Carlos Aponte, uno de los invitados al «Congreso Nacional de Ciencias Sociales» que se efectuó esta semana en la UCAB, recuerda con precisión, porque los ha estudiado, los programas sociales exitosos que ha habido en Venezuela desde la época de Medina Angarita. Los recorre todos de un solo viaje verbal, sin dejar de acotar que a la postre se vinieron abajo porque esa es la cultura del venezolano, el sino de un pueblo que no ha sabido aprovechar sus buenas iniciativas. Programas en salud, en educación, en vivienda, decayeron poco a poco o los derribaron a la fuerza, como ocurrió con uno que incluso fue reconocido por Unicef, organismo de Naciones Unidas que vela por la infancia: los Multihogares de Cuidado Diario. El comandante Chávez fue su verdugo, hacia 1999.

Aponte es sociólogo por la UCV, formado además en la maestría de Planificación (mención Política Social) del Cendes y en el doctorado de Estudios del Desarrollo del mismo instituto de Bello Monte, donde se ha quedado investigando, dando clases… Incluso, dio clases en el postgrado de Gerencia de Programas Sociales en la UCAB, durante diez años. Es un experto y habla con propiedad sobre las misiones implementadas desde 2004. Por cierto: se queja del decaimiento en que se halla sumido el Cendes pues la falta de recursos anula cualquier intención de hacer cosas nuevas. No es un entorno estimulante, desde luego.

En el «Congreso Nacional de Ciencias Sociales» de la UCAB —donde analizó sobre todo la convivencia, la justicia y la inclusión social—, Aponte disertó sobre la caracterización de las misiones. Planteó tres ideas centrales.

 

Las tres ideas

Las misiones, desde su punto de vista, están en crisis desde 2006, en contraste con la creencia de que han sido exitosas, dada la popularidad de la cual gozan; para él, una cosa es la difusión política comunicacional y otra muy distinta es que, en realidad, las misiones han tenido resultados bastante precarios.

En segundo lugar, se piensa que las misiones habrían conducido a la reducción significativa de la pobreza en el país; eso no es verdad. Han tenido un impacto marginal en la reducción de la pobreza. Tal impacto se dio fundamentalmente entre los años 2004 y 2007. Después de ese año, la pobreza no siguió un proceso de reducción. Cierto: es la primera vez que se logra reducirla de forma continua desde el último cuarto de siglo, pero el problema es que no se sostuvo. Una administración desordenada del producto de la bonanza petrolera tuvo que ver en ello…

En todo caso, como aquel periodo (2004-2007) fue el tiempo en que se generaron las misiones, se difundió la idea de que la reducción de la pobreza no tenía que ver tanto con la burbuja petrolera sino con las misiones: se estableció esa relación no real.

Una tercera idea en la charla: frecuentemente quienes critican la política gubernamental se empeñan en negar el alto gasto que se ha dirigido hacia lo social. Y sí, hacia las misiones se produjo un alto gasto, y algo permea de ese gasto, pero pudo haber quedado mucho más. Un alto gasto poco efectivo, poco transparente, sin mecanismos de seguimiento y evaluación; sin impacto efectivo en lo que eran los propósitos iniciales de varias de esas misiones.

¿Programas sociales exitosos en la historia venezolana? Esto lo ha estudiado Aponte y ha visto que se repite una tendencia: no se sostienen en el tiempo. Los programas de fumigación antimalaria fueron un ejemplo para Latinoamérica, en general los de salud preventiva rindieron excelente efecto hasta los años sesenta. La masificación de la educación pública fue también un ejemplo, y competía ventajosamente con la educación privada. Sin embargo, en algún momento comenzó a rodar cuesta abajo. Y los ya mencionados Multihogares de Cuidado Diario, que inició Blanca de Pérez desde la Fundación del Niño, iniciativa reconocida por Unicef. Tuvo el concurso de organizaciones no gubernamentales para su masificación. Se desmanteló cuando llegó Chávez al poder.

El congreso al cual asistió Aponte, que se efectuó en el auditorio Hermano Lanz, fue organizado por la Escuela de Ciencias Sociales, pero contó con una nutrida representación de académicos venidos desde diferentes lugares y distintas toldas ideológicas. Colaboraron, entre otros entes, el Laboratorio de Ciencias Sociales (LACSO), la Escuela de Sociología de la Universidad Central de Venezuela, el Centro de Estudios Políticos y Sociales de América Latina (CEPSAL) de la Universidad de Los Andes, la Escuela de Sociología de la Universidad del Zulia, la Universidad Centroccidental Lisandro Alvarado y la Universidad Católica del Táchira. Enviaron voceros, aportaron ideas, difundieron la información entre su cuerpo docente y de investigadores.

♦ Sebastián de la Nuez