Un hombre curioso, sincero y directo, que no se considera bueno ni malo, pero reconoce que “me dan escalofríos cuando hago algo bueno”. Un caballero de 60 años laboriosos e indescriptibles, Rubén Ignacio Salas, mejor conocido como «Nacho», quien ha llevado una vida complicada pero fructífera. Comenzó trabajando en la universidad hace 17 años en el estacionamiento, luego, tras conversaciones con el padre Francisco Arruza (jesuita ya fallecido), descubren el potencial y la confianza de «Nacho» y es nombrado supervisor de vigilancia, en 1999. Posteriormente, decide trabajar en la Escuela de Psicología, en donde ha permanecido por once años como asistente de oficina. Lleva casado 37 años con Norma Chalbaud, tiene un hijo (hoy de 33 años) y un nieto de 13 años, a los que siempre apoya y aconseja. Su infancia la describe como “movida, peculiar y riesgosa”, ya que nació en Ocumare de la Costa (estado Aragua), a los dos años de edad se mudó a El Junquito y, tiempo después, al sector El Guarataro, lugar en el que vivió acontecimientos fuertes: “Iba a comprar café y azúcar a la esquina y me encontraba un muerto en la calle, producto de la delincuencia”. Actualmente reside en Artigas. Cuando tenía 14 años de edad comenzó a trabajar en el sector de la construcción, luego laboró por diez años en la industria del cine, razón por la que comenta que “si hubiese estudiando una carrera en la UCAB, sería Comunicación Social”. Nacho es muy sincero cuando se define a sí mismo, admite sin ambages que es bastante complicado pero llevadero y que a veces se pierde por pensar demasiado: «Me considero un ser ignorante, pero muya espiritual». Es un imán de buena y mala vibra, y por ello lo llaman el más popular de la universidad. En ocasiones, sacerdotes y profesores le dicen: “Nacho, eres más conocido que yo”, esto gracias al buen trato que ofrece a los estudiantes, a quienes suele dar consejos y orientarlos para que sean mejores cada día, por eso recibe agradecimientos de egresados como: “Gracias a ti me gradué”.
L. M.