Anualmente, en el Instituto Iberoamericano de La Haya, se celebra el Concurso de simulación de la Corte Penal Internacional. Durante casi medio año, los concursantes se preparan para defender las posiciones que deban ejercer en dicho concurso. Este año, el equipo de la UCAB, integrado por Lorena González, Daniela Suárez, María Gabriela Sánchez, Omar Piñango y Pedro Pablo Pérez-Segnini y dirigido por el profesor Ricardo Izquierdo, obtuvo la primera posición en esta cuarta edición del concurso.
Los estudiantes son de distintos años de la carrera de Derecho, pero todos demuestran un gran interés por el Derecho Penal y tienen sus intereses académicos y profesionales bien determinados. Esta es una conversación con el profesor Ricardo Izquierdo junto a María Gabriela Sánchez, Daniela Suárez y Lorena González.

 

ALGO QUE SUENA A VENEZUELA
—¿De qué se trata el concurso? ¿Cómo es la dinámica?
—Normalmente —explica Izquierdo— a mediados de octubre se publica un caso hipotético en la página web del Instituto Iberoamericano de La Haya. Nosotros acá en la universidad hacemos un proceso de selección que consta de un examen, una entrevista y una audiencia oral, porque la competencia consiste, en parte, en una audiencia de este estilo ante jueces. A partir de los resultados de las pruebas, vemos quiénes resultan más apropiados para el equipo; luego hacemos una preselección y formamos un grupo de unas siete personas. Una vez elegidas, empiezan a prepararse hasta aproximadamente enero. Durante ese mes hacemos un corte y queda un equipo definitivo de máximo cinco personas.
—¿Cuál fue el caso planteado este año?
—Un Estado hipotético llamado “República de Alquimia” que, por distintos conflictos políticos, empieza a reprimir manifestaciones: se producen una serie de detenciones arbitrarias, torturas, persecución, desaparición forzada, etcétera… Sí, algo bastante similar a lo ocurrido en Venezuela durante el 2014. En el caso, un grupo de las personas responsables de todos estos hechos, funcionarios de ese Estado, ya ha sido juzgado y condenado por la Corte Penal Internacional.
De modo que los equipos entraron para la etapa de reparaciones. Debían discutir distintos puntos relevantes en cuanto a otorgar reparaciones a las víctimas; por ejemplo, qué vínculo debe haber entre el daño que generó la conducta de los acusados y lo sufrido por la víctima o en qué grado el acusado debe pagar por los daños hechos.
—¿Cómo se preparan los estudiantes para este concurso?
—La competencia tiene dos partes: una escrita y una oral. La primera consiste en escribir lo que llamamos “memoriales escritos”, básicamente los argumentos. La segunda es la serie de audiencias. Tenemos que preparar el memorial conforme al caso hipotético. Cada estudiante, entonces, va investigando cómo resolver el punto planteado en el caso hipotético y desarrolla una serie de argumentos. De forma paralela, todos los sábados realizamos reuniones en las que practicamos la parte oral. Así los estudiantes desarrollan cualidades de orador. Corregimos la postura, entre otras cosas.
—En este equipo, ¿cuál fue el rol que cada uno desempeñó este año?
Lorena González contesta que su participación fue como investigadora. El año anterior había participado como oradora y, por lo tanto, no podía repetir esa función. Su rol era ayudar durante las audiencias. Esto significa que, si sus compañeros, durante la audiencia, recibían una pregunta muy concreta cuya respuesta no conocieran, debía pasarles la información buscando rápidamente en los ficheros preparados de antemano. De esta forma, el jurado mide la preparación y alcance de la investigación de cada equipo.
María Gabriela Sánchez, por su parte, colaboró con las investigaciones y la realización de los instrumentos necesarios para el apoyo durante las audiencias.
A efectos de la planilla de inscripción, solo puede haber tres oradores, un investigador y un asistente del asesor.
Daniela Suárez se desempeñó como oradora en tres de las cuatro audiencias que hubo. “En un principio estuve en el fondo fiduciario. Sin embargo, tuvimos que reestructurarnos porque el orador principal de la defensa tuvo problemas en la voz y cambiamos un poco nuestras posiciones”.
—¿Cómo lograron financiar este viaje?
—El financiamiento es la pesadilla de todos los años —comenta Izquierdo—. Anteriormente, hacíamos actividades como rifas o “potazos” pero ahora, por los costos, eso no sirve de mucho. Sin embargo, tuvimos cuatro situaciones en particular que nos ayudaron: la primera fue una contribución que hizo el profesor Salvador Yannuzzi, quien ayudó a Lorena al momento de pagar una parte importante de su viaje. Por otra parte, abrimos una cuenta en GoFundMe para hacer una campaña de crowdfunding [con ayuda de alguien con cuenta en EE. UU., lo cual es necesario para recibir fondos] y recibimos donaciones. La tercera colaboración muy importante fue por parte del Vicerrectorado Administrativo. Esta fue una puerta que nunca habíamos tocado y este año lo hicimos. Por último, pedimos colaboración en la Organización Internacional para las Migraciones, la cual ayuda a estudiantes o migrantes a conseguir pasajes en bolívares y a un precio preferencial. Así logramos pagar cinco pasajes y el sexto, que fue el mío, lo tuve que pagar yo. Por otra parte, sobre los viáticos, conseguimos un apartamento con un egresado de la UCAB. En principio nos iban a cobrar, pero luego nos lo dejaron gratis con la condición de que ganáramos.
Y lo hicieron.
Además, unos venezolanos, incluso, los recibieron por dos días en La Haya, les dieron tarjetas para no pagar el transporte y les suministraron víveres. Solidaridad criolla.

 

LO BELLO Y LO SINIESTRO
—Además de la experiencia académica, ¿qué otras experiencias del viaje les resultan memorables? ¿Les gustó estar en Holanda?
Daniela dice:
—Personalmente, siempre había soñado con visitar la Casa de Ana Frank, en donde se escondió con su familia de la persecución nazi. Estar ahí fue increíble.
Lorena observa:
—No sé, probablemente mi opinión sea muy subjetiva. Yo amo Holanda; cualquier cosa en Holanda me va a parecer perfecta. Pero, personalmente, mi meta es llegar a la Corte; entonces, conocer la nueva sede y estar en la sala de audiencias número uno de la Corte Penal y del lado de la defensa, para mí fue lo mejor de todo el viaje. Yo quisiera trabajar en algún equipo de defensa. Aunque suene extraño y la gente siempre vea a los criminales internacionales como individuos que no tienen derechos, ellos también son personas y los tienen. Si se va a hacer justicia, realmente implica que haya un equilibrio.
Y por su parte, María Gabriela opina:
—Para mí toda la experiencia fue única. Holanda es un lugar increíble y, sobre todo, es un ambiente totalmente diferente a lo que uno está acostumbrado. Las experiencias que uno vive allá son especiales y definitivamente nos marcan. La Casa de Ana Frank también [para mí] fue asombrosa. Uno, incluso cuando termina la visita, siente ganas de llorar porque entiende las atrocidades que les ocurrieron a esa pobre niña y a muchas personas más.
—¿Pueden decir de forma breve qué piensan sobre el estado de derecho en Venezuela?
—No hay —dice sin titubeos Lorena—. Aquí no se respeta absolutamente nada.
María Gabriela coincide con Lorena, “pero los venezolanos debemos luchar porque haya”. Y Daniela comenta: “Después de estar en Holanda y hacer una comparación con Venezuela, sabemos cómo nos gustaría vivir. Así es que aprendemos que si hoy estamos mal y mañana queremos estar mejor, debemos trabajar en ello”.
Y el profesor Ricardo cierra diciendo que “es algo que se construye poco a poco. Creo que si seguimos formando abogados como estos chicos brillantes que viajaron, podríamos conseguir una mejora”.

♦ Patricia Graziani

 

FOTO: De izquierda a derecha, el profesor Izquierdo y las alumnas Lorena González, Daniela Suárez y María Gabriela Sánchez.