Manuel Llorens

El trabajo de Chenoweth y Stephan, Why Civil Resistance Works[1] es un aporte notorio a la comprensión de los movimientos civiles. Como trabajo investigativo es brillante, mostrando la potencia de combinar los análisis cuantitativos y cualitativos.

En primer lugar, analizan 323 movimientos no-violentos que ocurrieron en el mundo entre el año 1900 y el 2006. Encontraron de manera inesperada que los movimientos no-violentos han sido dos veces más exitosos que los violentos. A esos hallazgos le añaden cuatro estudios de caso que examinan la Revolución Iraní de 1979, la primera Intifada palestina, la Revolución del Poder Popular de las Filipinas que derrocó a Ferdinand Marcos y la sublevación en Birmania de la década de los ochentas. Los análisis permiten destronar lugares comunes muchas veces repetidos, como que los regímenes autoritarios y violentos no se doblegan ante la resistencia no-violenta.

Vale la pena destacar los factores claves de la resistencia. En primer lugar, las autoras destacan que la participación es el factor indispensable. Los movimientos no-violentos superan a los violentos, sobre todo en que logran mayor adhesión de grupos más heterogéneos. Los movimientos violentos típicamente suelen convocar a un grupo pequeño de la población que no solo apoya a la violencia, sino que además tiene la capacidad de ejercerla. En cambio, los movimientos no violentos atraen a personas de todas las edades y distintos estratos de la población. Tanto los movimientos violentos como los que comienzan siendo no-violentos pero luego se contaminan con los radicales, tienden a disuadir a posibles aliados, lo cual conduce a pérdida de fuerza política. El punto de quiebre de los regímenes autoritarios en varios de los procesos históricos llegó cuando las fuerzas gubernamentales, incluyendo las militares, comenzaron a cuestionar su lealtad al poder ante la evidencia de los abusos cometidos ante la resistencia no-violenta.

La capacidad de mantener cierta unidad en torno a las metas compartidas, el establecimiento de objetivos realistas, la capacidad para sostener la convocatoria de una parte significativa de la población, la evaluación realista de las circunstancias y la capacidad de innovar tácticamente ante las estrategias de represión, son descritas como elementos a tomar en cuenta.

El hallazgo de que solo 6% de los movimientos violentos que resultaron exitosos lograron una transición hacia la democracia luego de cinco años de finalizado el conflicto, en comparación con 82% de los movimientos no-violentos, es aleccionador. Asimismo, el que un movimiento dependiente de un líder carismático tenga menos probabilidad de lograr instaurar una democracia, es sugestivo para pensar en el espiral de violencia hacia donde ha conducido esta revolución “pacífica pero armada” que padecemos.

[1] Chenoweth, E. y Stephan, M. (2011). Why Civil Resistance Works: the strategic logic of non-violent conflict. New York: Columbia University Press.