Marielba Núñez
Parque Central solía ser un orgullo para los caraqueños. Símbolo de una modernidad que hoy quedó como un sueño brumoso, allí se abrieron las puertas de museos que eran envidiados en todo el mundo, entre ellos uno de arte contemporáneo que puede contar una larga historia de exhibiciones aún memorables, y un Museo de los Niños que todavía hoy dicta cátedra de cómo crear un verdadero centro interactivo para la familia, además de sitios de ensayo para músicos y bailarines, bibliotecas, salas de teatro y de concierto y un gran cine, para no hablar de las suites de un hotel cinco estrellas o de las sedes de algunos de los más emblemáticos restaurantes de la ciudad.
Nadie parece sentir hoy nostalgia del modelo urbano que supuso el conjunto que se inauguró hace ya más de cuarenta años, aunque aún hoy sigue definiendo el perfil de la ciudad, especialmente gracias a las enormes torres Este y Oeste, ya no tan gigantescas si las comparamos con los rascacielos que se han erigido en otros países latinoamericanos o en lugares como Malasia o Dubai.
Luego de la incendio de la Torre Este, del que se cumplieron ya más de diez años, y de una larga y penosa reconstrucción que aún no concluye, Parque Central parece percibirse como haberse trocado en una mole absurdamente invisible, sin dolientes que se quejen de su evidente deterioro. Se salva de sufrir el mismo abandono de otro coloso de la ciudad, la Torre de David, porque constituye el hogar y el lugar de trabajo de miles de personas.
Dada la indiferencia que rodea al conjunto, a nadie debería sorprender la poca repercusión que alcanzó la noticia del incendio que el 9 de marzo consumió parte de las oficinas de la Fundación para la Cultura y las Artes, dependiente de la Alcaldía del municipio Libertador, por cierto, una de las instituciones que funciona desde hace varias décadas dentro del conjunto. Las declaraciones de los vecinos dan cuenta de una información harto conocida: el mal estado que sigue afectando los sistemas para el control de este tipo de emergencia, como hidrantes, mangueras y detectores de humo. Es tenebrosa la descripción de vías de escape que permanecen clausuradas con llaves y candados.
Todavía es pronto para saber a ciencia cierta cuáles fueron los daños que causó el incidente, pero es necesario que las autoridades municipales lo hagan público lo antes posible, dado que el patrimonio de Fundarte es también de todos los caraqueños. Este nuevo episodio debería servir para prevenir eventos futuros que pueden tener desenlaces aún más trágicos y para que se adopte un verdadero compromiso para sacar Parque Central del olvido en el que está desde hace varios años.