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El ejemplo de monseñor Romero

Las violaciones a los derechos humanos se han convertido en una práctica común de los gobiernos opresores. Numerosos estudiantes, laicos y religiosos han alzado su voz en defensa del bienestar social del pueblo, entre ellos, se encuentra el salvadoreño monseñor Óscar Romero, al cual se le hizo homenaje en el Sexto Encuentro de Constructores de Paz.

El sacerdote jesuita, recientemente beatificado, jugó un papel importante como testigo de paz y reconciliación en el contexto de una guerra civil en San Salvador. “Monseñor fue la palabra que anunció y denunció el respeto y la defensa de los derechos humanos”, declaró el rector  Francisco José Virtuoso.

El rector también hizo alusión a la guerra civil, que desde muchas perspectivas, el país atraviesa:

El rango de violencia y victimización en Venezuela afectan a las familias, al igual que la proliferación de las bandas delictivas que azotan a cada rincón del país.

Virtuoso agregó que en el país hay miedo, falta de confianza en las instituciones y en el sistema judicial, así como la pérdida de legitimidad del Estado y de los organismos públicos.

Monseñor Diego Padrón habló del fenómeno complejo que se vive actualmente en Venezuela e hizo un llamado a continuar ayudando a las comunidades. También se refirió a la importancia de defender la dignidad del hombre, de darles una voz a los necesitados y de ser profetas de la justicia.

La psicóloga Mireya Lozada explicó el trauma psicosocial que se ignora en los contextos de violencia política, represión y violación de los derechos humanos: “El impacto psicológico se evidencia en un sufrimiento ético, político, un malestar social, la apatía, desilusión, desesperanza y el miedo, teniendo como resultado la naturalización de los hechos violentos cotidianos y los asesinatos”.

Monseñor Romero dedicó gran parte de su vida en defender los derechos de los desprotegidos y se entregó al servicio de la Iglesia y hasta el día de su muerte no dejó de luchar por sus ideales y convicciones.

El martirio es una gracia de Dios que no creo merecer. Pero si Dios acepta el sacrificio de mi vida, que mi sangre sea la semilla de libertad y la señal de que la esperanza será pronto una realidad
Monseñor Óscar Romero

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