Marielba Núñez 

Una larga lista de insultos se ha ganado la crítica de medios canadiense Anita Sarkeesian solamente por atreverse a cuestionar el sexismo de algunos de los videojuegos más vendidos en el mundo, tan evidente que parece absurdo que alguien quiera negarlo. Sarkeesian hasta ha recibido amenazas de muerte por difundir su punto de vista, algo que contrasta con la serenidad con la que expone, en la web feministfrequency.com, lo que piensa acerca de los estereotipos que predominan en algunos de los productos más populares del mercado.

A los personajes femeninos se les reserva el papel de damiselas en apuros o de objetos sexuales, se queja Sarkeesian, y entre los ejemplos que cita para ilustrar sus afirmaciones hay productos que cuentan con fervientes fanáticos de varias generaciones. Sus videos, en las que además expone la historia de cómo evolucionaron algunas de esas imágenes que en principio solía ser más igualitarias, realmente no plantean nada nuevo u original, lo que hace aún más chocante que sigan reproduciendo -con mucho éxito, por cierto- patrones largamente cuestionados.

El caso de Sarkeesian es emblemático porque fue una niña que también creció con videojuegos, pero mientras la mayoría se acostumbra a tolerar el sexismo de gran parte de estos productos, ella decidió ponerse en campaña para desmontar los mensajes y sensibilizar a la industria sobre lo que transmiten. También ha analizado la discriminación en la publicidad de otros juguetes, como, por ejemplo, el mercadeo para la venta de Lego, un producto que podría, en principio, considerarse neutro.

Para algunos, el asunto no debe tomarse tan en serio. Después de todo, dicen, se trata a fin de cuentas sólo de juegos y poco importa el orden que impere en esos mundos de fantasía.  Además, advierten, cualquier intento de regulación no sólo fracasará sino que será acusado de ejercer la censura. Sería cómodo dejar las cosas como están, pero no puede ignorarse que el entretenimiento tiene el potencial de moldear conductas y actitudes, especialmente en los más jóvenes, por lo que sigue siendo urgente mostrar a mujeres y hombres de manera más equitativa.

En época navideña, cuando prolifera la publicidad para la venta de juguetes, sobran ejemplos que demuestran que los viejos esquemas de muñecas para las niñas y carritos para los niños se siguen repitiendo y nos parecen naturales, aunque las generaciones hayan cambiado. Afortunadamente, Sarkeesian no es la única que aboga en las redes por un cambio en estas reglas de juego. La comunidad de Facebook contra los juguetes sexistas invita a enviar, no sólo imágenes que denuncien la discriminación, sino ejemplos de publicidad que trate a todos en forma más igualitaria. El cambio puede comenzar por algo tan sencillo como poner la imagen de un padre que juega con sus hijas, algo que no suele verse en los catálogos, para no hablar de niños que empujan coches de bebés o niñas que juegan futbolito.