A un mes del fallecimiento del rector de la UCAB, la reconocida arquitecta, investigadora y experta en rehabilitación de barrios resalta el empeño que le puso el sacerdote jesuita a la organización comunitaria en Catuche, sector popular caraqueño en el que trabajó como líder pastoral durante más de dos décadas

Recuerdo haber conocido al padre José Virtuoso en Catuche, hacia finales de los años ochenta, cuando, junto al arquitecto César Martín, se iniciaba la construcción de un centro comunitario educacional en ese barrio situado en La Pastora, al norte de Caracas. “Joseíto”, como le decíamos, aún ni siquiera había sido ordenado como sacerdote. Ambos, Virtuoso y Martín, trabajaban en un proyecto concebido para convertir las ruinas de un antiguo tanque de agua, el cual había servido de aljibe al centro de la ciudad de Caracas desde la Colonia, en un espacio útil a los vecinos que habitaban sus alrededores.

En ese contexto vinimos a entrar en tratos con el padre Virtuoso el arquitecto Federico Villanueva y mi persona, lo cual nos permitió conversar largamente con él acerca de los barrios y la necesidad de dotarlos de los servicios que fuesen necesarios con el fin de integrarlos a la ciudad. Los tres actuábamos convencidos de que tal realidad no podía ser condenada a la categoría de territorio sub-urbano. Para mayores coincidencias, iniciábamos justamente en aquel entonces la puesta en práctica del «Plan de incorporación de los barrios al área metropolitana de Caracas”, el cual diseñáramos en la Universidad Central de Venezuela para beneficio del Ministerio de Desarrollo Urbano como parte de nuestras labores de investigación. Éste abarcó todas las zonas de barrios de Caracas y sus alrededores, precisándose dentro de tal programa las zonas de barrios, sus niveles de urbanización y lo que debían ser las necesarias actuaciones urbanísticas a tal fin.

Virtuoso solía afirmar lo siguiente: “Catuche es uno más de estos casos. Dentro del barrio, el uso del espacio y las relaciones que ese uso genera son también auto-producidas, no tienen ningún control institucional y, por lo tanto, siempre están sujetas a la arbitrariedad. La ciudad no reconoce al barrio porque está fuera de su ordenamiento jurídico. Los habitantes de los barrios se han tomado por su propia mano un lugar en la ciudad que ella no les ha otorgado: son invasores. Su presencia es detectada como amenaza”.

Pese a ello, Catuche contó con un anteproyecto de habilitación física para el barrio, atendiéndose así a sus peculiaridades especificidades. Tal anteproyecto ha servido como visión de futuro en materia de condiciones urbanas y ambientales, al tiempo que se ha visto asumido como algo propio por parte de las comunidades residentes. Aparte de ello, contenía los proyectos que resultaban necesarios en la zona, desde vialidad y servicios de infraestructuras, hasta equipamientos comunales y la construcción de viviendas de sustitución.

En el marco de tal anteproyecto, el padre, junto a un equipo de técnicos, puso en marcha un novedoso proyecto de autogestión comunitaria que la Alcaldía de Caracas, bajo el lema del “gobierno de la gente”, permitió desarrollar como experiencia de consorcio social y dotándola con la forma jurídica de administración delegada a la hora de gestionarse los recursos públicos para el desarrollo de las obras previstas. En función de esta novedosa forma de participación, y a la hora de desarrollar tales obras junto a profesionales calificados en el área, el Estado delegaba en las comunidades organizadas los recursos públicos para que fueran directamente administrados por ellas, convirtiéndolas, a lo largo de este proceso, en cuentadantes de la República.

Esa primera experiencia nos valió que Catuche fuera calificada entre las cien mejores prácticas urbanas durante la II Conferencia de las Naciones Unidas sobre Asentamientos Humanos (Hábitat II), la cual tuvo lugar del 3 al 14 de junio de 1996 en Estambul, Turquía.

Cuando nos tocó dirigir el Consejo Nacional de la Vivienda (CONAVI) en 1999, Joseíto nos acompañó desde Catuche y así logramos impulsar los programas de vivienda y hábitat contemplados por la ley de Vivienda 1999. Con tal propósito, se desarrollaron 247 zonas de barrios en todos los estados del país contándose con anteproyectos de diseño urbano para cada uno, lo cual terminó beneficiando a un millón ochocientas mil personas.

También nos tocó abordar junto al padre Virtuoso el deslave de 1999 y la afectación que tan terrible catástrofe produjo en la zona de Catuche. Esa madrugada del deslave, en diciembre de 1999, recibí una llamada del Padre a fin de que los ayudáramos en la tragedia que acababa de ocurrir, y así lo hicimos.

Catuche, a fin de cuentas, fue utilizado como referencia para hacer extensivos sus aprendizajes a otros muchos barrios de Venezuela. Tal proceso se vio lamentable e injustamente truncado a partir del año 2001. Pero al menos nos queda en este sentido el consuelo y el recuerdo de lo que significara que el padre Virtuoso nos acompañara de manera tan solidaria cuando los programas de CONAVI fueron interrumpidos. De hecho, Virtuoso dirigió una lucha de calle en los alrededores de CONAVI y el Foro Libertador junto a pobladores de las distintas regiones del país con el fin de reivindicar estos programas.

El padre José prosiguió hasta su muerte, y aun en medio de las crecientes exigencias que le imponían sus responsabilidades como rector de la Universidad Católica Andrés Bello, en su terco empeño por favorecer la mejora de los barrios, no sólo convencido de que la ciudad debía ser una sola sino siendo fiel creyente en lo que significaba impulsar una política social basada en la mejora profunda de los barrios, algo que, a su juicio, era lo más importante que debía realizarse.

Fueron muchos los encuentros e intercambios que sostuvimos, al igual que todo cuanto supusieron las innumerables andanzas, aventuras y viajes que compartimos. No me resulta fácil hallar la forma más apropiada de expresar cuánto he venido a extrañarlo.

Tras su desaparición física, el mundo académico ha perdido un valioso recurso; pero sus enseñanzas y ejemplo perdurarán para quienes lo seguimos en la prosecución de estas mismas tareas. Las personas de los barrios han perdido también a un valiosísimo amigo, pero los anima la convicción de continuar todo cuanto les enseñó, ahora quizá incluso con más fuerza que nunca.

Cierro estas líneas con un hermoso párrafo que él mismo escribió para un libro bilingüe de pronta aparición, y el cual lleva por título La Habilitación Física de Barrios, Principios, Historia y Metodología. Allí, a través de un testimonio muy personal, dejó apuntado: “En Catuche proseguimos la historia, convencidos de que el camino iniciado en ese sueño que concebimos en los comienzos de los años 90 es la senda a seguir. De ello está convencida su gente”.

*Foto: Marcos Colina

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