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Adiós a la memoria

Lissette González

Cuando era estudiante de sociología, en mi trabajo como asistente de investigación era imprescindible caminar mil veces por el centro de la ciudad buscando información. Eran otros tiempos, antes de Internet, y las estadísticas oficiales reposaban en las memorias o anuarios estadísticos que publicaban los distintos organismos públicos. Conocí los centros de documentación del Ministerio de Educación, de Salud, la antigua Oficina Central de Iinformación y el Instituto Nacional de Nutrición. La calidad y comodidad de estos servicios era variable y casi nunca había fotocopiadora, así que hacía falta ir armada con lápiz y papel para copiar los datos que necesitara. Pero los libros estaban allí y, en general, nunca tuve dificultad para acceder a ellos.

Otro nivel tenían la biblioteca del Banco Central y la Biblioteca Nacional. Salas cuidadosamente diseñadas para el trabajo de los usuarios, y en esta última incluso había la tecnología para fotocopiar material que estaba guardado en microfilm, como los periódicos de 20 o 30 años antes. Jamás dejé de encontrar algo que estuviera en catálogo, nunca faltó una publicación oficial que quisiera consultar.

Pero entonces llegó Internet y publicar anuarios en papel dejó de ser imprescindible; más aun, más democrático, transparente y accesible era publicar la información estadística en la red. Una maravilla para nosotros, los antiguos usuarios del papel: ya no tienes que transcribir, solo tienes que descargar las hojas de datos de la red. Pero así como es fácil poner a disposición de todos cualquier información, la web también permite esconderla. Y entonces las páginas de los organismos públicos ya no presentan estadísticas, o solo las presentan parcialmente. Las memorias y cuentas solo las difunden algunas ONG, pero no están todas las instituciones públicas.

Los tercos no nos rendimos ante esos obstáculos y pensamos: “siempre tendremos el papel”, así que me lanzo a recorrer una vez más el bulevar Panteón camino a la Biblioteca Nacional. Pienso: los organismos tienen la obligación de presentan su memoria a la Asamblea Nacional, ergo, deben publicarla. Para hacerla inaccesible basta con no colgarla en la web, pero deben existir en papel… y la Biblioteca Nacional debe recibir copia de todo lo que se publica en el país, porque ahí reposa nuestra memoria. Así que me armo de lápiz y papel, y me dispongo a trabajar como cuando era estudiante hace más de 20 años.

El lugar sigue siendo grato. Hay pocos usuarios porque es día de semana en la mañana y la sala de publicaciones oficiales no suele ser de las más concurridas. El personal atento, como siempre. Pregunto por las memorias de dos instituciones públicas, las más elusivas en la red. En un caso, la última que tienen en catálogo es de 2006 (y sé que hay ediciones más recientes, las he visto citadas en prensa) y en el otro, no hay nada. El personal no sabe la razón: si no publican una memoria, ni anuarios, ni informe… o si no envían sus publicaciones a la Biblioteca. Misterio. No guardamos ese registro, los historiadores del futuro no podrán saber muchas de las cosas que vivimos y hacemos en estos tiempos revolucionarios.

La Biblioteca Nacional como proyecto no solo se proponía el acceso al conocimiento en la sociedad venezolana a través de su amplia red de bibliotecas públicas; además, se proponía conservar nuestro acervo documental de diversa índole. Construir nuestra memoria en un país signado por la inmediatez y el olvido, posibilitando así nuestro autoconocimiento, imprescindible para el ejercicio ciudadano en democracia y para la construcción de un futuro común.

¿Cómo nos sobrepondremos a la peste del olvido, esta vez impuesta desde el poder? Construir la memoria se convierte en estas circunstancias en oficio de todos. No solo periodistas o escritores, cada ciudadano tiene en sus manos la labor de documentar estos tiempos turbulentos. Que quede registro de lo hecho y por hacer, de lo que sabemos y lo que podemos intuir. Sobre todo, que sentemos las bases para que en el futuro nuestra memoria no pueda volver a ser confiscada.

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