Luis Ugalde
Venezuela renacerá con la sinceración en tres dimensiones: la reconstitucionalización del país, el profundo cambio de la política económica social del gobierno y el nuevo espíritu de reconocimiento mutuo y cooperación entre venezolanos.
Lo ocurrido el 6D en Venezuela es de tal magnitud y trascendencia que no acabamos de entender y menos de digerir. Venciendo todas las coacciones, amenazas, trampas y obstáculos, la gente descubrió que la inmensa mayoría clama por un cambio serio y a fondo. Es lógico que el gobierno luzca aturdido y se enrede en sus propias trampas. A muchos les resulta imposible admitir que ya no son dueños del poder, cuya perpetuación la creían asegurada, a base de zanahoria y palo. Despreciaron al pueblo y sobrevaloraron el poder que da temporalmente el dominio de los medios para silenciar y para vender realidades inexistentes:
1-La Reconstitucionalización de Venezuela pasa por la urgente eliminación de las violaciones sistemáticas y programadas de la Constitución vigente, como el atropello de la separación y autonomía de poderes, de la no militancia partidista de la Fuerza Armada y la conversión de todo adversario en delincuente político, agente del imperio y enemigo del pueblo venezolano. En consecuencia estos no merecen vivir en libertad y los presos políticos y exiliados no son accidentes, sino creados para implantar la exclusividad del poder. La nueva Asamblea Nacional viene decidida a recuperar la Constitución y redemocratizar el país, luego de década y media dedicada a imponer una dictadura más militar que cívica con control de la economía y del pensamiento e información. La Asamblea Nacional, recogiendo el clamor del país, recuperará el respeto a la Constitución.
2-Cambios de la actual política económica causante de la inmensa catástrofe nacional. Impusieron un modelo fracasado con la vieja idea de que la felicidad de un país solo es posible con la eliminación de la propiedad privada de los medios de producción y de la empresa privada. Este sueño, tras muchas décadas de imposición totalitaria, fracasó en múltiples países por la sencilla razón de que es contra natura. Hoy ni Rusia, ni China, ni Vietnam, piensan en semejante disparate. Cuba está buscando inversión privada extranjera… pero aquí la “revolución” no quiere enterarse. Hoy en día en Venezuela reina la desesperación socioeconómica en una población atrapada por la mayor inflación del mundo, descenso dramático del PIB y de la productividad, desabastecimiento, ineficiencia y corrupción en empresas y servicios públicos.
Ahora con el decreto de “emergencia económica”, quieren reforzar las causas que produjeron el desastre, bajo la dirección de un ministro para quien no existe la inflación como hecho económico, sino como maldad de los empresarios; bastaría la buena voluntad de estos para bajar la inflación de 200 % al 2 %. Para reparar el crimen económico que cometieron contra la agricultura venezolana, al estatizar Agroisleña, ponen una ministra con la idea de sembrar un par de matas en porrones y latas del balcón urbano. Nadie sensato propone resolver el mal reforzando las causas del desastre y con los mismos médicos. El Ejecutivo debe tomar en serio la crisis y sus causas y dejar de repetir el cuento de la “guerra económica” con la idea de cambiar sin tener que cambiar. No somos ni analfabetos, ni niños, para que el Presidente, con aparente seriedad, nos diga que no hay más alternativa a esta política económica de desastre que el neoliberalismo. El mundo está lleno, desde China a Uruguay, pasando por Noruega, Canadá, Vietnam o Dinamarca, de notables éxitos que no son ni neoliberales, ni perseguidores de la empresa privada. Hay que recordar que en el siglo XX Venezuela vivió y disfrutó muchas políticas económico-sociales exitosas que no eran neoliberales ni maduristas y durante más de medio siglo logró, con diversos gobiernos, un impresionante crecimiento sostenido, sin inflación y con avances sociales en salud, educación, empleo, leyes sociales…
3-Nuevo espíritu. Para que las duras medidas y los exigentes cambios tengan éxito, necesitamos el renacer de un nuevo espíritu. Gobierno y oposición deben sincerarse, superarse a sí mismos y acordar soluciones con poca retórica y mucho realismo y resultados. Nuevo espíritu que como fuerza arrolladora barrerá todo liderazgo que no esté a la altura: si en las familias, asociaciones, iglesias, centros educativos… todos nos convertimos en cultivadores del “nosotros”, del reconocimiento y solidaridad del otro, del que es distinto, del que ayer era excluido por mí con identificación y convicción de que nuestro bien pasa por su bien y que si a él le va mal, a la larga también a mí y a todos nos irá mal.
Jorge Olavarría era un político inquieto y de extraordinario talento que contribuyó al triunfo de Chávez, convencido de que con el militar llegaría el cambio y el castigo a los culpables. A los pocos meses cayó en cuenta de la siembra destructiva que con aires mesiánicos se estaba haciendo desde la cúpula del poder. El 5 de julio de 1999 como orador de orden en la solemne celebración de la Independencia, ante el Presidente de la República y altos representantes de todos los poderes, Olavarría se atrevió a denunciar con claridad, elocuencia y presentimiento la siembra antirrepublicana. Intentaron callarlo y no pudieron. Completó su alerta concluyendo. “He dejado hablar al venezolano angustiado que tengo dentro. Porque no somos pocos los venezolanos que estamos angustiados por las tempestades que van a provocar los vientos de odio, de ilegalidad y de violencia sin razón ni sentido que hoy están sembrando”. Aquella siembra –lo sabía Olavarría– conducía inexorablemente a la actual ruinosa cosecha. Ahora hay que revertirla por todos los medios y en todas las instancias por otra de reconocimiento, solidaridad e inclusión.
El papa Francisco en el mensaje para la Jornada Mundial de la Paz de este comienzo de este año nos pide que enseñemos a gustar a niños y grandes la alegría que brota de vivir día a día el amor, la solidaridad, la compasión por el prójimo y que participemos activamente en la construcción de una sociedad más humana y fraterna. Es el renacer de Venezuela.
Publicado en el diario El Nacional el 21 de enero de 2016