Marcelino Bisbal

Diría que casi todas las leyendas indígenas, hasta el escrito del Génesis bíblico o del Popol Vuch, narrándonos el origen del hombre y lo que vendría después de su aparición, comienzan describiendo que al ser humano una vez puesto en la Tierra, de inmediato le es dado el logos, es decir la capacidad de pensamiento y las palabras para expresar ese pensamiento. El filósofo venezolano José Manuel Briceño Guerrero en un bello libro –El origen del lenguaje– nos recopila una buena cantidad de leyendas en donde vemos cómo el origen del hombre comienza con el don del lenguaje y de las palabras. “El lenguaje es el medio que hace posible la formulación de preguntas y respuestas” Y Briceño Guerrero remata diciéndonos que “el lenguaje es el lugar de lo humano, en él vivimos, nos movemos y somos”.

 

Las palabras y el lenguaje pertenecen a una misma dimensión, porque desde ahí expresamos el mundo y su realidad, expresamos al ser humano y sus vidas… El periodista, el escritor, el poeta, el intelectual, el político y el hombre en general emplean esa dimensión para narrar su historia, la historia y, en definitiva, el acontecer ya sea real o imaginario que también parte de alguna forma de lo real.

 

Por estos días las palabras han sido reconocidas porque ellas han servido para contarnos la realidad de los hechos, muchas veces trágicos y conmovedores, pero también han servido para expresar la belleza que nos rodea y que se nos escapa por el ritmo frenético de la vida del presente. Pero a veces las palabras sirven también para dominar, acallar, ocultar y denigrar. Son como piedras –diría U. Eco– lanzadas desde el poder.

 

 

1-“Oir las voces de la calle”

 

El  periodismo es noticia. Parece una contradicción, porque algunos afirman que el periodismo tiene como objetivo dar noticias, transmitir información. Suponiendo que esa idea sea cierta, pues resulta que ahora es noticia. Y lo es porque la bielorrusa Svetlana Alexiyévich ha sido la ganadora del Premio Nobel de Literatura 2015. Primera vez, en la historia de los premios que una reportera de profesión gana el nobel de literatura. Alexiyévich ha definido lo que escribe como un trabajo narrativo en donde distintas voces se expresan. No es la opinión de la periodista la que se presenta y la que se nos ofrece, son muchas historias las que se leen, las que se escuchan a través del relato que la cronista nos brinda. En repetidas entrevistas Svetlana ha dicho que “necesita oír las voces de la calle”.

 

Aún cuando sus libros no han llegado hasta nosotros, al menos en nuestro país, sus críticos apuntan que en su trabajo más conocido Voces de Chernóbil (Siglo XXI, 2006) lo que leemos son las historias de hombres y niños, de ancianos y mujeres, que sufrieron el accidente nuclear de Chernóbil. Relatos contados por esas voces, pero historias al fin y al cabo. Es que el periodismo se nutre de testimonios narrados por los mismos seres humanos, pero presentados por el narrador-informador a partir de su experticia profesional y con alguna dosis de subjetividad. Porque cada quien percibe la realidad con sus matices. El español Miguel Angel Bastenier (profesor de periodismo de El País y de la Fundación Nuevo Periodismo Gabriel García Márquez) escribía recientemente que el periodista no se debe guiar por su antropología personal, lo que significa dejar de lado nuestras preferencias y manías a la hora de narrar los hechos. Textualmente: “Nadie ha dicho que eso sea fácil; muy al contrario, es una batalla permanente contra uno mismo. Eso es la honradez, cualidad que debe verse coronada por el esfuerzo de dar al lector la versión o representación que a nuestro juicio facilite un mayor y mejor conocimiento de la realidad, aunque sea a sabiendas de que solo puede ser aproximado, porque lo único absoluto es que lo absoluto no existe”.

 

Otro periodista, Ryszard Kapúscinski, nacido en Polesia –hoy Bielorrusia– ha dicho que no existe diferencia entre periodista, escritor y reportero. Los tres oficios se funden en la búsqueda de historias, en el encuentro con las realidades y los mundos de los otros. “El periodismo, en mi opinión –nos dice Kapúscinski–, se cuenta entre las profesiones más gregarias que existen, porque sin los otros no podemos hacer nada. Sin la ayuda, la participación, la opinión y el pensamiento de los otros, no existimos. La condición fundamental de este oficio es el entendimiento con el otro: hacemos, y somos, lo que los otros nos permiten”.

 

Bien por esta periodista y por su premio a las palabras y al lenguaje que emplea. Palabras y lenguaje que confluyen para contarnos la historia “del impacto humano de las grandes conmociones de la URSS(…) porque soy investigadora de aquel período”.

 

 

2-“Pero estamos aquí para decir la verdad”

 

No es periodismo, sino poesía. Ella también ha sido noticia. Nuestro poeta Rafael Cadenas se hace merecedor del XII Premio de Poesía Federico García Lorca entre 43 aspirantes de Hispanoamérica y España. El veredicto: “Su obra ha sido siempre lúcida, deliberadamente marginal y muy callada (…) Ha construido una obra intelectualmente muy arriesgada y muy incómoda con cualquier manifestación totalitaria con el poder”.

 

Rafael Cadenas no solo ha escrito poesía, también se ha destacado como ensayista. Dos textos que hemos trabajado: En torno al lenguaje (1984), donde el poeta nos introduce en lo que para él es el lenguaje y el uso de las palabras. Nos habla de la quiebra del lenguaje, de la gramática contra la lengua, de lenguaje y literatura y de otros temas que conciernen al buen uso del lenguaje. Se trata de un libro escrito con sencillez y sin rebuscamientos académicos, porque “no he escrito estas páginas en postura de quien sabe sino de quien siente. Padezco el tema…” El otro texto, de tiempo más reciente, Sobre la barbarie (2001), trata del significado de la palabra y luego de la realidad que expresa.  Un gran ensayo, en compañía de una variedad de autores que refiere, que intenta aproximarnos a la barbarie de estos tiempos. Entre líneas Venezuela está presente cuando leemos la pregunta: “¿la barbarie de las revoluciones estaría justificada por respaldarla una concepción política?”

 

 

3-La desventura de las palabras

 

Cuando las palabras y el lenguaje ya no significan nada o son arrojadas sinsentido, no sirven para nombrar la realidad. Las palabras de la Jefe del Gobierno del Distrito Capital en estos días: “Sale de su casa, viene con su bolsita, compra y se va para su casa…eso es la revolución, lo que nuestro presidente Maduro ha ordenado, así que vamos a disfrutar de estas colas sabrosas para el vivir, viviendo”. O las del presidente de la República: “Ganaremos como sea el 6D…solo habrá paz si gana la revolución”. Y otro día llegó a decir: “…si la oposición gana privatizará la educación, expulsará a los médicos cubanos y aplicarán un shock contrarrevolucionario. En Venezuela no hay oposición sino contrarrevolución”.

 

¿Qué se puede decir ante esas palabras? La respuesta de Svetlana Alexiyévich: “La dictadura hace que la vida sea primitiva”. O la respuesta de  Rafael Cadenas a propósito de su premio: “Las palabras pierden su valor si no se corresponden con la cosa que designan”.

 

Las palabras del des-orden están vacías de sentido.