Ronald Balza

Pasqualina Curcio, profesora titular del Departamento de Ciencias Económicas y Administrativas y de la Coordinación de Postgrados en Ciencia Política de la Universidad Simón Bolívar, ha presentado un trabajo de investigación donde dice demostrar, “con base en análisis econométricos, que el desabastecimiento en Venezuela no está siendo causado por el comportamiento de las variables reales de la economía” (considerando PIB, PIB agrícola, importaciones de bienes y servicios y de alimentos, asignación de divisas al sector privado y consumo) y que “la inflación en Venezuela no es causada ni por incrementos de la demanda agregada con respecto a disminuciones de la oferta agregada (tal como lo establece la teoría económica), ni por el aumento de la liquidez monetaria (tal como lo plantean los monetaristas)”. También dice demostrar “con modelos econométricos que la inflación depende en 73,1 % de la tasa del dólar paralelo que es publicada diariamente y sin criterio económico alguno en páginas web”, afirmando que “no hay relación estadística entre las reservas internacionales y el dólar paralelo (se esperaría que los incrementos desproporcionados del dólar paralelo se deban a caídas abruptas de las reservas internacionales)” ni “entre las divisas otorgadas al sector privado y el dólar paralelo”. Según la autora, las “causas del desabastecimiento y la inflación atienden a intereses políticos que buscan la desestabilización económica y social, más que a intereses de maximización de beneficios”, siendo “causa original y desencadenante principal de la desestabilización económica… la manipulación, sin criterio económico, de la tasa de cambio de la moneda en el mercado paralelo”. A continuación, sin ánimos de hacer un examen exhaustivo, comentaremos algunas afirmaciones contenidas en su texto.

  1. La “teoría económica”.

Curcio invoca “la teoría económica” para decidir si el comportamiento de sus variables de interés satisfacen o no un “criterio económico”. Sin embargo, su argumentación teórica es insuficiente para soportar sus conclusiones.

  • No existe una única teoría económica. La Historia del Análisis Económico de Schumpeter[1] y la serie de discursos de aceptación del Nobel en Economía, reúnen ejemplos de la diversidad de aproximaciones y métodos que han enfrentado por siglos a economistas con distintas ideas. Curcio se refiere a una única teoría (a la que una vez denomina “macroeconómica”), a la cual atribuye relaciones identificables en algunos textos de introducción a la micro y a la macroeconomía. Sus referencias bibliográficas no incluyen autores, por lo que es imposible inferir influencias específicas sobre su particular “criterio económico”. Por ello, queda sin explicación que separe de “la teoría” las ideas que atribuye a los monetaristas y no mencione nociones de raíz neoclásica, keynesiana, marxista o neoinstitucionalista, entre otras posibilidades.
  • Aunque atribuye a las expectativas, “de naturaleza principalmente psicológica”, la explicación “en gran parte [del] comportamiento de los consumidores en Venezuela en los meses recientes” y se interesa por las “necesidades de la población”, no hace explícita su posición teórica sobre distintos supuestos de racionalidad individual, óptimos sociales o mecanismos de elección pública. Tampoco aborda los retos organizativos que impone la construcción del Socialismo del siglo XXI, ni los problemas que el “perfeccionamiento” de los controles en intentos previos no pudo resolver, incluyendo el de la escasez[2].
  • Reconoce que el mercado paralelo existe “como consecuencia de la regulación del tipo de cambio” y se pregunta “cuál es la verdadera magnitud de dicho mercado, qué tan grande es como pretenden mostrarlo, qué influencia pudiese estar ejerciendo sobre los precios de la economía, así como el verdadero valor de esa tasa de cambio paralela”, pero no hace las mismas preguntas con respecto al “verdadero valor” de las tres tasas controladas durante su período de estudio y de los demás precios fijados por el gobierno.
  • Para negar la existencia de un “criterio económico” en la “manipulación” del paralelo, argumenta que su mercado debería ser uno “con competencia perfecta, [donde] el mecanismo de ajuste son los precios, los cuales no son fijados a priori por los oferentes, sino que son el resultado de las fuerzas de la demanda y oferta”. Por el contrario, advierte, “se trata de una tasa, cuyos criterios de cálculo no son claros ni transparentes, no guardan relación con la realidad económica, por tanto, nos lleva a pensar que no es fijada por las fuerzas de la demanda y la oferta en ese mercado paralelo. El mecanismo que estamos observando en este ‘supuesto’ mercado paralelo es inverso al comportamiento de un mercado que se supone, que por ser paralelo, es de competencia perfecta”. No queda claro por qué un mercado paralelo debería ser de competencia perfecta. Tampoco por qué la aplicación de un control de precios, que impide a priori que “las fuerzas de la demanda y la oferta” fijen los precios de los bienes, no basta para explicar el desabastecimiento y la “colocación de los bienes en otros mercados: contrabando de extracción en las fronteras”.
  • Curcio no examina causas y consecuencias del comportamiento de los tipos de cambio (fijos, flexibles, controlados o paralelos[3]) en distintas clases de economías abiertas, por cuanto atribuirle exclusivamente a “sectores económico-políticos” que en “la economía venezolana… los precios [sean] ajustados en función de las variaciones del valor de la moneda en el mercado paralelo” no queda suficientemente justificado.
  1. El “sustento empírico”.

Curcio relaciona las series de tiempo que elige mediante gráficos, coeficientes de correlación (de Pearson) y regresiones lineales uniecuacionales. Sus datos son anuales, en unos casos entre 2003 y 2013, en otros entre 1997 y 2014. Sus conclusiones son terminantes, aunque su uso de los métodos estadísticos es objetable.

  • Las variables que elige tienen distintos niveles de agregación, que pueden hacer indetectables las relaciones relevantes. Tal es el caso del PIB, e incluso el PIB agrícola, puesto en relación con el índice de escasez. La autora afirma que escasean (por acaparamiento) “bienes de primera necesidad (alimentos, medicamentos, productos de higiene personal, repuestos), principalmente no perecederos y cuya producción y distribución está a cargo de monopolios u oligopolios”. Por tanto, el PIB incluye bienes no escasos. El PIB agrícola también, y además excluye bienes escasos. Lo mismo ocurriría con las importaciones o el consumo, por lo que no lograr correlaciones cercanas a 1 entre el índice de escasez y estas variables no basta para negar la relación entre la escasez de un bien en particular y su producción, importación y consumo.
  • La autora afirma que “al analizar la relación estadística entre el comportamiento de la tasa de cambio del mercado paralelo con el de las reservas internacionales no hallamos ninguna relación de asociación”, puesto que, “mientras las reservas internacionales muestran una tendencia constante, la tasa de cambio del mercado paralelo de la moneda muestra un acelerado crecimiento en dos momentos, a partir del año 2008 y luego del año 2012”. Sin embargo, no menciona que entre 2010 y 2013 el marcador del paralelo se calculó dividiendo la creciente liquidez monetaria entre, precisamente, las reservas internacionales. Tampoco que entre 2007 y 2010 el sistema de permuta permitía al gobierno incidir sobre el paralelo emitiendo deuda pública, “manipulando” directamente el paralelo. Ni menciona que, desde 2005, parte de las reservas internacionales fue transferida sin pago en bolívares al FONDEN, acabando con la centralización de las divisas mantenida desde 1982 en Venezuela.
  • A pesar de la importancia que concede a la “variable ‘expectativas’… influenciada por matrices de opinión” en la expansión de la demanda, no intenta una aproximación econométrica al problema. Su elección de series anuales (habiendo podido usar trimestrales), dificulta incluso examinar la relación entre variables contemporáneas y rezagadas.
  • La mayor parte de las veces, la autora relaciona las variables por pares, incluso cuando intenta explicar el comportamiento de una variable endógena utilizando más de una variable exógena. Tal como explican libros de texto de hace 30 años[4], esto no es correcto. El coeficiente de correlación de Pearson, definido exclusivamente para su uso en relaciones lineales bivariables, debe sustituirse por coeficientes de correlación parcial cuando se consideran tres variables o más, si aun se desea evaluar su relación por pares.
  • La autora prefiere utilizar las variables en niveles, en lugar de utilizar tasas de variación. Esta elección hace menos evidentes los cambios alrededor de la tendencia de cada variable, como ilustran las gráficas que presenta. Sin embargo, y aun utilizando cifras agregadas, es posible interpretar de un modo distinto las relaciones entre ellas si se grafican las tasas de variación de más de dos variables a la vez[5].
  • La autora solo hizo una regresión lineal multivariable para un problema: analizó el INPC con respecto a la demanda agregada, el dólar paralelo y liquidez monetaria. Puesto que “los resultados obtenidos en este modelo arrojaron una colinealidad entre la demanda agregada y la liquidez monetaria, siendo esta última la de menor tolerancia,… se eliminó, quedando solo la demanda agregada y el dólar paralelo como variables independientes”. No hizo pruebas de causalidad ni de cointegración, por lo que no descartó la posibilidad de una relación espúrea entre las variables que eligió. Tampoco intentó explicar en un solo modelo las relaciones simultáneas entre inflación y escasez, descartando sin mayor explicación la estimación de un VAR.
  • La autora suele indicar que “demostró” alguna afirmación, o que “no hay” alguna relación. Sin embargo, quienes intentan “falsar” sus teorías son menos definitivos: o rechazan sus hipótesis o no pueden rechazarlas. “Aceptar” una hipótesis no equivale a una demostración: se acepta cuando no se ha podido, con los datos y modelos disponibles, descartarla.
  1. Los “intereses políticos”.

Curcio pretende demostrar que el desabastecimiento y la inflación “no son causados por desequilibrios en la economía real, como tampoco son consecuencia de desequilibrios en la balanza de pagos, sino que responden a intereses políticos de parte de algunos sectores, cuyas acciones buscan desestabilizar la economía nacional, afectar a los hogares venezolanos y por tanto debilitar el modelo social, económico y político instaurado a partir de 1999”. Para la  autora, existe una “clara distinción entre una crisis económica y una guerra económica”, y, en esta última, “la metodología empleada por los sectores económico-políticos para alcanzar sus objetivos [desestabilizadores] les permite y garantiza obtener grandes beneficios”. Sin embargo,  sus explicaciones no son suficientemente convincentes.

  • La autora escribe para rebatir los argumentos “que a través de los medios de comunicación y redes sociales han posicionado los sectores que hacen oposición al Gobierno”. Sin embargo, temas como la dependencia del petróleo, los efectos de controles de cambios y de precios, la sustentabilidad del gasto público y las implicaciones monetarias de la política fiscal, por ejemplo, han sido ampliamente discutidos en Venezuela fuera de los medios, antes de existir las redes sociales. Al elegir a sus interlocutores, Curcio ignora las publicaciones de otros autores en libros y revistas de universidades e institutos de investigación, incluyendo al BCV, que desde fines de la década de los ochenta del siglo XX hasta la fecha han abordado los mismos asuntos con y sin modelos econométricos.
  • Según la autora, “si bien parecieran ser factores basados en intereses económicos que buscan la maximización de los beneficios, y peor aún, en el caso de la economía venezolana, apropiarse de la renta petrolera, llevan implícito un interés principalmente político, afirmación que nos atrevemos a dar cuando observamos que los episodios de desabastecimiento coinciden con momentos de tensión política, de mayor polarización y en el marco de eventos electorales”. Ubica tales episodios gráficamente durante los años 2003, 2004, 2007, 2012 y 2013 (e incluso 2015, a pesar de no contar con datos oficiales), sin explicar la exclusión de los años 2006 y 2009, cuando hubo elecciones presidenciales y referéndum constitucional, respectivamente. Tampoco aborda la presumible relación entre la escasez y la rigidez de los controles impuestos durante el mismo período que analiza, durante el cual hubo importantes cambios en el precio del petróleo y el gobierno adoptó políticas centralizadoras, incluyendo expropiaciones de empresas grandes y pequeñas.
  • La autora sostiene que “los índices de escasez tampoco están determinados por el no otorgamiento de divisas al sector privado, tal como lo han argumentado sectores de la oposición”. Sin embargo, examina exclusivamente “la cantidad anual de divisas otorgadas al sector privado durante este período”, sin ofrecer información sobre montos aprobados y efectivamente entregados a cada empresa según rama de actividad económica. Tampoco se detiene en explicar incentivos y desincentivos generados por un sistema que “otorga” divisas, pero dificulta su obtención por medio de exportaciones no petroleras e, incluso, petroleras.
  • Curcio afirma que “las importaciones de bienes y servicios, medidas en kilogramos no han aumentado lo suficiente para abastecer la demanda, pero no porque no le hayan sido entregadas las divisas al sector privado importador, que como ya hemos mostrado le fueron asignadas, sino que con una cantidad mayor de divisas entregadas han traído menor cantidad de bienes al país” mientras se registra “un comportamiento creciente de las monedas y depósitos del sector privado en el exterior”. Sin embargo, no examina suficientemente los cambios en la composición de las importaciones por sector público y privado y por rama de actividad económica, que prueba ser relevante al comparar sus propios resultados para importaciones de alimentos con los que calcula para todos los bienes y servicios (estos últimos cuantificables en dólares pero no en kilogramos).
  • Curcio parece atribuir el incremento de monedas y depósitos del sector privado exclusivamente a la desviación hecha por importadores privados receptores de divisas a sus cuentas personales. No tiene en cuenta el papel del sistema de permuta para la venta legal indirecta de divisas a ahorristas privados entre 2007 y 2010, ni la contratación de proyectos de inversión a privados por medio del FONDEN (reconocida por el BCV), ni el carácter también privado de la posible corrupción de funcionarios públicos, tanto en la asignación de divisas, la importación directa de alimentos y otros productos (como en el caso PDVAL) y la creación de empresas de maletín.
  • Sin haber examinado posibles limitaciones, Curcio presenta como su “principal recomendación… la necesidad urgente de establecer mayores controles en la entrega de divisas al sector privado, de revisar los criterios para el otorgamiento de dólares”, exigiendo además “rendición de cuentas, pública, a las empresas a las cuales se les asignó divisas para importar alimentos, medicamentos, repuestos, bienes de higiene personal”. Es decepcionante que no exija también rendición de cuentas, pública, al gobierno y al BCV, y no solo con respecto al manejo de las divisas bajo poder discrecional del emisor, PDVSA, FONDEN, Fondo Chino y otros fondos parafiscales, recibidas de la venta del petróleo o del endeudamiento externo. Teniendo en cuenta que terminó de escribir su trabajo el 20 de diciembre de 2015 y que solo pudo calcular sus “modelos econométricos” hasta 2013, hubiera sido deseable que también exigiese la publicación de la información estadística que el BCV, el INE, los ministerios y otros órganos y entes públicos habían dejado de publicar hacía más de un año.

[1] Schumpeter, J. (1954/1984) Historia del Análisis Económico I, México, FCE, 810 págs.

[2] Kornai, J. (1995) “Eliminating the shortage economy: a general analysis and examination of the developments in Hungary” en Economics of Transition, Volume 3 (I), 13-37.

[3] Balza G., R. (2005) “Cambio Dual en Economías Petroleras: Modelos de Primera Generación” en Temas de Coyuntura, IIES-UCAB, Núm. 51, 89-120.

[4] Johnston, J. (1987) Métodos de econometría, Vicens Vives, 686 págs.

[5] Balza G., Ronald (2012) “Antecedentes y costos de los precios justos. Intervenciones peligrosas en Revista Sic/Centro Gumilla. Vol. 75 (745), 205-207.