“El fútbol no es un deporte perfecto. No comprendo por qué se quiere que el árbitro lo sea”, dijo alguna vez Pierluigi Collina, uno de los mejores jueces de la historia del balompié. Y es que el oficio de ser  réferi es uno de los más ingratos del mundo, puesto que su trabajo usualmente es contrariado constantemente y suele ser víctima de un festín de insultos por parte de las aficiones. A pesar de esos elementos negativos, hay personas que aman esta profesión y se dedican de lleno a ella, uno de estos personajes es el ucabista Michealgelo Minervini.

Minervini comenzó, como todo niño, teniendo su primer contacto con el balompié jugándolo. Por entonces jugó siempre de portero en el colegio Las Cumbres en la disciplina de fútbol de salón. Confesó que ocupó esa posición puesto que era “gordo”—en un momento de su vida llegó a pesar más de 100 kilos y con el arbitraje rebajó hasta 20 kilos. Esta situación respondía a una ley tácita del “fútbol callejero”, donde el más pasado de peso siempre va a la arquería.

Su etapa como jugador duró hasta sexto grado, desentendiéndose de la posibilidad de llevar una vida ligada al fútbol, hasta finales de su bachillerato. Hacia el final de su educación diversificada, Minervini asistió a un encuentro del balompié nacional y fue testigo de un mal arbitraje por parte José Luis Hoyos, hoy en día su colega. Los errores de Hoyos lo motivaron para realizar el curso para ser réferi y dar su aporte desde adentro.

En 2012, quedó federado por Distrito Capital, ese mismo año dirigió su primer partido. El enfrentamiento fue entre Deportivo Gulima y Sporting de Caracas, en Los Teques, un choque al cual  tilda de “tremendo juego”, mientras esboza una sonrisa en su rostro y sus ojos le brillan, como cuando un abuelo revisa un álbum de fotos y revive un momento especial.

Con tres años de experiencia se propone dirigir la serie nacional del próximo torneo del fútbol nacional (adecuación), en el cual se encargaría de arbitrar los choques de las filiales sub 18 y sub 20 de los clubes de Primera División. Asimismo, apunta por las categorías de plata y bronce del balompié criollo.

 

PUENTE AL ÉXITO

El arbitraje no es una profesión lo suficientemente bien remunerada para vivir de eso en América, a diferencia de Europa. Por ende, Minervini comparte la pasión por impartir justicia con la carrera de Ingeniería Civil, la cual cursa en la UCAB y va por el noveno semestre de ella. “Como las dos me  encantan me dedico de lleno a estas  dos pasiones, uno es mi economía y otra mi hobbie”, explicó sobre cómo comparte estas dos labores disímiles.

Sin embargo, también ejerce su oficio como colegiado en la institución, en las competiciones organizadas por la Dirección de Deportes. El torneo interno, último certamen del año académico, es dirigido por él en la disciplina de fútbol campo. Asimismo, cabe destacar que Minervini es el único estudiante que a su vez es árbitro federado de la UCAB.

Hoy en día no tiene dudas sobre cuál es su sueño: dirigir una final de un Mundial o una Copa Libertadores —la competición más importantes de clubes en Sudamérica.

“Mi meta es ser el mejor árbitro del mundo y con esfuerzo lo lograre”, aseveró Minervini, con la alegría que lo caracterizó durante toda la entrevista. Una sonrisa que posiblemente veamos un día en televisión pitando el inicio de un partido importante y siendo el primer ucabista en arbitrar en una competición internacional.

♦ Luis Vílchez