Manuel Llorens

La semana pasada la agencia venezolana de JWT -J. Walter Thompson Caracas- obtuvo el León de Bronce en el Premio Cannes por una campaña que realizaron con la Policía de El Hatillo[1]. Es el premio de creatividad más importante en el ámbito mundial y es apenas la tercera vez que una agencia venezolana conquista uno. La Policía Invisible ganó en la categoría outdoor en que concursaban otros 5.367 candidatos.

La noticia alegra por la premiación del talento venezolano y también por su conjunción con la atención a un tema que nos acorrala, como lo es la inseguridad. Sergio Sánchez, el joven creador de la pieza, cuenta que la idea se le ocurrió regresando a su casa en San Antonio de los Altos cuando se dio cuenta de que la decisión de subir en autobús o en taxi, muchas veces dependía de si veía o no una patrulla policial que en ocasiones se estacionaba en el camino. Con ese insight arrancó un proceso de colaboración con su equipo y con la Alcaldía de El Hatillo para desarrollar lo que llamaron un “experimento social” que buscó retratar el impacto de la presencia policial en el uso del espacio público.

La gestión de David Smolansky ha tenido que potenciar una policía que heredó diezmada, tanto por el número de funcionarios como por el estado de las patrullas y del equipamiento. La idea calzó con las necesidades y la iniciativa municipal. Se dieron a la tarea de arreglar algunas de las patrullas que quedaban destartaladas para colocarlas como si estuviesen activas en algún punto crítico de la ciudad con cámaras grabando para registrar si su presencia estimulaba o no la circulación de los ciudadanos. La grabación de esa experiencia sirvió como material para construir la campaña exigiendo más apoyo para el municipio.

Las imágenes son sencillas, pero corroboran el incremento del uso de la calle que genera la patrulla. Remarca la importancia de la ocupación de los espacios públicos por una ciudadanía activa y la importante presencia de los símbolos de una fuerza institucional coherente. Ideas que han circulado ya durante varios años en la criminología. La experiencia nos remite a uno de los experimentos del psicólogo Zimbardo[2], quien, en 1968, colocó un auto sin placas, con el capó abierto en el Bronx y el otro en Palo Alto, California. El auto en el Bronx fue rápidamente vandalizado, en cambio al de Palo Alto, nadie le hizo nada. De hecho un vecino pasó y le bajó el capó. Este relato ha impulsado a científicos sociales a afirmar que las condiciones ambientales sirven para inhibir o facilitar los actos delictivos. En las comunidades el orden genera un efecto inhibitorio al crimen, las personas presuponen la presencia de la ley. En comunidades descuidadas, como lo era el Bronx, las condiciones comunitarias transmiten una sensación de anonimato que diluye el compromiso social. Esta experiencia fue fuente de inspiración para lo que luego se ha llamado la teoría de las “Ventanas Rotas”. Los criminólogos que la propusieron sugieren que el cuidado del ambiente, la atención a los pequeños detalles disminuye el crimen. Un almacén con dos ventanas rotas es una invitación a más vandalismo. Un almacén que repara rápidamente una ventana rota es señal de lo contrario.

Consideremos solo por un instante las diferencias entre soluciones porpuestas por jóvenes profesionales comprometidos con el país y la respuesta militarizada de las OLP. La conjunción del esfuerzo de la alcaldía con la genialidad de jóvenes del mundo de la publicidad, al punto de ser celebrados internacionalmente, son razones concretas para esperar un país mejor.

[1] Para ver la campaña: https://www.youtube.com/watch?v=2RA4IOzwxnE

[2] Zimbardo, P. (2008). El efecto Lucifer: el por qué de la maldad. Barcelona: Paidós.