Marcelino Bisbal

La información se ha vuelto un factor estratégico en estos tiempos. Nunca, como hoy, el componente información-comunicación había sido tan significativo y transcendente para la vida y la buena salud de las sociedades contemporáneas. En tal sentido, la información se constituye en un bien público para los ciudadanos y la sociedad en general. Carecer de información es andar a tientas a la hora de movernos, de tomar decisiones y de desarrollarnos como individuos.

La información no solo es importante para saber y conocer qué es lo que se debate en la esfera pública, es también requerida para la comprensión de la vida y es además un elemento clave en los procesos de producción, distribución y uso (consumo) de los bienes y servicios tanto materiales como simbólicos. En consecuencia, los límites que se impongan a recibir buena y sana información es afectar al sistema social en general. ¿Por qué?  Es que, tal como nos lo apunta el sociólogo español Manuel Martín Serrano, las afectaciones al sistema informativo y comunicativo se constituyen en afectaciones al sistema social, porque no son modelos causales, sino mediacionales.

Hay un juego de alianzas entre estar informado acerca de lo que acontece y el intervenir en lo que acontece. Esto nos habla del valor del periodismo y de la comunicación en general. El escenario informativo y comunicativo del presente, cada vez más mediado por nuevos y sofisticados instrumentos tecnológicos, es de tal riqueza y complejidad a la vez que el hecho de estar informados nos hace partícipes del presente en el sentido de que “los acontecimientos sociales no son objetos que se encuentran ya hechos en alguna parte de la realidad y cuyas propiedades y avatares nos son dados a conocer de inmediato por los medios con mayor o menor fidelidad. Solo existen en la medida en que esos medios los elaboran”, nos dirá el argentino Eliseo Verón. Con otras palabras: la información se ha convertido en el espacio en donde la sociedad se ve y produce su propia realidad, nuestra realidad.

Caemos así en el tema de la censura y la autocensura. Temas críticos en la Venezuela de hoy y que implican el no conocimiento de lo que ocurre en el país con los actos del Gobierno y sus consecuencias, con la comprensión de los más diversos y variados problemas de la vida pública. En conclusión, estamos frente a una sociedad y una ciudadanía que está desinformada o mal informada; que conoce algunos hechos a medias; que la información como bien público se ha desvirtuado; que el registro de los aconteceres no son siempre ciertos porque las fuentes informativas no son confiables o porque se tiene miedo a decir la verdad ante presiones oficiales o privadas… El resultado presente en esta Venezuela, repleta de problemas que van desde la economía, la política, lo social y cultural y hasta la misma intimidad, es que poco a poco hemos ido perdiendo la deliberación social tan necesaria para el reconocimiento y la construcción del Ágora griega o el Foro romano como los lugares donde se reunían los ciudadanos con las autoridades para escuchar y ser escuchados.

Desde este contexto de principios nos parece importante destacar una investigación llevada a cabo por el Instituto de Prensa y Sociedad (IPYS) por segundo año consecutivo sobre el tema del periodismo venezolano y las presiones a las que está sometido. El primer trabajo (2014) tiene por título Propietarios de la censura en Venezuela. Esa investigación llegó a la conclusión de “la opacidad en los procesos de compra-venta de la mayoría de los medios de comunicación”. Y demuestra también “como las ventas estuvieron forzadas por un conjunto de presiones contra los medios por su línea editorial como la apertura de procesos judiciales y cierre de fuentes de información. Tras el cambio de propiedad se evidenciaron modificaciones de la línea editorial y esfuerzos por silenciar a periodistas críticos. Una constante fue la disminución de las unidades de investigación en impresos y en televisión. Otra, la renuncia y despido de muchos periodistas”.

Ahora, esta organización no gubernamental, que tiene como objetivo la promoción y defensa de la libertad de expresión, por un mejor periodismo y por el derecho a la información y comunicación, nos ofrece otra valiosa investigación que se orienta al análisis de la censura y autocensura en el país. Su título: Estudio 2015: censura y autocensura en periodistas y medios de comunicación. Periodismo en arenas movedizas. El trabajo configura una cartografía sobre el tema a través de la consulta a 227 periodistas de medios privados, independientes, comunitarios y estatales. Abarcó dieciséis estados del país. ¿Conclusión?

-“Pese a que se han abierto nuevos espacios independientes y el periodismo ha tomado un respiro con nuevas iniciativas que han derivado en el cambio de la configuración del ecosistema de medios del país, el temor ha copado los espacios en los que debe de prevalecer la máxima expresión. Así se ha avanzado hasta llegar a un periodismo cohibido, domesticado, complaciente, indulgente. Un periodismo sigiloso”.

-“Los estrados francos para la denuncia y el escrutinio público se han debilitado ante las incesantes presiones. Algunas veces excesivas, otras veces menudas. En ellas se imponen las coacciones que logran distorsionar la naturaleza del periodismo como fuerza de contrapoder, un oficio indispensable en cualquier democracia”.

-“Esta es la manera en la que gira el círculo de la censura, a la velocidad de una sociedad desvirtuada, carente de independencia, pluralidad, diversidad y calidad informativa, condiciones fundamentales para garantizar la salud de la deliberación pública”.

Muchas veces se le critica a los periodistas-comunicadores de ser muy críticos y de ser más reactivos que propositivos. Sin embargo, el estudio nos presenta unas propuestas ofrecidas por los mismos periodistas encuestados: 1- La necesidad de formular una ley de acceso a la información pública (97 % lo afirma); 2- Una ley de protección a los periodistas (93 % lo pide); 3- Establecer una ley de reserva de fuentes (90 % de los encuestados); 4- Necesario generar una ley de medios de servicio público (87 % lo considera necesario); 5- Una ley de Internet (85 % lo plantea); y 6-Imprescindible una ley de infracciones civiles (60 % la ve necesaria).

 

El des-orden ha ido de menos a más y a una velocidad sorprendente. El des-orden ha pasado de su ocultamiento a la absoluta transparencia. El des-orden salido de la privacidad de sus actos hasta enseñorearse como rutina… La fiesta y el encantamiento se acabaron. En tal sentido sería bueno recordar aquello que apreciara la filósofa política alemana Hannah Arendt en La condición humana (2005, Paidós), cuando nos expresa que “lo público es lo que puede ser visto y oído por todos, es lo que recibe la mayor publicidad posible”.