La teoría debe soportar la prueba de lo real, porque de ella surge y a ella retorna. La dialéctica entre teoría y praxis encarna en la existencia cotidiana; primero, porque la teoría no puede pretender bastarse a sí misma; segundo, porque no existe ninguna teoría que no se encuentre, por fortuna, manchada por las sombras de su propia historia. Asumir la historicidad significa que los conceptos empleados para comprenderla tienen que ser peregrinos de su paisaje y paisaje de una peregrinación.

En El perdón Miradas diversas, distintos textos interdisciplinares no dejan de abogar por el perdón desde un punto de vista teórico, pues las visiones meramente pragmáticas para la resolución de los conflictos sociopolíticos pueden caer en el error de ser demasiado simplistas, al no poseer los conceptos que otorguen profundidad al horizonte que se ha de conciliar. Pero al mismo tiempo, el libro se inspira, consciente e inconscientemente, en la dolorosa realidad que, marcada por los excesos populistas, tendrá que venir mediada por los procesos requeridos para elaborar una conciliación a mediano y largo plazo. Si las palabras logran sangrar las heridas, la sociedad se coloca in via hacia la Gracia, la promesa y la conciliación, es decir, hacia el perdón.

Venezuela es un espacio urgido de redención. Por tanto, este texto sobre el perdón nace de un contexto en el cual la ofrenda de justicia social, lanzada al aire proféticamente a finales de los 90, moralmente necesaria, sin dudas, se ha trocado en su contrario, mientras la vanguardia revolucionaria, autoconcebida como necesidad histórica de un país descuidado por las antiguas élites políticas, se ha ido convirtiendo, pari passu, en reposo burocrático, en paranoia y delirio, en la conservación del poder por el poder, dejando de lado la ética de la auctoritas, y enfocándose ahora en la represión de las disidencias. El perdón es el lenitivo de las heridas, el fármaco del tiempo, la elaboración piadosa de la palabra íntima que las conjure. Heridas que no son sino el producto de una Realpolitik construida para segregar internamente a los opositores, como si éstos no pertenecieran al país compartido, pues el  llamado a la unidad nacional, según esta política, no debía permitir resquicio alguno de discrepancia. De esa unidad forzada, nacen las heridas, en especial, porque las actuales condiciones tardomodernas no permiten el cumplimiento de una eticidad homogénea, en la cual cualquier tipo de disidencia sería la vanguardia de la traición, tanto humana como partidista. El sectarismo de los actuales dirigentes, usado como argumento en contra de los viejos, ha lesionado la integridad de las familias, desgastado el tejido social, dejado la anomia como fórmula privilegiada de convivencia, santificado la apatridia. Ni siquiera el estado de derecho, salvo que favorezca a la dirigencia militarista de la Venezuela de hoy, se ha salvado de semejante holocausto, pues parece que la nueva política se fecunda en el desorden, la violencia, las pérdidas normativas y el codiciado extrañamiento de los diálogos.

El libro, en sus distintas composiciones y ámbitos de saber, procura enfrentar al lector a las consecuencias que arrojan los discursos edificados para fracturar la responsabilidad de unos por otros, la solidaridad incluso entre extraños, la misericordia ante las faltas. No obstante, también enfrenta al lector a las dificultades, innúmeras, de que ese milagro denominado perdón se consolide tanto cognitiva como emocionalmente en las víctimas de un gobierno administrado de manera irresponsable, desde la arbitrariedad y la retaliación: la violencia de un Estado entendido pleromáticamente es inevitable, al disolver de facto justamente todas las instituciones responsables de restringir las posibles extralimitaciones del poder ejecutivo. Extralimitación que provoca el nacimiento de ofensores y ofendidos, de víctimas y victimarios. El perdón se lee como sanación de tales heridas traumáticas, como búsqueda de la justicia, como renacimiento, como análogo de la misericordia divina.

Desde esas 4 miradas distintas brota la reconciliación como congregación en una nueva unidad. Sin embargo, a fin de evitar que una peligrosa unanimidad cosmovisional (“Venezuela profunda”, “que cesen los partidos”, “lealtad sin fisuras”) confunda de nuevo la tolerancia, ella habrá de aceptar dentro de sí, como cualquier lectura, la vida de las diferencias, los textos otros, díscolos, heterogéneos, la contradicción, someterse al foro de la realidad, los eventuales reajustes. La heterodoxia debe ser bienvenida, tanto en textos como en convivencias. Más allá de los lamentos acerca de un país vivido desde la diáspora de la oposición y la intimidación del poder, hoy es menester admitir que sólo un gran esfuerzo de conciliación puede mover a la paz y convocar a los emigrados, personas, textos e ideas. Desde el punto de vista psicológico, el perdón implicará permitir que el trauma hable para hacer el duelo de lo  perdido; desde el jurídico, que la justicia transicional no será cómplice de la impunidad; desde el filosófico, que la herida tendrá que encontrar su palabra; desde el teológico, teniendo a Jesús como modelo, que el amor devolverá al ser humano las dimensiones olvidadas. Por las perspectivas ofrecidas en las 4 lecturas, este libro sobre el perdón querría sumar su voz  a las de quienes desean sanar los vínculos heridos de una comunidad acosada, tanto por la violencia del Estado y de sus dirigentes, como por la violencia social y anómica, de la cual no está excusada la actuación de aquéllos.

  • EL PERDÓN. Miradas diversas

Mario Di Giacomo (Coordinador-editor)

AB ucab ediciones/Konrad Adenauer Stiftung. Colección Letraviva

Venezuela, 2016