Lissette González
La semana pasada llegó a mis manos el libro titulado “Sembrando esperanza. 100 años de los jesuitas en Venezuela”, escrito por Joseba Lazcano, S.J. Celebrar 100 años de cualquier institución en este país que suele estar guiado por la urgencia es ya un homenaje a la persistencia. Pero si a ello juntamos que de estos 100 años yo he estado presente en más de 30, si sumamos mis años de estudio tanto en el Colegio San Ignacio como en la Universidad Católica Andrés Bello y los años de profesora en esta misma universidad, esta celebración centenaria no puede verse como ajena. Así como tantos otros laicos, yo también he sido partícipe en las obras que este libro relata.
El relato comienza con la llegada de los primeros jesuitas a Venezuela en 1916 a ocuparse del Seminario de Caracas. Desde el Seminario se funda en 1938 la revista SIC y comienzan las actividades de proyección social a través de los círculos obreros (1945), el Secretariado Nacional de Acción Católica (1950). Desde esas semillas germinarían luego múltiples movimientos sociales y sindicales y formativos inspirados en la Doctrina Social de la Iglesia.
La Compañía de Jesús se ha caracterizado por la importancia que concede a las obras educativas. En Venezuela, más allá de la formación de seminaristas, la fundación del Colegio San Ignacio de Loyola en 1923 fue el inicio del trabajo educativo, que seguiría con la fundación de otros 5 colegios en diversas regiones del país, 2 universidades, un instituto tecnológico y el impulso fundacional de Fe y Alegría, un movimiento de educación popular que se ha extendido con el trabajo de religiosos de diversas congregaciones dentro y fuera de Venezuela.
Sin embargo, la labor en Venezuela no se centró únicamente en estas obras educativas. La investigación también fue un tema central que se materializó con la fundación del Centro Gumilla en 1968 que se haría cargo de las revistas SIC y Comunicación, además de fomentar cursos de formación dirigidos a organizaciones de base que darían lugar a la extensa colección de folletos de formación sociopolítica, actualmente co-editados junto con Publicaciones UCAB. El Centro Gumilla posteriormente se regionalizó y desde el Centro Gumilla de Barquisimeto se apoyó de forma decidida el movimiento cooperativo que florecía en el estado Lara.
El libro está lleno de anécdotas sobre los personajes que formaron parte importante de las distintas en obras y en las diversas regiones del país, así como de fotografías de las distintas épocas. Sin embargo, no es un texto pensado para la nostalgia o para celebrar los recuerdos de otros tiempos. Sobre cada una de las obras se relatan las dificultades enfrentadas en diversos momentos de su historia, incluso, las razones que motivaron el retiro de los jesuitas en algunos de sus múltiples proyectos.
El libro cierra con el testimonio de Arturo Sosa, S.J. desde Roma. Su tema es el reto para los próximos 100 años de la Compañía de Jesús en nuestro país. Así que para quien ha trabajado en la UCAB (Caracas y Ciudad Guayana), ha colaborado con el Centro Gumilla, ha conocido de cerca la experiencia de Fe y Alegría en diversas zonas del país, esta reflexión no es solo un acto de retórica. En nuestro contexto de sufrimiento creciente por la violencia, la intolerancia y las enormes dificultades económicas que enfrenta el país, ser llamados a ser embajadores de un mensaje de reconciliación es un tremendo reto.
¿Cómo podemos ser testimonio de este mensaje, tanto en lo personal como a través de las instituciones de las que formamos parte? ¿Cómo construir puentes para que venezolanos de todos los orígenes y de todas las ideologías puedan convivir en armonía y acordar un futuro compartido? ¿Son nuestras aulas y nuestros escritos esfuerzo suficiente para alcanzar una meta semejante?
Hallar la respuesta no es sencillo y requerirá de cada uno de nosotros un proceso de descernimiento. Encontrar cuál es el camino que mejor conduce al fin de cada institución y cada persona es asunto prioritario. El autoexamen no siempre es una tarea grata porque incluye mirar de frente nuestras debilidades, y puede incluso mostrarnos que hemos andado por la vía equivocada. Para atreverse a cambiar hace falta mucho valor. Seamos valientes, atrevámonos a construir los puentes que Venezuela está necesitando.