“Mi madre tiene 60 años, pero dicen que es mi cuñada. Somos dos gotas de agua”, comenta Dayana Reyes, de 43 años, cuando la comparan con su mamá.

Dayana tiene 23 años en la UCAB, comenzó a trabajar en la oficina de Servicios Generales y, a la semana, habló en Recursos Humanos para pedir que, por favor, la cambiaran, ya que era la única mujer allí y necesitaba un poco de feminismo en su puesto de trabajo. Posteriormente fue incorporada al equipo del Decanato de Ingeniería, como secretaria de la Coordinación de Materias Comunes:

Cada día hago algo distinto, pero los comienzos de semestre son una locura.

Dayana vive en Antímano desde que nació, es hija única pero tiene muchos primos; cuando hacen reuniones familiares, acota que es “muy bonito ver a todos mis hermanos y hermanas reunidos”. Actualmente vive con su madre y sus dos hijos (de 9 y 16 años respectivamente). El mayor aspira  a cursar la carrera de Psicología en esta casa de estudios. Dayana destaca que el Antímano de su infancia y el de ahora son totalmente diferentes a lo que recuerda.

El peor momento de su vida ha sido cuando uno de sus hijos nació prematuro y no pudo abrazarlo hasta casi dos meses después. El mejor, comenta con una sonrisa, es ver nacer y crecer a sus dos hijos, que son su mayor orgullo. Ella se describe a sí misma como solidaria y divertida, “no puedo estar sin echar broma”, pero siempre muy responsable. Reconoce que puede ser un poco malcriada, que no es perfecta. Es católica.

Cuando alguien va a su oficina a hablar mal de sus estudiantes, ella suele decir: “Mis niños no, ellos son muy buenos”. En unos años se ve en su casa descansando y criando a sus nietos, con su madre sana y con sus hijos ya hechos todos unos profesionales exitosos. “Quiero niñas, espero que Dios me bendiga y me las mande”.

Reconoce que tuvo la gran fortuna de poder trabajar en la UCAB, la cual se ha convertido en su segunda casa y familia:

Doy gracias a Dios por haber llegado aquí.

♦ LEM