Manuel Llorens

Como psicólogo deportivo una de mis tareas es conocer a los personajes que habitan ese mundo. Siempre es un reto saber cuál es el verdadero parecer del otro sin las fachadas de la cortesía convencional. Pero el deporte ofrece varias instancias privilegiadas para observar al deportista en situaciones de estrés, cuando la angustia permea su funcionamiento, en que podemos ver cómo es la persona con la guardia abajo. En particular las ruedas de prensa después de los partidos, sobre todo después de las derrotas, permiten comprender algo de cómo funciona la psique del otro; lo que los psicoanalistas denominan sus mecanismos de defensa.

Uno de los personajes polémicos es el entrenador, ahora sin equipo, José Mourinho. Conocido por su personalidad polémica, además de su gran cadena de éxitos, se llama a sí mismo “el especial” y ha sucitado controversias a donde ha ido. Fue interesante escucharlo en el último semestre del año pasado cuando las cosas no estaban yendo bien con el Chelsea.

Días previos a ser cesanteado por los malos resultados fue entrevistado justo después de una derrota de 3 a 1 contra el Liverpool. Su gestualidad es claramente de molestia y descomposición. Ante el periodista se muestra resistente, pero niega sentir ningún tipo de preocupación por su situación en el club.

Semanas antes, luego de otra derrota, esta vez ante el Southampton, declaró con omnipotencia que no iba a renunciar, pero que si lo llegasen a echar, estarían despidiendo al mejor entrenador de la historia del club. Después repartió la culpa diciendo que era obvio que los árbitros tenían miedo de pitar penaltis a favor de su equipo y que sus jugadores tenían problemas “mentales”.

Un abanico de mecanismos defensivos que pasan por la negación de la situación, la omnipotencia de convencerse a sí mismo que es mejor que todos y la proyección de colocar la culpa en otro lugar.

Zlatan Ibrahimovic, el goleador de la Selección Sueca, luego de quedar eliminado para participar en el Mundial de 2014 declaró a la prensa: “un Mundial sin mí, no vale la pena verlo”, despreciando aquello por lo que horas antes había luchado con pasión.

Melanie Klein estudió con detalle los mecanismos defensivos para lidiar con los sentimientos depresivos de pérdida. Observó cómo ante pérdidas difíciles algunas reacciones son la omnipotencia, la fantasía de no necesitar del otro, de ser autosuficiente; o la negación (“no, no me preocupa nada, todo está muy normal”); o el desprecio, que intenta creer que lo perdido no era tan valioso al fin y al cabo.

No lo digo por Mourinho, ni Ibrahimovic. Ellos son actores de teatro, figuras que sirven para representar los dramas humanos. Realmente no importa mucho si Chelsea pierde ante el Southampton. Lo digo por nosotros. Por los recientes acontecimientos políticos, por el agudo sufrimiento económico al que estamos sometidos, porque ayer se le pidió a los ministros acudir a explicar los números a la Asamblea Nacional y no fueron. Por lo menos Mourinho e Ibrahimovic pueden defenderse diciendo que sus victorias pasadas fueron labradas por ellos mismos y no heredadas.

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