Luego de 27 años de servicio continuo en La Católica, las anécdotas y momentos que ha vivido en sus pasillos y oficinas son muchos. Su dedicación, esfuerzo y compromiso lo han destacado como un ejemplo que inspira y un gran amigo para los empleados.

Aunque de pequeño siempre vio a la universidad como una referencia porque creció en Antímano, la primera vez que Rommel Ramírez se topó con la UCAB fue en 1986, a los 14 años, cuando cursaba bachillerato y decidió acercarse a los estudiantes de ingeniería para que lo ayudaran con la materia de matemáticas. Ese primer encuentro con el campus y su gente lo hizo enamorarse de la institución.

Sin embargo, no sería sino hasta 1991 cuando se define su historia con la UCAB, gracias a la insistencia del sacerdote Luis Azagra, quien era uno de sus mentores en una agrupación juvenil a la que pertenecía y le propuso aplicar para un empleo en la universidad. Un 16 de septiembre comenzaría oficialmente su recorrido por la que ha sido su casa laboral, cuando fue aceptado para trabajar.

«Cumplidos  los 18 años, graduado de bachiller, yo formaba parte de un grupo llamado Huellas en la comunidad de Santa Ana, en Antímano. Recuerdo que le pedí consejos al padre Azagra sobre qué hacer con mi vida y me dijo que fuera a La Católica a pedir una planilla de trabajo. El 31 de julio vine, hice una prueba el 8 de septiembre y el 16 me contrataron».

Durante 10 años estuvo adscrito a la biblioteca, pero su experiencia e instinto le pedían un poco más y en 2001 pasa a trabajar en la Dirección de Tecnología e Información (DTI),  «que anteriormente se llamaba Centro para la Aplicación de la Informática (CAI)», aclara. 

Mientras trabajaba, decidió estudiar la carrera de Educación -en la UCAB, por supuesto- y asumir más responsabilidades para alcanzar sus objetivos.

«Comencé a estudiar Educación mención Ciencias Sociales; estuve allí casi 3 años, no pude con una materia y me cambié a Ciencias Pedagógicas. Lo irónico es que me tocó ver la misma materia pero esta vez la pasé (risas) y me gradué en el 2004. Ese mismo año comencé a dar clases en el Colegio Los Arcos, que queda en La Trinidad. Yo vivo en Caricuao, entonces tenía que madrugar para llegar, luego venía a la UCAB a trabajar de 2 de la tarde a 9 de la noche. Así estuve hasta el año 2007″.

Precisamente en ese año fue cuando sus estudios y esfuerzos fueron reconocidos por la universidad y le ofrecieron una nueva oportunidad: un cargo como profesional en la Dirección de Recursos Humanos, dependencia en la que se mantiene desde entonces  y en la que trabaja incansablemente por el personal de la universidad.

«En el 2007, la señora Maite Garitaonandia, que era la directora de Recursos Humanos, me llama y me dice que hay una oportunidad allí, no como empleado sino como profesional, una nómina diferente. Por supuesto que lo acepté y entré a trabajar, ya con otras aspiraciones. Era totalmente un reto para mí».

Ramírez retomó sus estudios y realizó un postgrado relacionado con la nueva área de la que se hacía responsable. Gracias a esto, ha recibido tres ascensos que lo han seguido impulsando.

«Hice mi maestría en Recursos Humanos y Relaciones industriales. Seguí trabajando en este departamento, en donde primero fui analista, luego especialista y ahora soy coordinador de gestión de talento. Estoy aquí formando parte del equipo con Josué Bonilla, Betty Formica y Ángel Finocchiaro».

Con tantos logros dentro de la UCAB, Rommel Ramírez explica que su receta para el éxito ha sido el esfuerzo. Es por esto que constantemente motiva a los trabajadores luchar para alcanzar sus objetivos y les pide que no se rindan frente a las adversidades.

«Yo diría que hay tener constancia, dedicación y esfuerzo. Las cosas no llegan fácilmente. Si no tienes estas tres cualidades no logras nada. Por eso a los nuevos empleados siempre les digo que vean la universidad como una esperanza, que se pregunten qué van a hacer, por qué están aquí y que luego se proyecten a futuro. Para estar aquí hay que estar comprometido. Acá tenemos que estar todos los días poniendo nuestros hombros y ayudándonos unos a otros. No hay otra forma; a la gente hay que quererla y demostrarle afecto, eso es importante. Podrás tener un expediente de muchas cosas positivas y títulos académicos, pero si no tienes la humildad de querer a otro, eres una persona distante; hay que motivar con el ejemplo».

En ese sentido, él mismo no deja de experimentar en nuevas áreas y continuar sus estudios para brindar un mejor servicio a los ucabistas.

«Ahorita estoy haciendo un diplomado de liderazgo y gestión de instituciones de educación superior. También soy docente, recientemente terminé de dictar mi primera cátedra de identidad, liderazgo y compromiso. Me costó un poco llegar aquí, pero lo logré».

El vínculo de Rommel con la UCAB es profundo, pues confiesa que la universidad no solo le ha acompañado en su camino profesional sino también en sus logros personales. En el año 1992 conoció en el campus a su esposa Brenda y, luego de 24 años de matrimonio y tres hijos, se siente orgulloso de haber transmitido a su familia su amor por la universidad.

«Tengo 3 hijos: Rosmely, la mayor, tiene 24 años y estudia Administración y Contaduría aquí en la UCAB, igual que Rommel Josué, de 18, que empezó su primer semestre este año en Educación mención Biología y Química. Por último está Danielita, que tiene 14 años. A mí no solo me enorgullece que mis hijos sean ucabistas sino que me honra; creo que ese es nuestro legado. Hemos visto crecer a la universidad pero también a nuestra familia, por lo que, para mí, que ellos sean parte de esto es muy importante. Las personas que trabajamos y tenemos hijos estudiando acá vemos cómo La Católica nos brinda todo el apoyo. Yo creo que mis hijos entienden ese valor, porque han estado acá desde pequeños».

A sus 46 años de edad y con más de la mitad de la vida en la institución,  este educador resume lo que ha significado formar parte de la UCAB, agradeciendo las oportunidades recibidas para formarse y crecer como profesional y ser humano.

«En esta casa tienes la oportunidad de desarrollar tus sueños. Desde que tuve el primer contacto con la universidad a los 14 años me enamoré de ella, pero siempre con metas; eso es parte de la formación que tuve. Cuando integraba el grupo Huellas, lo que nos decían nuestros mentores es que hay que tener sueños y metas: los sueños son el lugar donde quieres llegar y las metas representan cómo vas a llegar ahí. Bueno, yo soñé estar aquí, haciendo lo que hago. Y si me preguntan cómo defino la universidad, diría que la UCAB es una esperanza de vida, un hogar en donde todos tenemos nuestra oportunidad. En mi caso se han dado, las he cosechado y ahora me estoy comiendo los frutos».

♦Lesslie Mendoza/Foto: Mariann Palacios