Fernando Mires
No sé por qué me venía a la memoria el día cuando Gorbachov visitó a Berlín Este y las multitudes lo aplaudieron como a un libertador ante la cara atónita de Erich Honecker quien no sabía donde esconderse.
Hasta que descubrí la secreta lógica de mi recuerdo. Fue al leer el artículo de un cubano (Pedro Campos) quien, como otros disidentes, da la bienvenida a Obama en su próxima visita a la Isla. En ese momento descubrí, además, el asombroso paralelismo que existe entre dos historias separadas por más de 25 años.
El 7 de Octubre de 1989 Gorbachov no visitaba a una isla como lo hará Obama en Marzo de 2016. Pero sí – políticamente es lo mismo- a un país aislado. Aislado de la Europa de los derechos humanos, de la economía de mercado, de la mayoría de sus ciudadanos y no por último, aislado de sí mismo por un muro que lo separaba de la otra parte de la nación a la cual histórica y geográficamente pertenecía.
Cuba, además de ser una isla, es también un país aislado. Lo es junto a Corea del Norte, uno de los últimos reductos de lo que una vez fue el comunismo mundial. Por si fuera poco, Cuba está regida por la última dictadura militar de América Latina.
Aislada estaba también la DDR de su propio mundo. Desde el aparecimiento de Gorbachov en la URSS, la política de la Perestroika y de la Glasnost hacía estragos en la periferia soviética y el “socialismo real” se caía a pedazos en Hungría, Polonia, Checoeslovaquia.
Cuba, a su vez, ha perdido la conexión con el continente sudamericano que una vez intentó liderar. El proyecto castrista del socialismo del Siglo XXl ya ha fracasado. El marxismo-cristinismo fue derrotado en Argentina; Evo Morales no será reelegido y Maduro después de haber destruido a la economía de Venezuela, cuelga de un hilo a punto de ser cortado por la inmensa mayoría de su nación. Y por si eso no bastara, el político más querido en Cuba no es ningún Castro: es nada menos que el máximo representante del “imperio”, Barack Obama.
Gorbachov también llegó a ser, por algunos momentos, el político más querido de la DDR.
Lejos, muy lejos están los tiempos cuando miles saludamos la victoria del Ejército Rebelde sobre la tiranía de Batista. Como si hubieran seguido un reiterado designio del destino, los libertadores de ayer se convirtieron en los carceleros y verdugos de hoy. Una suerte parecida a la de Honecker quien habiendo obtenido crédito histórico como prisionero en los campos de concentración del nazismo, solo será recordado por haber sido el último dictador de la RDA. Hoy sus restos reposan en el Cementerio General de Santiago de Chile.
Por cierto, Honecker no convirtió a su nación en ese basural en que convirtieron los Castro a Cuba. La RDA, de todas las naciones comunistas, era la única que podía mostrar algunos números. Pero eso no interesaba a los alemanes del Este quienes vivían mirando hacia la otra Alemania, un país que había llegado a ser una potencia económica y una democracia ejemplar. Berlín Occidental era la Miami de los alemanes del Este.
Lo que más deseaba la inmensa mayoría de los habitantes de la RDA era huir. No otra cosa deseaban y desean miles de cubanos Muchos alemanes perdieron la vida, acribillados ante al sangriento muro. Muchos esqueletos cubanos yacen bajo el mar. Ni los saltadores de muros ni los balseros serán recordado como héroes. Pero será difícil negar que ellos murieron por una causa: la de querer vivir más dignamente. Arriesgando sus vidas por otra mejor, mostraron al mundo que el comunismo había llegado a ser para ellos una gigantesca cárcel.
Hubo, por cierto, los que decidieron quedarse. Los que comenzaron a reunirse clandestinamente, los que redactaron panfletos, los encarcelados, los apaleados, las organizaciones civiles, los lunes de Leipzig y Dresden, los sábados de las Damas de Blanco de La Habana, las iglesias que colaboraron con el régimen (la protestante alemana y la católica cubana), pero también prestaron sus techos y ocultaron a algunos perseguidos.
Y también hubo artistas e intelectuales: los difamados y expulsados (Wolf Bierman, Reinaldo Arenas, entre cientos) y los que lograron subsistir haciendo una que otra concesión a los bonzos (Christa Wolf, Pablo Milanés, entre otros).
Pero sobre todo hubo dos presidentes visitantes a quienes los respectivos pueblos aclaman como si ellos fueran sus auténticos líderes. Efectivamente: el 7-O-89, Michael Gorbachov, ante el estupor de Honecker, fue consagrado como el líder del pueblo alemán del Este. El 20-M, Barack Obama será saludado como el líder máximo del pueblo cubano ante la vergüenza de Raúl y de quienes en otros países lo apoyan.
¿Dirá Obama a Raúl la misma frase que dicen que dijo Gorbachov a Honecker?
Quien llega tarde será castigado por la vida, fue la famosa frase de Gorbachov. Con toda seguridad Obama no la repetirá de un modo literal. Pero puede ser, nada está descartado, que diga una frase parecida.
Hay en esas dos historias capítulos que se parecen demasiado entre sí. Quizás no es casualidad. Pienso yo.
Fuente: El Blog de Fernando Mires