Apasionado por la enseñanza, amante de su carrera y ucabista de corazón. Estas son las tres cualidades que saltan a la vista luego de tener una conversación con este caraqueño, nacido un 29 de diciembre de 1957, hace casi 62 años. 

Pedro Vicente Navarro egresó de la UCAB como Licenciado en Relaciones Industriales en el año 1986. De su época universitaria, el profesor recuerda haber compartido intensamente con sus compañeros. “Fuimos un grupo que vivimos todo intensamente, realmente disfrutamos nuestra época universitaria al máximo,” recordó.

Deseoso de progresar a través del conocimiento, al culminar su carrera empezó un máster en Administración de Empresas en el Instituto de Estudios Superiores de Administración (IESA), el cual terminó en 1989. Mientras estudiaba su postgrado, el exrector de esta casa de estudios, Luis Ugalde (para aquel entonces vicerrector académico) lo invitó a asumir un cargo dentro de un proyecto naciente que permitía formar profesionales a través de cursos: lo que hoy día se conoce como el Centro Internacional de Actualización Profesional (CIAP).

Navarro declinó la propuesta, porque le ofrecieron una alta responsabilidad en el IESA: el cargo de Gerente de Cursos de Desarrollo Gerencial. Sin embargo, Ugalde no se dio por vencido y le pidió que, a cambio, aceptara ingresar al staff de docentes de su alma mater, algo a lo que este industriólogo no pudo -ni quiso- negarse.

Fue así como en el año 1988  se convirtió en profesor de la UCAB, labor que ha realizado de manera ininterrumpida desde entonces. 

En su hoja de vida tiene haber sido coordinador académico de la carrera de Relaciones Industriales y haberle dado clases a varias generaciones de estudiantes, incluyendo autoridades y directivos de la universidad, como el vicerrector administrativo, Gustavo García, o el director de Recursos Humanos, Josué Bonilla, de quienes dice sentirse orgulloso y a quienes recuerda con mucho cariño.

Según se escucha en los pasillos y oficinas de las tres escuelas donde dicta cátedra, son muchos los que se pelean un cupo para estar en su clase. Actualmente, tiene a cargo siete materias:  en Ciencias Sociales da El Pensamiento Organizativo (1er semestre),  Metodología de la Investigación Social III y VI (5to y 6to semestre, respectivamente) y Seminario de Trabajo de Grado I y II, (7mo y 8vo semestre). En Comunicación Social dicta Teorías Administrativas (6to semestre), mientras en Administración y Contaduría da Teorías del Liderazgo.

Producto de su esfuerzo y amor a la enseñanza, Navarro cada año recibe al menos 10 reconocimientos por su excelencia de parte de la Escuela de Ciencias Sociales.

Además, su paso por la UCAB le permitió conocer a su esposa, la profesora y socióloga Claudia Peña, y le dio la oportunidad de ver graduar a sus tres hijos: dos sociólogos y un administrador.

Actualmente combina su labor docente con su trabajo como consultor organizacional en Leading Edge, Desarrollo Ejecutivo, la empresa que fundó en 1998. 

Pero más allá de su esfuerzo como emprendedor y gerente, luego de 31 años de docencia Pedro Navarro espera seguir sembrando  y cosechando semillas de progreso en la UCAB, porque es éste el lugar que considera su segundo hogar y el que le dio lo mejor: su segunda familia.  

¿Qué lo diferencia a usted de sus colegas al momento de dar clases?

   Pedro Vicente Navarro“Yo soy un convencido que hay que educar para la vida y para el trabajo, educar para la acción y educar para el servicio. Buena parte de lo que yo hago consiste no solo en transmitir los conocimientos que tengo. Uno le puede decir a los estudiantes que si faltó a una clase puede leerse el contenido en los libros, pero lo cierto es que mis comentarios, mis anécdotas, los cuentos que yo echo, las vinculaciones que yo hago en clase con la vida real se los perdió, porque eso es algo que en los libros no está. En ese sentido, las cosas que intento transmitir van más hacia la comprensión aplicada de las bases teóricas”.

¿Qué hace que los estudiantes deseen volver a ver clase con usted? ¿Sigue algún método que les guste?

“Yo creo que no hay método que sea mi método o mi truco, pero algo que yo hago cuando empieza la materia en un semestre es que en las dos primeras clases yo hago que ellos elaboren conmigo, o yo con ellos, un mapa del tesoro de la materia, una hoja de ruta o un plan de vuelo. Esto está dibujado en el pizarrón y vamos pasando por toda la materia y hacemos un plan de vuelo y les indico con cuál autor debemos iniciar, qué viene después hasta que llegamos a la última clase y vemos cómo todo tiene sentido”.

¿Tiene alguna anécdota muy especial de todos sus años dando clase?

«Bueno, te puedo decir una. La semana pasada estaba como jurado en una defensa de tesis de una chica que justo salió del liceo, comenzó clases en La Católica y su primera clase de la carrera, que, por cierto fue a las 7 am, fue la mía. Ahora yo era jurado en su tesis y ella en la defensa me comentó cómo ella recordaba todos los gestos que yo hice el primer día de clase.  En esa materia yo doy una introducción de la materia y yo empiezo a imitar los gestos de Charles Chaplin en la película Tiempos Modernos. Imagínate a Chaplin haciendo una sátira del mundo industrial y la exageración en las muecas porque es el cine mudo. Todos los gestos que él hacía yo los payaseo, lo hice en la primera clase de esa chica. Fue muy bonito porque ella hacía comparación con su propia madurez. Cuatro años después ella me dice: ‘ahora entiendo estas payasadas’ «.

Para usted ¿qué es lo más gratificante de todo el esfuerzo que hace en el aula  semestre tras semestre?

Pedro Vicente Navarro«Es difícil decirlo porque no es un solo elemento. A veces es una cosa tan sencilla con que un día yo termino una clase y me digo: ‘Wao, te quedó impecable’. Tú lo sientes. Ves a los estudiantes en total conexión, tomando nota, sientes a los estudiantes que no se distraen, que están conectados, además que el hilo de la clase empezó en un punto y terminó en algo más profundo. Eso es algo que me llena mucho. Otra cosa que me emociona es saber que mis estudiantes tiene éxito en su vida laboral. Que de repente te consigas a alguien en la calle y lo veas desempeñando un cargo importante o que impactan socialmente, eso me hace sentir que lo que estoy haciendo por formar realmente vale la pena. También es estimulante que termine una sesión y que veas que los muchachos no recogieron sus cosas y se fueron, sino que todavía están sentados y que seis u ocho estudiantes se paren para hacer una fila y preguntarte algo  y pasen 15 minutos y el último todavía siga esperando a que lo atienda».

♦Texto: María José Rodríguez/Fotos: Andrea Alas