Marielba Núñez
Cualquiera que haya visitado recientemente un centro comercial caraqueño sabe que su aspecto es muy distinto al de hace cuatro o cinco años e incluso al de hace solo dos años. Hasta en los complejos que solían ser los más concurridos abundan las tiendas cerradas y las vitrinas medio vacías. Por estos días, entre las aventuras más desalentadoras que un hipotético comprador podría emprender en sus pasillos está la búsqueda de una librería, pues han sido clausurados varios de los pocos locales que se dedicaban a este negocio, ya de por sí algo excéntrico en el país, y los que sobreviven ofrecen un inventario que es difícil no calificar de precario.
Quizás las librerías no son el mejor termómetro para medir la vitalidad del comercio, pero son un ejemplo de otras actividades cuya discreta extinción parecemos resignados a contemplar. Como han advertido productores, directores y actores, entre otros, puede ocurrir otro tanto con la oferta teatral luego del anuncio de los centros comerciales de que restringirán sus horarios debido a las disposiciones de Corpoelec sobre el recorte de suministro eléctrico. No es poca cosa que se vean coartadas las posibilidades de entretenimiento en una ciudad como Caracas, en la que parece haber una conspiración contra todo lo que signifique el disfrute del tiempo libre. De hecho, el éxito de los centros comerciales, que acogen en todo el país a millones de visitantes cada mes, se explica en buena parte porque los ciudadanos buscan esparcimiento con algo de la tranquilidad y la seguridad que las calles no brindan.
No exageran quienes comparan este ajuste de horario con un toque de queda: ya la delincuencia ha impuesto calles desiertas cuando apenas cae la noche. Con la dieta eléctrica, sumada a la crisis económica y a las horas que hay que invertir para comprar comida o bienes básicos, la única opción que quedará para la mayoría será volver en cuanto pueda al encierro de las casas, al aislamiento y la desconexión.
En este escenario, muy poco alivio ofrece el ministro de Energía Eléctrica, Luis Motta, al decir que no habrá corte de electricidad ni sábados ni domingos, como si no significara nada cercenar la ventana de libertad que significa poder asistir a una función de cine o de teatro en el momento de la semana que se desee. Mientras en todo el mundo las ciudades luchan por abrir más oportunidades para que los ciudadanos ganen áreas para el ocio, el descanso y la convivencia, bien sea invirtiendo en espacios públicos o al incentivar la creación de espacios privados de uso público, los habitantes de las ciudades venezolanas parecemos cada vez más confinados a una prisión.