Latinoamérica vive una situación desafiante en lo político, pero sobre todo un momento crucial en cuanto a la generación de profesionales que den valor agregado a la producción primaria.

Ese hecho irrefutable anima al rector jesuita Alfonso Gómez, quien acaba de pasar por Caracas para la Jornada Ausjal 2016. En general, dice, Latinoamérica creció mucho durante la década pasada en producción básica, pero no se especializó. Para asegurar lo segundo, que es el modo de hacer crecer a la clase media, necesita más técnicos y muchos más universitarios.

En esto, las universidades adscritas a la Compañía de Jesús que funcionan en la región –y con un prestigio bien ganado− tienen un rol fundamental. Hay que generar líderes positivos para que se puedan dar condiciones económicas. Dice Gómez:

Es un momento, en lo inmediato, muy complejo. En el mediano y largo plazo podemos ser esperanzados porque hemos tenido en los últimos años un crecimiento de clase media. Eso significa que hay más gente demandando educación universitaria, y más gente votando y haciendo que nuestras democracias funciones mejor. Me siento profundamente republicano y democrático. La educación puede ayudar a que nuestro voto sea mejor.

 

VOCACIÓN DESCUBIERTA

Su padre fue ingeniero, su madre estudió Literatura. Son siete hermanos. Se educó en la escuela pública y fue después a un liceo jesuita, por conveniencia práctica: quedaba a 150 metros de la casa familiar.  Luego empezó a estudiar ingeniería. El padre Gómez piensa que los procesos de vocación son muy difíciles de explicar, pero en su caso se nota que aquella cercanía con jesuitas y cierta inclinación natural a trabajar por los más pobres le fueron señalando el camino, aun cuando había unas condiciones familiares que aparentemente marchaban por otra vía:

Yo había empezado a estudiar ingeniería civil, incluso antes, a los 17, había trabajado en una empresa constructora, en administración.

Sin embargo, ya durante la secundaria había sentido el compromiso social. Hacía voluntariado en asilos de niños, asistía a retiros espirituales ignacianos. Y ahora, en la universidad, siguió involucrado. En algún momento se planteó dejar ingeniería para estudiar economía, pensando en que, desde esa profesión, podría ayudar más en lo social. Pero cuando participó por cuarta vez en ejercicios espirituales, se convenció de su real vocación. Ahora ha cumplido sus 35 años en la Compañía. “Contento de ser jesuita. Hice doctorado en teología, estuve enseñando… pero después me pidieron que fuera superior en la comunidad”.

Esa comunidad se llama San Miguel, con problemas serios de pobreza y violencia, a cuarenta kilómetros de Buenos Aires. El padre Alfonso tiene un hermano, Manuel, igualmente jesuita. Alfonso no ha vuelto a su natal Mendoza, en el oeste de Argentina.

 

SOBRE AUSJAL

Ausjal es un esfuerzo por aprovechar  la potencialidad de vivir en un continente que tiene una lengua en común, una historia semejante −en buena parte al menos− y, sobre todo, desafíos comunes: problemas sociopolíticos, de convivencia y organización de la sociedad civil. Eso piensa y argumenta el padre Alfonso. También está el desafío de generar producción:

Las universidades de Ausjal tenemos mucho por compartir. ¿Por qué? Porque los problemas en común. ¿Qué sociedad de América latina no está preocupada porque los gobiernos generen más paz y justicia hacia el interior? Que sean más eficientes con la inversión pública. ¿Cuántas veces nuestros Estados hacen inversiones y les faltan profesionales que lideren correctamente esas inversiones, para que lleguen a quienes más las necesitan? ¡Y cuántas de nuestras sociedades necesitan profesionales más conscientes de que, con sus servicios, ellos tejen relaciones humanas para que tales relaciones se den con verdad!

Además, estos pueblos comparten también desafíos en lo tecnológico. Porque las oportunidades que dan las nuevas tecnologías pueden ser “terribles”. Tal es la palabra que utiliza Alfonso Gómez, terrible. Y explica:

Depende de nosotros si eso va a causar carestía de empleo o va a causar acumulación o injusticia… Debemos tener la altura humana suficiente para poder gobernar esas técnicas. Debemos estar alerta en el sentido siguiente: ¿esas tecnologías van a estar del lado colaborativo o van a estar en muy pocas manos? La técnica necesita de la persona que la oriente.

En todo caso, Gómez es un hombre de esperanza. Y las fija en algo concreto. Por ejemplo, en los proyectos de responsabilidad social en los que futuros profesionales experimentan, con rostro humano, su capacidad técnica. “Que nuestros alumnos vean que son capaces de ayudar a resolver problemas de vivienda o de poner la ley al servicio del más vulnerable, o que pueden ser consultores de un emprendedor… Hay que dar rostro humano a las capacidades técnicas. Poner en contacto a los estudiantes con situaciones desafiantes, que los van a preparar para el resto de sus vidas. Estos proyectos contactan personas con personas”.

Y a medida que habla, el padre Alfonso se entusiasma. Los jóvenes, en las universidades de Ausjal, deben aprender técnicas pero saben que, detrás de eso, hay una persona que se ve afectada para bien o para mal por lo que ellos aplican (o no aplican). Eso es convertir a los estudiantes en seres humanos integrales.

 

LOS PROYECTOS

De los 32 proyectos  planteados en Ausjal (VER NOTA), ya hay varios que cumplieron su objetivo y puede que se encuentren en una segunda etapa.  Gómez dice que, además, estos proyectos muestran que esos aprendizajes se pueden consolidar en una propuesta educativa. Señala como muestra el programa de formación de líderes, el cual se afinca en dos aspectos de la formación ignaciana: primero, todos debemos (primera persona del plural) que aprender de lo concreto. Y en segundo lugar, toda persona tiene algún talento para darle a la sociedad.

Y algo más: todos somos líderes. Cada quien tiene algo de liderazgo positivo por aportar a la sociedad:

Parte de la formación de la persona es descubrirse a sí misma como líder. Descubrir lo bueno que tiene para dar a la sociedad. Y quien primero que crece cuando descubre que tiene algo bueno para dar es la persona. Cada uno tiene un modo de ser líder. No existen dos líderes iguales.

 

MIRAR PARA ACÁ

El padre Alfonso aborda otro tema: la inclinación de los latinoamericanos a mirar hacia Europa, Estados Unidos, algunos hacia oriente. Sin embargo, en este lado del mundo se abre un horizonte de posibilidades. En América latina puede haber intercambios de estudiantes, de investigadores, de profesores, de postgrados con doble titulación entre universidades Ausjal señalando un nuevo tiempo de colaboración. Y dice Gómez:

Tenemos que descubrirnos entre nosotros. Podemos sacar muchos frutos del intercambio dentro de América latina. Hay muchas áreas, como educación, salud comunitaria y aplicación de técnicas en lugares vulnerables que nosotros mismos tenemos que aprender entre latinoamericanos. Nos podemos ayudar más entre nosotros que buscando afuera las soluciones.

♦ Sebastián de la Nuez