Lissette González
En la opinión pública nacional ha habido gran preocupación porque el Banco Central de Venezuela ha dejado de publicar cifras de inflación y desabastecimiento desde fines de 2014. Esta información oficial había sido calculada y difundida de forma ininterrumpida desde que tenemos memoria, así que su ausencia se ha convertido en una señal de alarma.
En el sector social las estadísticas siempre han sido publicadas con retraso, pero solían estar disponibles en las Memorias y Cuentas de los respectivos ministerios, así como en el Anuario Estadístico que solía publicar el Instituto Nacional de Estadística (antes OCEI) anualmente. Además, se publicaban otros boletines o informes como el Boletín Epidemiológico, o los reportes del SISVAN (Sistema de Vigilancia Alimentaria y Nutricional) con circulación menor, pero disponibles en los centros de documentación de los organismos oficiales. Uno habría esperado que con las nuevas tecnologías de información y comunicación la información oficial fuera más accesible, pero no ha sido así: el boletín epidemiológico semanal ha dejado de publicarse desde hace meses y no conocemos el indicador de pobreza por ingreso del año 2014 (y ya estamos en el cuarto trimestre de 2015).
En términos generales, las páginas web de los ministerios no publican sus memorias y cuentas o estadísticas. Esos documentos existen, se entregan cada año a la Asamblea Nacional, pero de no ser por la iniciativa de organizaciones no gubernamentales, no estarían disponibles para la ciudadanía.
Últimamente he descubierto que las carencias son aún mayores en las estadísticas del sistema judicial: ¿cuántos jueces hay en el país, cuántos son provisorios, cuántas sentencias han dictado? ¿Cuál es la situación de las causas de la población penitenciaria? Las diversas organizaciones que monitorean la situación de los derechos humanos, como PROVEA o el Observatorio Venezolano de Prisiones, en sus propios informes para algunos de sus indicadores citan otras fuentes de información, ante la ausencia de datos oficiales.
Imaginemos, por último, que quisiéramos saber información sobre la ejecución de obras públicas, empresas contratadas, procesos de licitaciones. O que quisiéramos conocer el listado de empresas que han recibido dólares CADIVI o SIMADI. No sería posible tener acceso a esta información sobre cómo se gastan los recursos de todos los venezolanos.
Pero, ¿por qué estos datos son relevantes? Por supuesto, para los investigadores es crucial, muchas de estas informaciones nos permiten seguir el pulso de la situación del país. Pero la información pública no es solo un tema de académicos. Saber qué ha hecho o no cada institución pública nos permite conocer las verdaderas prioridades de nuestros gobernantes; una cosa es el discurso y la propaganda, y otra muy distinta (podría ser) dónde se colocan los fondos públicos. En el caso venezolano, parece que durante esta crisis se ha agrandado la brecha entre lo que el gobierno dice querer lograr y a qué dedica sus cada vez más escasos recursos. El ejercicio democrático supone el conocimiento, la evaluación de lo que nuestros gobernantes logran o no y, por tanto, permite que el votante elija por criterios distintos a la afiliación o simpatía política.
Sobre todo, la información estadística es útil a los propios gobernantes: para alcanzar objetivos en un gobierno, no bastan las intenciones; hace falta revisar y evaluar logros y obstáculos para poder redirigir la acción pública. Hacer cambios de política o del equipo ministerial supone poder evaluar el desempeño de la gestión. Sin eso, un gobierno actúa a ciegas.
¿Esta ausencia de datos pudiera afectar el conocimiento que la sociedad venezolana tiene sobre la crisis que vivimos actualmente? Parece que no es posible que desconozcamos la inflación, aunque no sabemos con certeza su magnitud, vivimos a diario sus efectos. Lo mismo ocurre con la inseguridad, la situación de salud o la pobreza. Están allí y pesan, aunque no tengamos datos oficiales que la cuantifiquen. No se puede tapar el sol con un dedo. Y para muestra, basta ver el enorme descontento que están encontrando todas las encuestas.