Francisco José Virtuoso

Semana Santa nos sorprendió con dos hechos internacionales de gran trascendencia: la visita del presidente Barack Obama a Cuba, entre el 20 y 22 de marzo, coincidiendo este último día con tres explosiones en Bruselas, dos en el aeropuerto y otra en una estación de metro. Se habla de 34 personas muertas y más de 200 heridos, como resultado de este ataque terrorista de los combatientes del Estado Islámico. En Cuba, asistimos al avance en el restablecimiento de las relaciones diplomáticas entre Cuba y EE.UU, lo que inaugura una nueva época de diálogo y entendimiento en toda América Latina. En Bélgica, contemplamos con horror el avance del terrorismo como medio político para reivindicar intereses y posiciones en conflicto.

 

El domingo de Pascua, el Papa Francisco, citando los últimos atentados en Bélgica, Turquía, Nigeria, Chad, Camerún y Costa de Marfil, abogó “para que se promueva en todo lugar la cultura del encuentro, la justicia y el respeto recíproco, lo único que puede asegurar el bienestar espiritual y material de los ciudadanos”.  Para el caso venezolano, El Papa recordó las difíciles condiciones en las que vive el pueblo venezolano, y pidió a los que tienen en sus manos el destino del país, buscar formas de diálogo y colaboración entre todos.

 

Hacer política es el camino, no hay otro, para administrar civilizadamente los conflictos y construir el bien común. Y el centro de la racionalidad política no es otro que el diálogo y el encuentro que hace de la comunicación el instrumento privilegiado para armonizar intereses diversos y en conflicto. Esa es la recomendación del Papa y lo que la historia nos ha dicho de mil maneras. Es lo que los venezolanos quieren, según nos señala la última encuesta de Datanálisis.  El 90,3% del país está descontento con la situación económica y social. El 89,4% de la población cree que las relaciones del gobierno y la oposición seguirán siendo de confrontación, sin embargo, el 85,4% quisiera que esas relaciones fueran de cooperación.

 

Lo que vimos en Cuba es un buen ejemplo de entendimiento político. La visita del Presidente Obama forma parte de un largo proceso de negociación que ha buscado hilar muy fino entre los intereses de EE.UU que éste representa y los de Cuba que personifica Raúl Castro. Obama busca fundamentalmente mejorar el posicionamiento político y económico de EE.UU en la región latinoamericana y para ello debe vencer el ícono que ha significado Cuba como resistencia ideológica respaldada de muchas formas por generaciones enteras de latinoamericanos. Para ello era necesario dar verdaderas señales de cambio y abrir caminos a la solución definitiva al “bloqueo económico”. Por otra parte, en plena campaña electoral presidencial, este acercamiento y actitud hacia América latina, será ciertamente favorable entre los millones de latinos que incidirán notablemente en los resultados.

 

Por su parte, Raúl Castro está apostando, entre otras cosas, a una apertura de Cuba hacia el intercambio comercial con el mundo desarrollado capitalista, en lo que algunos llaman una estrategia de consolidación en la isla de capitalismo concesionario. Para ello es vital el restablecimiento de relaciones con los EE.UU y el cese del bloqueo.

 

Hacer política ha consistido en este caso en la búsqueda de acuerdos que permitan armonizar esos intereses, donde todos cediendo en algo, y a veces ese algo, son aspectos de importancia clave, encuentran puntos de coincidencia en favor de ambos actores. Ese es el camino en Venezuela, y de ello tendrán que convencerse los radicales que tensan la cuerda.  Hace falta para ello operadores políticos nacionales e internacionales.

Publicado en el diario El Universal el 30 de marzo de 2016