Francisco José Virtuoso
Escribo este artículo el lunes 7 de diciembre por la tarde, por lo que todavía, inexplicablemente, solo cuento con el primer boletín oficial del Consejo Nacional Electoral.
El 6D el pueblo venezolano se pronunció mayoritariamente a favor del cambio político. Con una participación sobre el 74 % de la población electoral, el oficialismo terminará obteniendo alrededor del 40 % de la votación y la oposición el 60 %, sobre el total de votos válidos. La Mesa de la Unidad Democrática (MUD), asegura, de acuerdo con los registros que posee, que su representación alcanzará 112 diputados, lo que significa haber alcanzado la mayoría calificada de los dos tercios.
Ya se ha dicho, pero es muy importante que nadie lo olvide. Esta fue una decisión del pueblo venezolano, que quiso que fuera mediante el voto, ajustándose estrictamente a lo pautado en la Constitución y las leyes, que se produjera este importante cambio en la correlación de las fuerzas políticas para conducir el Estado nacional. Un cambio sustancial y muy profundo, pues está obligando a cohabitar al oficialismo con la oposición, otorgándole a esta última un espacio institucional mandatorio para establecer las directrices normativas del Estado y el control de sus altos funcionarios.
Es una decisión popular que se fragua en medio de un profundo descontento con las políticas del Estado para gestionar la crisis nacional y estructural que vive la sociedad venezolana. Lo hace también de forma valiente y decidida frente a la estrategia del miedo que se intentó aplicar. Y escoge a la oposición porque sus planteamientos y liderazgos lograron convencer y generar confianza.
Lo que menos se puede hacer es respetar esa decisión, no solo los resultados, sino sus significados profundos, el mandato emanado de la voluntad de la mayoría, ajustándose a ella. De allí al menos se desprenden dos grandes desafíos políticos, inéditos en los últimos 20 años.
El primer desafío es la gobernabilidad. De ahora en adelante, el gobierno solo será viable si hay entendimiento institucional con la Asamblea Nacional de mayoría opositora. Lo que requiere de parte del gobierno y de la oposición no un enfrentamiento agónico sino capacidad de acuerdo, y, de manera especial, en torno a los temas que más le preocupan a la gente: inflación, escasez, desempleo e inseguridad. La MUD, a través de sus representantes, ha mantenido un discurso de tolerancia, inclusión y muy apegado a las necesidades sociales de la gente. Por lo que parece que esta línea de acción pareciera estar clara. De parte de los representantes del oficialismo, el discurso se ha centrado en repetir los estereotipos que intentan justificar la crisis colgándosela al enemigo interno y externo. Me atrevo a pensar que se trata de una primera reacción ante la adversidad de los resultados. Si no se llega al nivel de madurez necesario, obviamente que tendremos una situación de guerra instalada en el seno del propio Estado.
El segundo gran desafío es para la ciudadanía en general, para el pueblo soberano. La decisión expresada en las urnas electorales el 6 de diciembre busca obligar al Ejecutivo y al resto de los poderes públicos a tener una interlocución real. El pueblo que expresó esta voluntad sabe que cuenta con recursos constitucionales para hacerla valer, no puede simplemente esperar sino que tiene que actuar haciendo respetar su decisión, a través de la participación activa, emitiendo su opinión, interactuando con sus representantes, etc.
Se inicia en firme una nueva etapa política, a todos nos exigirá un profundo esfuerzo de sensatez y paciencia para que sea promisoria en el futuro de la vida como nación.
Publicado en el diario El Universal el 9 de diciembre de 2015