Ayer en el Aula Magna hubo alegría, solidaridad, cariño y una vida ejemplar abierta de par en par para que las nuevas generaciones de venezolanos preocupados por su país tomen nota. En el presídium estaban las autoridades de la universidad en pleno más el padre provincial de la Compañía de Jesús, Arturo Peraza; el decano de Humanidades y Educación, Miguel Del Valle Huerga; y Mercedes Morales, una activista infatigable a favor de las comunidades más necesitadas en esta parte de Caracas.

El evento que los reunía: el doctorado honoris causa en Educación para el sacerdote jesuita Jean Pierre Wyssenbach.

Tanto el rector Francisco J. Virtuoso como Mercedes Morales hablaron sobre la labor del padre Wyssenbach. Pero, ¿por qué la UCAB le rinde homenaje a Wyssenbach, si él en realidad no da clases actualmente en esta universidad? Muy sencillo: porque la UCAB se preocupa por la educación en general. La educación, vista desde la UCAB, no termina en los límites del campus; busca al país entero. Y Wyssenbach ha sido y es un ejemplo de sinergias que construyen pedagogía, un creativo estimulando a los más jóvenes: para aprender más y mejor, para formarse integralmente.

Allí, en la educación básica, el padre Wyssenbach ha sembrado iniciativas durante cuarenta años. Por eso este homenaje. De allí que todo el mundo tenga algo bueno que decir sobre él. Ayer estaban, por ejemplo, muchachos de Fe y Alegría que se acercaban para abrazarlo y tomarse fotos con él, pero también líderes comunitarios de La Vega y jóvenes voluntarios de Cupah y de otras organizaciones cristianas, así como maestras y maestros de zonas tradicionalmente precarias, más sus compañeros jesuitas y muchas otras personas (sus queridas hermanas de sangre, por ejemplo) que lo aprecian y admiran su trayectoria.

Wyssenbach, con sus olimpiadas que han puesto a los adolescentes a competir sanamente y empeñarse en diversas materias, es un referente pedagógico en todo el país. Como dice el rector Virtuoso, “es un maestro dentro y fuera del aula”.

Por su parte, Morales destacó la feliz coincidencia entre los cien años de la restauración de la Compañía de Jesús en Venezuela que se están cumpliendo y este homenaje a un representante tan fiel a los postulados de San Ignacio. Es todo amar y servir. Recordó cómo empezó, desde sus clases de Antropología Cultural, acercando a sus alumnos universitarios a los muchachos del grupo Utopía que operaban y operan en La Vega. Hacían labor en un preescolar durante los fines de semana. Wyssenbach hizo en La Vega vida comunitaria, amigos, un buen pedazo de su mejor historia.

Solía recorrer las 28 escuelas de La Vega a pie. Llevó las olimpiadas y otras ideas (como los «liceos de vacaciones») a muchos lugares del país. Hoy en día está en Maturín.

Ayer había mucha gente abrazando a Wyssen, como popularmente le llaman. Cuando le tocó hablar en el Aula Magna dijo que era apenas la punta del iceberg. Es cierto. Hay montones de gente buena que le ha dado continuidad a sus proyectos, vida y retorno a sus ideas.

♦ Sebastián de la Nuez

EN LA FOTO: el rector Virtuoso junto al padre Wyssenbach al salir del acto en el Aula Magna.

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