Francisco José Virtuoso
En Venezuela el juego político se trancó. El país no tiene salida política mientras el actual régimen en el poder se empeñe en desconocer el descontento de millones de personas que exigen cambio. Según Oscar Schemel: “En este momento el chavismo perdería cualquier convocatoria electoral”. En este contexto, son muchos los pronunciamientos de gobiernos y organizaciones internacionales que abogan por un diálogo político efectivo ante la grave crisis por la que atraviesa Venezuela y ofrecen su intermediación para buscar una salida pacífica en ese país.
En este sentido se han pronunciado los gobiernos de Argentina, Chile, Uruguay, EEUU, el Vaticano, varios expresidentes, representantes de distintas tendencias políticas, la OEA, la ONU, Unasur. Lo incomprensible ha sido el silencio del Gobierno Nacional, su poco compromiso incluso con aquellas iniciativas impulsadas por él mismo, y, en algunos casos, su abierto rechazo.
La Mesa de la Unidad Democrática, después de haber escuchado las propuestas del exJefe de Gobierno Rodríguez Zapatero, aprovechó para sentar posición ante el conjunto de iniciativas internacionales que convocan al diálogo entre las partes en conflicto en Venezuela. En resumen plantearon: 1) Disposición a participar en toda iniciativa de diálogo que sea útil al país y que no sea simplemente una “operación de distracción”. 2) Para que el diálogo sea útil al país debe tener agenda precisa, objetivos claros, reglas transparentes y sobre todo respeto por el sentido de urgencia que hoy tiene el pueblo venezolano ante la gravedad de la crisis. 3) Escuchar la voz soberana del pueblo a través del referendo revocatorio es parte fundamental de un auténtico diálogo nacional. 4) El diálogo auténtico requiere de un marco de garantías constitucionales fundamentales.
Creo que es importante recordarle al gobierno y a la oposición que la Mesa de Negociación y Acuerdos creada el 8 de noviembre 2002 y que se prorrogó hasta el 29 de mayo de 2003, constituyó la materialización de la iniciativa hemisférica de gestión de crisis en el marco del conflicto interno venezolano de aquellos días y que hizo posible la convocatoria y realización efectiva del referéndum revocatorio de agosto de 2004. Esta Mesa de Negociación fue posible gracias a la gestión del Secretario General de la OEA y la representación del Centro Carter, y contó además con el apoyo de la diplomacia preventiva ejercida por un Grupo de Países Amigos, liderado por Brasil.
Las condiciones para llevar a buen término esta iniciativa fueron el establecimiento de un claro protocolo para la negociación y facilitación, la identificación de los actores internos y externos y el establecimiento de objetivos pragmáticos. El éxito fue el acuerdo sobre la realización del referéndum revocatorio, como solución constitucional y electoral. Hay bastante literatura especializada escrita al respecto y no vendría mal revisarla.
En las actuales condiciones venezolanas, una forma de destrancar el juego es la de valerse de la presión que la comunidad internacional está ejerciendo para que se propicie un diálogo político efectivo entre gobierno y oposición, a través de propuestas tendientes a concertar urgentemente una mesa de negociación y acuerdos que permita que activen los mecanismos institucionales previstos en la Constitución para la resolución de crisis políticas como las que vivimos, siendo el revocatorio presidencial una fórmula idónea.
Insisto en que el revocatorio no será posible sin acuerdos fruto de la negociación, y en este momento, sólo la presión internacional convertida en instancia de mediación puede activar ese espacio político.
Publicado en el diario El Universal el 25 de mayo de 2016