Elías Pino Iturrieta
Chávez concibió el control de la sociedad como asunto militar. La idea que tenía del país se formó en los cuarteles, a través de la enseñanza de sus profesores y de los libros habituales de orientación patriotera que se enseñorean en ese tipo de aulas. El Bolívar que leyó en la Academia no fue una guía para republicanos, sino el evangelio usual que se recibe y repite sin posibilidad de crítica, como si el presente dependiera de la verdad revelada en un tiempo heroico que espera resurrección debido al impulso de unos hombres armados. No se aprovechó de otras versiones modernas y convincentes sobre la evolución de la sociedad, o las consideró como secundarias. Una educación eminentemente castrense determinó su idea de Venezuela y de la vida en general, especie de entendimiento mocho que jamás abandonó y que conduce a la afirmación de los problemas que hoy nos asedian.
Para reafirmarse en su creencia buscó el aliento de compañeros que sentían como él, o que se habían formado en el mismo discernimiento. El compromiso asumido ante el samán de Güere fue una especie de ceremonia de discípulos de los documentos de la Independencia y de los escritos del Libertador, todos de casco y uniforme, todos con libretas de apuntes destinadas al calco de un anhelado milagro, con el objeto de sacarlos del almacén del pasado para la redención de unos hombrecitos burlados por la historia. El refrescamiento de semejante anacronismo dependió de echarse en el regazo de otro anacronismo, para completar. Agregó a los papeles de la Independencia, aprendidos a su manera, los rudimentos de un marxismo que ya había pasado a mejor vida, pero que se sacaban del cementerio gracias a la iluminación ofrecida por el Padre de la Patria a través del discípulo que, por fin, lo levantaba del sepulcro para ponerlo a caminar hasta donde una imaginación febril lo permitiera.
El fracaso de su aventura armada lo obligó a buscar las muletas que antes no había considerado. Aceptó la ruta electoral y la compañía de un elenco de civiles interesados en acoplarlo a las formalidades de la democracia representativa y a la consideración de las instituciones construidas por los partidos políticos del siglo XX, mientras soplaban mejores tiempos. Pero ¿fue aquello una decisión capaz de mantenerse, un viraje hacia la convivencia alrededor de los negocios públicos, según se entendía desde 1945 o desde 1958? Las elecciones y las instituciones fueron el carmín necesario para ocultar el impulso de un militarismo congénito que formaba la esencia de su sensibilidad y la de los hombres parecidos a él, una camisa de fuerza que desataba según lo permitían las circunstancias sin que se viera de bulto la preponderancia de los que juraron por sus fueros en Güere.
La sociedad vio el bulto y votó contra su permanencia en las elecciones parlamentarias, pero el fenómeno creado o vitalizado por Chávez se mantiene debido al establecimiento logrado en tres lustros de imperio. La afirmación civil, apenas esbozada en diciembre, debe enfrentar la afirmación militar que se proclamó como “bolivariana” gracias al fuelle del comandante y que ha recibido un segundo aire debido al decaimiento de Maduro. La hegemonía proveniente de una aventura aclimatada en los cuarteles ha encontrado razones para la ratificación en las limitaciones del actual jefe del Estado, en las carencias de un individuo sin preparación para gobernar que los necesita como el aire para respirar. Los oficiales no solo están en la cúpula porque el “comandante eterno” los invitó a posesionarse de Venezuela, sino también porque al jefe de turno no le queda más remedio que suplicarles una mayor colonización de la sociedad, si cabe en lo posible.
Sin embargo, en los manuales de la Academia Militar también se considera la preponderancia del poder civil y el papel de los uniformados en su servicio, de acuerdo con los dictados de la ley. En la literatura de formación y en la experiencia del medio siglo anterior existen enseñanzas de cuya influencia no se desprende el señorío de los oficiales formados en sus aulas, sino todo lo contrario. En las votaciones de diciembre también se afirmó todo lo contrario. Los electores expresaron su rechazo ante el entendimiento de ellos que tuvo un soldado.
Publicado en el diario El Nacional el 28 de febrero de 2016