Marcelino Bisbal

Este breve ensayo lo podríamos haber titulado también Contra el silencio. No es que el silencio sea negativo, para usar una categorización entre bueno y malo. El asunto es más complejo. El silencio puede asumir, desde el sentido, varias significaciones a partir del contexto en que se active. El silencio como signo lingüístico participa, desde la óptica del filósofo Charles S. Peirce y luego de los planteamientos que formulara Roland Barthes —por cierto, en noviembre de este año se celebra el centenario de su nacimiento—, de la relación que se da entre la entidad perceptible y su significado. Es decir, a partir del uso que se le otorgue al silencio podremos obtener una significación del mismo.

 

Los lingüistas primero, luego los semiólogos, nos dirán que para explicar el tema tendremos que acudir a la pragmática como la teoría que analiza la relación entre los signos y sus usuarios, lo cual incluye un intento de explicación y descifrado del comportamiento de quienes emplean los signos. En algún lado llegamos a leer que el silencio es un camaleón de sentidos. Este puede asumir diversas interpretaciones o significaciones en cuanto es una forma de comunicación; el silencio forma parte de la estructura comunicacional. Así, la premio Nobel de Literatura de 2009, la escritora nacida en un pequeño pueblo alemán, Hertha Müller, acota la misma idea al decirnos:

Yo había aprendido que el silencio es también una forma de comunicación, que a las personas también se las puede interpretar por su aspecto. Y también están los gestos. En mi casa sabíamos los unos de los otros aunque no habláramos de nosotros todo el tiempo. Había otra forma de mirar. Y creo que el silencio también es una gran dimensión a la hora de escribir.

 

¿A qué viene esta breve y rápida reflexión acerca del silencio? Tiene que ver con la relación que este puede establecer con el poder político. Es la idea de su uso como instrumento de poder para ocultar no diciendo nada de lo que verdaderamente habría que decir, que es el “no decir diciendo y el decir no diciendo”.

 

Si llevamos a cabo una rápida revisión de titulares y expresiones discursivas, expuestas en primera plana, de periódicos como Ciudad CCS, Correo del Orinoco, Diario Vea, Últimas Noticias, El Universal y de los despachos noticiosos y de programas de opinión de VTV, de Radio Nacional de Venezuela y de todo el conjunto de medios radioeléctricos que deberían ser de servicio público, pero que hoy están absolutamente colonizados y gubernamentalizados desde el Gobierno e integran el denominado Sistema Bolivariano de Comunicación e Información (Sibci), nos encontraríamos que ejercen la profesión desde el silencio. Esos medios y sus comunicadores no aplican la máxima del oficio que nos define muy bien Javier Darío Restrepo al decirnos que el periodismo es un bien público, que es una fuerza en la que se apoya la ciudadanía, que la información que nos ofrece el buen periodismo constituye un elemento fundamental para el ejercicio de la libertad y que en definitiva la ciudadanía lee los hechos con los ojos del periódico.

 

Lo que hemos visto, sin ir muy lejos en el tiempo, a lo largo de estas primeras semanas del mes de julio ha sido una banalización del hecho social. Es más, ha habido unos silencios tácitos en la retórica presidencial, publicitada en los medios gubernamentales, que hablan por sí solos.

 

Algunos temas dignos de ser mostrados sufren la indiferencia o el ocultamiento por parte del presidente de la República y sus periodistas que son, antes que periodistas, militantes de una ideología o de un puesto que, como dice Alonso Moleiro:

Los periodistas (léase también los medios) del chavismo persiguen las noticias buscando compulsivamente honrar una posición preconcebida. No se aproximan a los dominios del pensamiento ajeno (…) Sienten bastante desprecio por la opinión ajena.

 

Algunos silencios informativos:

 

1) Ante la tragedia de Guasdualito poco han dicho desde el Gobierno y sus medios. Casi nada. Las intensas lluvias, que dejaron a esta pequeña ciudad del estado Apure bajo las aguas, arrancaron el 2 de julio y apenas hace unos días se decretó, por medio de una llamada telefónica del presidente, la emergencia. La emisora de radio Fe y Alegría de la zona ha venido informando diariamente sobre las inundaciones, aportando cifras de los afectados y de lo que allí sucede… Solo el vicepresidente de la República, el jueves 9 de julio, hizo acto de presencia y rompió el silencio declarando acerca de la cobertura informativa que esa emisora había hecho: “Como también podemos destacar alguna emisora, no se si estará aquí presente, ¿cómo es que se llama? ¡Terrorismo y tristeza!, Fe y Alegría, que estuvo también haciendo un trabajo psicológico contra la población. Como en el año 2002, ¡igualito! Cuando le dijeron al pueblo que Chávez había renunciado  y los pueblos de Guasdualito y toda esta zona no creyeron en esa emisora”. Guasdualito es una mala noticia.

 

2) Los muertos por violencia y la inseguridad que reina en el país nos convierten una de las naciones más riesgosas del planeta. El Observatorio Venezolano de Violencia apunta que en 2014 hubo 24 mil 980 asesinatos, es decir, 82 muertes por cada 100 mil habitantes. En este primer semestre del año se nos informa, no por los medios públicos, de 2 mil 642 personas que murieron en hechos violentos. Que la cantidad de cadáveres que recibió la morgue de Bello Monte superó en 178 a los registrados en el mismo lapso en 2014. El tema de la inseguridad y la violencia es una mala noticia.

 

3) Silencio ante el grave cuadro económico que enfrenta el país. El tema de los dólares en donde el paralelo se acerca rápidamente y sin pausa a los mil bolívares.  El precio del dólar negro es ahora 770 % más caro que en julio del año pasado. La inflación al cierre de este año puede estar entre 160 % y 180 %. La economía es una mala noticia.

 

Estos no son los únicos silencios, hay muchos más. ¿Qué significan? Frente a los problemas de la cotidianidad del venezolano, que hoy se expresan, como nos dicen todas las encuestas, en escasez, inseguridad, pésima calidad de vida, ausencia de futuro y mejores oportunidades para desarrollarnos… el Gobierno, sus medios y periodistas están sumidos en un silencio que asquea.

 

El proceso guardó silencio durante años sobre la controversia del diferendo territorial con Guyana, y ahora la convierte en prioridad nacional.  Es la nueva narrativa gubernamental que nos expuso Nicolás Maduro ante la Asamblea Nacional el lunes 6 de julio. Es la hora de la estética nacionalista para disfrazar este des-orden que se pone en evidencia en el silencio como  discurso gubernamental. Frente a esos silencios, la pesadilla más atroz es la que nos excluye definitivamente, nos diría Monsiváis.