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«La conjura de los necios»

Marcelino Bisbal

1. DE LAS PALABRAS Y SU SIGNIFICACIÓN

 

Busquemos el Diccionario de la Real Academia Española (DRAE), es decir, el diccionario de la lengua. Según cuenta Gabriel García Márquez, su abuelo le explicó —el escritor colombiano tenía apenas cinco años— que “este libro no solo lo sabe todo, sino que es el único que nunca se equivoca (…) Esto quiere decir que los diccionarios tienen que sostener el mundo”.  Veamos entonces qué nos dice de estas dos palabras que componen el título del artículo:

 

*Conjura: Del latín coniurare. Unirse mediante juramento o compromiso para un fin. Para conspirar contra alguien.

 

*Necios: Del latín nescius. Ignorante, imprudente o carente de razón o de lógica.

 

 

2. DE LA NOVELA LA CONJURA DE LOS NECIOS Y SU HISTORIA

 

El título lo hemos tomado de la novela póstuma del joven John Kennedy Toole. Este norteamericano, que no se sabía escritor pero quería serlo, contaba con 32 años cuando decidió quitarse la vida en 1969. A los 25 años había escrito La conjura de los necios (1962) y será en 1980 cuando se publique. Ganará el Premio Pulitzer en 1981. Se trata de un relato tragicómico en donde el personaje principal Ignatius J. Reilly no se encuentra a gusto con el mundo que le toca vivir, ni siquiera con la gente más cercana.

 

La conjura de los necios es un retrato de la vida, de sus miserias, del ser humano. Ignatius sueña con el mundo medieval, al extremo que llega a decir que “Tras el período en el que el mundo occidental había gozado de orden, tranquilidad, unidad y unicidad con su Dios Verdadero y su Trinidad, aparecieron vientos de cambio que presagiaban malos tiempos. Un mal viento no trae nada bueno. Los años luminosos de Abelardo, Thomas Beckett y Everyman se convirtieron en escoria; la rueda de la Fortuna había atropellado a la Humanidad, aplastándole la clavícula, destrozándole el cráneo, retorciéndole el torso, taladrándole la pelvis, afligiendo su alma. Y la Humanidad, que tan alto había llegado, cayó muy bajo. Lo que antes se había consagrado al alma, se consagraba al comercio”.

 

Se me ocurre pensar que John Kennedy Toole es Ignatius. Ambos querían ser escritores, de los grandes, con el único propósito de cambiar la realidad. Sin embargo, para ambos la realidad se impuso. La realidad pudo más.

 

3. DE LA ANALOGÍA CON EL PAÍS

 

La conjura de los necios estaría cumpliendo hoy 35 años de haberse publicado. Nunca imaginó John Kennedy Toole que en la Venezuela de aquí y ahora estaríamos en presencia de una conspiración contra el ciudadano, contra el país entero. Seguramente Toole no conocía nuestro país, si acaso lo habría oído en alguna lección de geografía, o en una conversación , o en una lectura.

 

No es posible explicar tantos desaciertos que se suceden día a día desde el Gobierno, incluso desde el otro lado donde se dice que están las fuerzas democráticas que quieren cambiar esta realidad.

 

No veamos solo las acciones políticas que se ejercitan, que se ponen en juego. Detengámonos en las palabras y en el lenguaje que las contiene para intentar descifrar su significado, su naturaleza que sería el vehículo de las expresiones lingüísticas con las que se construye el discurso, es decir el relatum.

 

Las palabras son signos que expresan cosas. Ellas configuran el lenguaje que usamos para significar sentidos, realidades, formas de vida. Hay una dependencia recíproca entre el lenguaje y la realidad social. Así, digamos con el escritor Rafael Cadenas que “en gran medida, el hombre es hechura del lenguaje. Este le sirve no solo como medio principal de comunicación, para pensar y expresar sus ideas y sentimientos, sino que también lo forma (…) En cierto modo conocemos a las personas por su manera de usar el lenguaje. Esto nos revela más que cualquier otro rasgo”.

 

¿Qué queremos decir? Lo vamos a entender mejor al leer estos pronunciamientos. Todos esos relatum se dieron en la última semana del mes de mayo.

 

 

 

 

El análisis de estos discursos nos remiten necesariamente a la interpretación y el entendimiento de la realidad política y social del país. ¿Qué clase de realidad nos están expresando esas palabras, ese lenguaje? ¿Qué significaciones están allí? ¿A qué referentes podemos acudir para entender? En opinión de Josef J. Wittgenstein (filósofo, matemático y lingüista) la respuesta es simple cuando expresó que “Los límites de mi lenguaje son los límites de mi mundo”.

 

En otras palabras, siguiendo la novela de Toole, estamos en presencia de un avasallamiento de los necios, es decir, de unos personajes carentes de razón, de lógica y con mucha ignorancia. Así nos lo define el diccionario de la lengua que intenta “atrapar —dijo García Márquez— una dimensión de las palabras que era esencial para el buen escribir: su significado subjetivo”.  Pero no solamente para el buen escribir, sino para el buen pensar.

 

4. CANTINFLAS LO DIJO MEJOR

 

 

El mexicano Carlos Monsiváis nos habla de un discurso y de una acción cantinflera. Nos dice que la capacidad dialéctica de Cantinflas se expresa cuando entra en acción el cantinflismo; es decir, “el deseo de hacer de los disparates disparos verbales”. Con razón la Academia de la Lengua asume el término cantinflear como: “Hablar de forma disparatada e incongruente y sin decir nada”. Entra en acción otra forma del des-orden que crece más y más, y el lenguaje de los discursos son la mejor expresión de él.

Publicado en el diario El Nacional el 5 de junio de 2015

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