Francisco José Virtuoso
Esperamos mucho por la fecha de las próximas elecciones parlamentarias. Obviamente había una fuerte resistencia en el oficialismo. Era público y notorio el debate interno en el seno del Partido Socialista Unido de Venezuela. La decisión fue precedida por huelgas de hambre, marchas ante el Consejo Nacional Electoral (CNE) y de pronunciamientos de voceros internacionales. Ha sido un espectáculo bochornoso para la institucionalidad electoral y, más aún, una evidencia de por qué una mayoría importante del electorado percibe al CNE como un organismo público parcializado.
Ahora, pasado este episodio, hay que navegar por las turbulentas aguas del crispado ambiente político venezolano para que estas elecciones sirvan para que alcancemos un clima de convivencia democrática, en medio de la disidencia y la polarización existente.
Lo primero, es tener muy presente que estamos ante unas elecciones cuyas características son muy complejas por su propia naturaleza y por las características del sistema electoral. Los optimismos fáciles no tienen mucha cabida. Los sondeos nacionales sobre preferencias electorales señalan tendencias generales, pero no se traducen necesariamente en números de diputados en la Asamblea Nacional. La militancia de los distintos partidos que concurren a las elecciones, como la sociedad en general, tienen que tener en claro esta realidad para evitar falsos conflictos y las frustraciones que devienen de una comprensión errada de este proceso electoral.
Las próximas elecciones parlamentarias no serán una elección nacional. Eso conviene tenerlo muy claro. El próximo 6 de diciembre tendremos 114 elecciones distintas e independientes entre sí. Los venezolanos elegirán, entre todas ellas, a 167 diputados. 113 serán electos nominalmente, 51 mediante lista y 3 representantes de las comunidades indígenas, también electos nominalmente.
Por ello es importante tener en claro que las proyecciones que puedan hacerse de las diversas encuestas nacionales, sin negar su importancia como herramienta para visualizar las preferencias políticas de los electores, no predicen necesariamente la posible composición de la nueva Asamblea Nacional.
Por otra parte, como ha insistido la organización Observatorio Electoral Venezolano (OEV), la Ley Orgánica de Procesos Electorales instauró en el país un sistema electoral cuasi mayoritario, no de representación proporcional, contrariando con ello explícitas y reiteradas disposiciones en la Constitución. Por lo que termina privando las llamadas «alianzas perfectas» que permiten imponer las mayorías relativas.
Este proceso electoral, por sus características, requiere un tipo de campaña muy especial. Es necesario que los electores en cada circunscripción tengan un conocimiento muy exacto de las opciones y sus candidatos y que constituyan fórmulas electorales que permitan alcanzar mayorías en cada una de ellas.
La necesidad de construcción de mayorías supone también un mensaje unitario, una suerte de paraguas común, que permita que la mayoría nacional se agregue a nivel local en fórmulas electorales concretas, a la vez que se atienden a los problemas locales. Se requiere, pues, de estrategias muy concertadas de las grandes opciones en disputa, lo que parece muy difícil de lograr en el actual cuadro de dispersión y personalismos que presenta el chavismo y la oposición.
Finalmente, si efectivamente queremos que estas elecciones constituyan un puente para arribar a un escenario de mayor institucionalidad democrática, se requiere que esta contienda sea de mucho debate, movilización y de exigencia para que respeten las garantías de una sana competencia electoral.
Publicado en el diario El Universal el 24 de junio de 2015