Francisco José Virtuoso

En estas últimas semanas asistimos a un tsunami económico, cuyo signo más alarmante es la pulverización de nuestra moneda frente a la escalada del precio del dólar en el mercado paralelo de divisas. Asdrúbal Oliveros señala que “en un mes y medio la tasa de cambio no oficial ha aumentado 1.867,9 bolívares por dólar; más de lo que aumentó en los diez primeros meses del año”.

Es obvio el terrible impacto que este fenómeno tiene sobre una economía como la venezolana, fundamentalmente importadora y sin divisas. A la larga y difícil crisis económica que nos agobia, caracterizada por una drástica caída de las inversiones y de la producción, altos niveles de inflación, desabastecimiento y devaluación explosiva, se nos suma ahora esta violenta esquizofrenia del mercado cambiario que potenciará todos nuestros problemas de sobrevivencia. Empobrecimiento y hambre es la traducción inmediata de este tenebroso cuadro para millones de venezolanos.

La gran mayoría de los ciudadanos es consciente de que esta situación se debe fundamentalmente al modo en que el Ejecutivo Nacional ha manejado los problemas estructurales de nuestra economía. Nuestra crisis es el resultado de la aplicación de un modelo de intervencionismo y control extremo, manipulación cambiaria y de precios, sustitución de la producción e importaciones privadas por el Estado, expropiaciones ineficientes y producción inorgánica de dinero para mantener la ilusión del consumo de bienes y servicios entre los sectores populares. La terquedad de los gerentes del modelo oficialista es, de acuerdo a la opinión común, la causa fundamental de nuestra debacle.

Así lo señalan reiteradamente las encuestas. Datanálisis, por ejemplo, nos indica que “el 78,5% responsabiliza al presidente Maduro de la gravedad de la situación socioeconómica del país y el 80,5% quisiera un cambio de gobierno y de modelo, que rescate los equilibrios y le devuelva al país, a las empresas y a la gente la esperanza de un futuro mejor”.

Es el Gobierno Nacional quien debe honrar una palabra. La palabra confianza. En efecto, la incertidumbre política ha sido uno de los factores clave para que el mercado paralelo del dólar se haya disparado en búsqueda de un mínimo de seguridad, aunque su costo sea altísimo. Como sostienen varios economistas, el mercado paralelo representa la única válvula de escape de una economía altamente distorsionada y controlada, en un contexto en donde las expectativas de cambio político se desdibujan cada día más y se acentúa el peligro de que se perpetúen las actuales características de control y autoritarismo causantes de nuestros grandes males.

Ahora bien, siendo esta la situación del país, sólo un proceso serio de transición política puede garantizar un cambio de rumbo real. Por ello, la convocatoria de un referendo revocatorio presidencial para este año 2016, despertó las esperanzas de la gran mayoría y generó expectativas muy positivas, pero todo esto se vino abajo con la suspensión arbitraria del referendo y el montaje artificial de una mesa de diálogo que prometía muy poco, por la falta de seriedad y de compromiso por parte del gobierno nacional.

En efecto, la manera como el oficialismo ha asumido el cumplimiento de los acuerdos de la mesa de diálogo no hace más que profundizar la desconfianza de la gran mayoría de los venezolanos sobre su capacidad para corregirse. Por eso la oposición amenaza con no continuar en el proceso hasta tanto no se produzcan respuestas efectivas. Para los mediadores debería ser evidente que la MUD tiene razón, especialmente para el Vaticano, que está allí representando la confianza de los venezolanos.

Publicado en el diario El Universal el 07 de diciembre de 2016