vamos captando en las entrevistas y en las encuestas. Lo que habla de una migración desde el chavismo a los indecisos y, en menor medida, a la oposición.

—¿Han pasado por una decepción?

—Sí. La desilusión juega un papel central, en el sentido de que nos dice ya con las entrevistas, que la muerte de Chávez tuvo un impacto significativo, pero, después, todo lo que empieza a ocurrir en el país: la continua y repetida sensación de que no hay otro liderazgo dentro del chavismo con que se identifiquen, la enorme desconfianza que tienen en las otras figuras y la angustia que genera el deterioro económico, les hace sentir que el nuevo liderazgo no está tan interesado en mí como lo podría estar Chávez. Y que los hechos, además, hacen pensar que el país cada vez está más en mi contra, van generando una desilusión significativa.

—¿Cómo se vive la cotidianidad?

—El tema de las expectativas es clave y nos llamó la atención que muchas personas, si bien reconocían que había algunas dificultades en el país en 2014, manifestaban lo siguiente: Yo nunca he comido pavo, yo siempre he comido pollo, allá la gente que esperaba comer pavo y ahora tiene que comer pollo. Pero esas mismas personas, sin que hiciéramos alusión a la entrevista anterior, dicen: pero es que ya no consigo pollo y cuando consigo tengo que administrar las presas para que coman mis hijos y a veces no como yo. Las expectativas básicas que te dan un mínimo de seguridad se empiezan a ver mermadas. Hay muchísima angustia, muchísima frustración y mucho miedo también.

—¿Por qué entrevistar a las mismas personas? ¿Por qué hacer el mismo cuestionario? ¿Con qué objetivo?

—Precisamente porque nos interesa, no solo entender la fotografía del momento, sino entender cómo evolucionan las personas en sus diferentes filiaciones políticas. Nos interesa saber por qué y cómo se mueve la gente en las decisiones que toma políticamente.

—¿Qué conclusiones arroja el estudio?

—Una primera conclusión coincide con lo que el país está viendo y que arrojan todas las encuestas. Efectivamente se han movido las posiciones políticas y el chavismo ha perdido fuerza. Al mismo tiempo es interesante ver que la oposición no ha ganado tanto terreno, sino más bien las personas que no se identifican con ninguno de los dos bandos. Además de eso, hemos visto los puntos que los desconectan del chavismo y ahí hay cosas muy significativas.

—¿Por ejemplo?

—Lo primero, subrayar que había una afiliación que tenía que ver con el liderazgo de Chávez. Se intentó llevar eso a un proceso ideológico, pero pareciera que no se logró. Entrevistamos a personas que fueron formadas en Cuba, que han pertenecido a organizaciones gubernamentales o al partido de gobierno, que trató de adoctrinarlos ideológicamente. Sin embargo, insisten en que ellos estaban allí por Chávez. Y en su relación que ellos tenían con la figura de Chávez. Al desaparecer ese liderazgo, se deteriora la filiación porque no era, justamente, la ideología.

—Resulta muy curioso, entre otras cosas, porque luego de la muerte de Chávez cabía suponer que cifrar todas nuestras esperanzas en un iluminado, en un precursor, no rinde buenos dividendos.

—Sí. Pareciera que hay una contradicción o una paradoja entre la estrategia que se plantea para obtener el poder y lo que se considera que necesita el país para madurar políticamente. Se insiste, una y otra vez, en la estrategia de generar liderazgos carismáticos, desde la figura sacrificada, desde la persona que puede encarnar al héroe versus un proceso que, sin duda, es más complejo, que consistiría en generar mayor cultura democrática y de participación ciudadana. Eso todavía falta.

—¿Podría decirse que no aprendimos nada? ¿Qué el balance es desolador, al menos, en ese terreno?

—Es un balance doloroso. Lamentablemente seguimos siendo un país que aunque resuelva el dilema actual, sigue siendo proclive a enamorarse del liderazgo. Un dato curiosísimo, por ejemplo, es que cuando le preguntamos a la gente: ¿ha cambiado usted de posición política?, 47 %  manifestaba haber sido adeco. Uno se pregunta si no ha habido una continuidad en la manera de hacer política y generar adhesiones a través del clientelismo, de la figura que genera cierta afectividad. Quizás eso tenga alguna continuidad, más allá de lo que está pasando en el chavismo.

—¿Eso explicaría que la tesis del socialismo, la consigna patria o muerte, la reivindicación de la Cuba castrista, por ejemplo, son meramente aspectos decorativos dentro del discurso oficial? ¿Palabras que se las lleva el viento?

—Los resultados quizás apunten en esa dirección. Pareciera que hay un núcleo duro dentro del chavismo que está tomado por posiciones ideológicas. Personas que tenían una argumentación desde lo ideológico, pero la gran mayoría aseguraba que eso decoraba a la figura que abrazaba bien, que hablaba cálidamente. Otro elemento llamativo es que una vez que compraste la relación con esa figura, además, le perdonas todo. No hay un solo cuestionamiento, porque la figura está idealizada (92 % de los encuestados, por ejemplo, no veían a Chávez como una persona motivada por la búsqueda del poder). Efectivamente, yo creo que el arraigo ideológico es casi insignificante en comparación con el tema relacional.

—¿Qué evaluación hacen de las variables del estudio?

—Lo primero que hay que decir es que se realizó entre julio y agosto. Cuando preguntas de entrada: ¿usted tiene alguna identificación política?, 47 %, casi la mitad del país, no se siente identificada con nadie. De hecho, en las entrevistas cuantitativas, cuando se plantea la opción entre las figuras públicas con la pregunta: ¿hay alguna que usted destacaría?, ¿hay alguna que le inspire más confianza? Ahí sorprende que no rescatan ninguna figura, más bien dicen que: nos encantaría ver a alguien que venga de afuera, que no pertenezca a ninguna de las agrupaciones políticas identificadas, que no pertenezca a ninguno de los grupos económicos identificables en el país.

—¿En qué consiste el desplazamiento de la filiación dentro del chavismo?

—De las mil personas encuestadas, ante la presentación de las opciones, 39 % afirma que no es ni chavista, ni madurista, ni opositor. Dentro de la oposición se identifica 29 % y en el espectro del oficialismo, 19 % se identifica como chavista, 8 % como chavista madurista y solo 1 % como madurista. Esta fragmentación es la que explica el cambio en la correlación de fuerzas en el país. Podemos decir, a manera de conclusión, que tenemos 29 % de la población que se identifica como opositor y 28 % que se identifica con alguna versión del chavismo.

—Chávez ganaba elecciones con 55 % o 60 % de los votos. Si se advierte que solo 19 % de los encuestados se identifica con Chávez, ¿podríamos afirmar que la filiación al chavismo se ha erosionado?, ¿se ha diluido?

—De 39 % que afirma que no se identifica con nadie, 75 % viene de las filas del chavismo y el 16 % viene de otras posturas políticas. Cincuenta de los mil encuestados (5 %) pasaron del chavismo a la oposición. Nos sorprendió ver, en las encuestas cualitativas, que muchos de ellos saltaron a la opción que representa Leopoldo López.

—¿Realmente los sorprendió? Si todavía estamos esperando un caudillo, el intérprete, ¿no encaja allí Leopoldo López?

—Necesitamos profundizar más para afirmarlo de esa manera. Pero sí, es muy sugerente ese salto de una figura como Hugo Chávez a Leopoldo López. Uno podría pensar que tienen en común que se erigen como figuras sacrificadas, que además tienen la mirada del héroe y de la construcción de una épica narrativa. Eso explicaría la sensación que calificaste de desoladora, al comprobar que…

—…que no aprendimos nada o casi nada.  

—De lo que nos cuesta pensar en ciudadanía, en democracia, en la construcción de un Estado sólido, donde las instituciones funcionen y no en las fantasías salvadoras.

 —¿Qué cosas relevantes han detectado en el campo opositor?

—Le preguntamos a las personas que qué eventos las habían alejado de su posición política y lo que aparece, una y otra vez, no son eventos puntuales como las protestas o el encarcelamiento de figuras como López o Ledezma, sino la crisis económica, la inseguridad, la corrupción. No son las cosas que me llaman de la oposición, sino las cosas que me alejan del gobierno.

—De acuerdo al estudio, uno podría decir que la oposición no ha crecido o simplemente que se ha mantenido estancada.

—Lo que ha crecido es el descontento con el chavismo y la categoría no me identifico con nadie. No necesariamente, han migrado a la oposición.

—Viendo los resultados, uno podría convenir que las personas que auguran enfrentamientos muy duros y una marcada ingobernabilidad no están tan equivocadas.

—Realmente preocupa la poca convicción sobre la democracia como algo que se tiene que construir, lo que deja entrever la poca convicción del ciudadano como parte del proceso político, preocupa la fantasía de estar centrado en el héroe. Preocupa el gran número de personas que no ven una figura identificable en la política, que más bien le gustaría que viniera de afuera. Tenemos que ir más allá del estrépito emocional, pasional de los momentos puntuales. Felizmente las elecciones siguen siendo, en muchos de los estudios que se han hecho, algo que las personas consideran como un mecanismo de participación y es un sustrato de conciencia democrática del que vale la pena agarrarse de ahí.

 

¿Qué es Encuestas Libres?

Encuestas Libres es un equipo de investigación académica, cuyos directores son Manuel Llorens y Miguel Ron, ambos psicólogos y profesores de la Universidad Católica Andrés Bello. Su planta de trabajo la conforman además otros tres psicólogos. Este primer estudio, centrado en la evaluación de las motivaciones y adhesiones políticas de los venezolanos, fue pagado con recursos propios. Encuestas Libres aspira obtener financiamiento mediante donaciones de la sociedad civil, en aras de mantener criterios de independencia y objetividad, además de ofrecer la información y conclusiones de sus trabajos de forma completamente gratuita y oportuna, a través de de su plataforma digital www.encuestaslibres.org que ya se encuentra a disposición del público.

♦ Hugo Prieto