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Dos países, dos Venezuela

Marcelino Bisbal

 I- El país de los desatinos

 A este país no le está yendo muy bien. Los problemas –de todos conocidos, por lo cual como que ya no tiene demasiado sentido enumerarlos otra vez–  se suceden a tal velocidad que uno tapa al otro y se quedan todos oprimiendo el ambiente. No hay solución alguna que se avizore en el horizonte gubernamental. El Gobierno nos dirá, como tantas veces, que el asunto es culpa del otro o de los otros, pero nunca asume la cuota de responsabilidad que le corresponde. El tema tiene que ver con el modelo o el sistema asumido desde hace ya casi diecisiete años. Para el poder instaurado en Miraflores la historia no existe, o no la saben, o no la quieren leer. Desde el Gobierno se niega la historicidad de los hechos y fenómenos humanos. Se voltea hacia el otro lado para no ver lo que ocurrió en un tiempo no tan lejano y todavía siguen formulando políticas públicas de carácter antihistórico. Los resultados son por todos conocidos. En Venezuela estamos viviendo una situación-límite.

Peor no podíamos estar. Se trata de un proceso fatídico que como diría Umberto Eco: estamos caminando a paso de cangrejo, es decir, hacia atrás. En tal sentido, se me ocurre citar dos imágenes que leí hace ya un tiempo y se me quedaron grabadas. Dos imágenes que nos narran cómo nos estamos viendo:

La primera imagen (de Antonio López Ortega, 2009) dice:

“El país es una embarcación de madera que para avanzar quema como combustible su propia madera. Llegará un momento en que no habrá embarcación y caeremos todos al agua, como náufragos de un bote que ya nadie recuerda”.

Quien nos narra esta visión de país se hace unas preguntas: ¿Será que para recobrar un mínimo de sensatez hace falta acumular más y más deterioro? ¿Será que para pensar en  términos realmente públicos hace falta primero destrozar al país?

La segunda imagen (Colette Capriles, 2009):

“Un autobús quemándose en plena autopista del este, ya de noche y con la cola de retorno completamente detenida, mientras la autoridad contempla y se echa de menos la presencia de un camión de bomberos. Nadie se mueve, todos miran el autobús incendiándose como si fuera un bonzo. Esperan ver las cenizas para poder pasar y volver a la casa”.

Descrita la imagen, la columnista afirma de manera tajante que esta metáfora de un país ardiendo tiene que ver con el giro profundo que han dado las circunstancias en el desplazamiento del centro de gravedad de la política y de lo político.

Han tenido que transcurrir todos estos años para que una buena parte del país, mayoritario en este momento, tomara conciencia de que el rumbo trazado a partir de 1999 nos ha traído hasta el presente des-orden. Sin embargo, para el círculo del poder, conformado por civiles y militares, aquí no está sucediendo nada. No hay más que escuchar las alocuciones presidenciales, las declaraciones de los distintos ministros, de algunos personajes del partido de gobierno y de ciertos opinadores de oficio que así lo expresan sin ruborizarse. Tengo la impresión de que viven en otro país y que la revolución lo es todo. Me pregunto: ¿qué idea de nación y de país tienen?

Vista las cosas así, no nos queda más estrategia que seguir pensando, pensar lo inesperado, pensar en medio de la tormenta. El momento actual no puede ser a la vez más propicio y oscuro para tal estrategia o conducta. La solución de esta contradicción está en “asir positivamente la verdad en el establecimiento de la falta de sentido de la insensatez y salvar con ello el pensamiento”, nos decía M. Horkheimer al hablar de la salvación de la Ilustración frente a la barbarie que se imponía.

II- El otro país en donde “Leer tiene sentido”

Hay otro país, que es real y no virtual como se suele decir ahora. En este otro país suceden cosas como las que pudimos ver y disfrutar en Margarita, nuestra isla del Caribe. Conocimos y participamos en la segunda edición de la Feria Internacional del Libro del Caribe (Filcar 2016) desde el 25 de febrero al 2 de marzo. Siete días dedicados al libro, a la lectura, al pensamiento, al conocimiento y al debate franco y abierto.

Filcar 2016 fue la muestra de que en el país es posible pensar de manera distinta, de que se pueden abrir espacios para el conocimiento y disfrutarlos. Porque el libro aborda el problema del conocer, del saber, del pensar, del análisis… Ya nos lo dice el argentino Eliseo Verón: “El objeto libro como modalidad de relación mediatizada con el mundo”. No es gratuito entonces que el lema de esta fiesta dedicada al libro haya sido “Leer tiene sentido”.

La lectura que hago es que durante siete días se dieron cita un buen número de libreros, de autores, de libros que establecen una significación con el presente y el pasado, de periodistas y, sobre todo, de lectores de diversas edades… con el único fin de dejar claro que leer tiene sentido porque la lectura es sobre todo un acto de reconocimiento donde el lector se confronta con su realidad y la posibilidad de explicarla. Por eso hay que recordar lo que dijera Antonio López Ortega, uno de los que imaginaron desde 2015 esta feria y en esta oportunidad, presidente de la Comisión Organizadora de la Filcar 2016:

“Nuestra meta es el libro, la lectura; finalmente la transmisión del conocimiento por el medio más noble. Un libro es un horizonte, un laberinto, una posibilidad de ser otro. Nos sumergimos en un mar, nos ahogamos, y a veces no sabemos cómo regresar. Todo libro esconde un momento de felicidad, aunque estemos leyendo una obra de terror, porque nos ofrece un momento de duplicidad, de diversidad”.

III. Epílogo

En algún momento tendremos la Venezuela que hemos querido y queremos soñar. Cuando ese momento llegue –¡llegará!–, con experiencias como la de Filcar, habremos echado las bases desde las cuales nuestra gente, nuestros lectores, “tengan remos para avanzar en la diversidad” como nos vuelve a expresar López Ortega.

Venezuela cambiará no por una revolución. Este des-orden no durará por mucho más tiempo. Ya hemos tenido suficientes signos de esto que han llamado revolución, cuyo resultado ha sido un total des-orden que alteró nuestro ser cotidiano. Por eso aplaudimos ese espacio que se abrió en la isla de Margarita, que junto con otros espacios ya consolidados desde hace un buen tiempo, nos dice que la lectura junto con ser una aventura individual es también un acto de apropiación y comprensión de lo real.

La Filcar 2016 nos brindó siete días de ruptura con el país de los desatinos, del des-orden. Sí, leer tiene sentido.

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