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Entre el revocatorio y el «derrocatorio»

Fernando Mires

Noticias inquietantes llegan desde Venezuela.

Según diversas fuentes, el encargado de destruir la senda que lleva a la revocación constitucional del mandatario Nicolás Maduro, el Alcalde de Caracas, Jorge Rodríguez, ha ordenado a la Sala Constitucional invalidar toda posibilidad de revocar al gobierno por lo menos durante el año 2016.

Vanos parecen ser los avisos de los dirigentes de la MUD al gobierno advirtiendo que la salida constitucional es la única alternativa a un estallido social de proporciones nunca imaginadas. En ese sentido el Referendo Revocatorio (RR) puede ser visto como un puente constitucional tendido por la oposición al gobierno para que acceda desde la vía pacífica hacia una transición que asegure la superación de la crisis económica y el caos gubernamental.

La visión del gobierno parece ser otra. “Fase de resistencia” ha llamado Maduro a la coyuntura actual, imaginando tal vez que esas seis personas, más bien una pandilla, que controlan todo el aparato del estado, son héroes luchando en contra de millones de ciudadanos y decenas de países latinoamericanos y europeos al servicio de un supuesto imperio mundial.

Desde una perspectiva más realista, la fase actual puede ser vista no como la que liquidará el clamor creciente por el Revocatorio, sino como un momento más en la historia del Revocatorio. Por lo menos hay un punto claro: cuando se escriba la historia del fin del gobierno de Maduro, el capítulo de la lucha por el RR ocupará sus páginas centrales. No se requiere ser profeta para afirmarlo.

La historia del RR no va a ser simple de narrar en el futuro. Ha sido en gran medida el resultado de un duro debate (como debe ser en política) en el seno de la oposición. Después de la derrota aplastante sufrida por el gobierno el 6-D, la MUD, ante la evidencia de la formación de un doble poder al interior del Estado, abrió al gobierno una posibilidad de entendimiento entre el ejecutivo y el legislativo. El gobierno optó por desconocer la potestad de la AN, levantando entre gallos y media noche una valla jurídica, el TSJ, absolutamente dependiente de sus ordenes.

Bajo esas condiciones la oposición organizada en la MUD no tuvo otra alternativa sino enfrentar al gobierno en esa lucha de poderes declarada desde el propio ejecutivo. El dilema no podía ser otro: o aceptar una invalidación inconstitucional de la AN, representante de la mayoría absoluta de la nación, o proceder a la activación de los mecanismos que llevan a la destitución constitucional del gobierno.

Dentro de la MUD fueron barajadas diversas opciones (Enmienda constitucional, Asamblea Constituyente, presión por la renuncia del mandatario) La discusión amenazaba alargarse hasta el infinito. Recordemos que de modo surrealista la dirección de la MUD intentó levantar las cuatro opciones a la vez y si no hubiera sido por la acción de algunos dirigentes, sobre todo Henrique Capriles -quienes entendieron que el RR, en sus más diversas fases, suponía la más intensiva participación de la ciudadanía- la MUD todavía estaría discutiendo a puertas cerradas.

Como es sabido, las luchas  por el RR, el “Firmazo” primero, las jornadas por la validación después, ya son capítulos de una gesta democrática, popular y nacional. Leopoldo López, el otro gran líder de la oposición, en un gesto de nobleza que lo enaltece, reconoció el papel jugado por Henrique Capriles en la lucha por el RR. Comenzó así a sellarse una unidad inédita en la historia de la oposición venezolana. Vendrán nuevos pasos, cada uno a su tiempo. Así lo ha anunciado Henrique Capriles. Lo importante es no saltarse ningún paso. El que se salta uno, pierde.

Pero más allá de los diferentes liderazgos personales aparecidos en el seno de la oposición, el RR ha llegado a transformarse en el eje de la lucha democrática venezolana. El RR, efectivamente, ya ocupa la máxima centralidad de la acción política. Es hegemónico, es mayoritario, es constitucional y por lo mismo, es legal y legítimo a la vez.

El RR ha terminado por trascenderse a sí mismo. No solo implica una opción electoral (en contra de un régimen devenido en anti-electoral). Las dos erres unidas han llegado a ser el símbolo de las luchas democráticas del pueblo venezolano. Alrededor de esas siglas ha sido configurada una unidad que va más allá del acto revocatorio.

El Revocatorio es en estos momentos el “partido político” de la mayoría de la ciudadanía venezolana. Como en los tiempos de la Polonia comunista, cuando alrededor de la palabra Solidarnosc fueron articulados diferentes intereses sociales -urbanos, agrarios, políticos y religiosos- alrededor de la palabra Revocatorio, una masa ayer atemorizada por bayonetas se ha ido constituyendo como pueblo político. En ese sentido el Revocatorio es medio y fin a la vez. Por un lado su fin es cambiar de gobierno. Por otro, es un medio destinado a consolidar a la ciudadanía democrática.

El RR ya tiene su propia épica. “El heroísmo de los bolígrafos” tituló a esa épica el escritor Alberto Barrera Tyszka en un conmovedor homenaje dedicado a esas caravanas de seres humanos que venciendo todo tipo de obstáculos –geográficos, militares y para-militares- llegaba a los centros de validación para estampar su firma. Así se comprueba una vez más que la épica por si sola jamás generará una política, pero al revés, que una política con objetivos claros y bien explicados, sí puede generar una épica. De este modo, lo más probable es que si la Sala Constitucional invalida el RR, ese RR seguirá de largo a través de una gran desobediencia civil y abrirá sus propios caminos. Hasta revocar. O si se prefiere: hasta derrocar.

Bajo esas condiciones, Maduro deberá elegir. O abandonará el gobierno perdiendo el RR pero saliendo con honor por la puerta de adelante o abandonará el gobierno saliendo como un ladrón en la noche por la puerta de atrás. El todavía (dudosamente elegido) presidente está situado en el justo medio de un espacio que se extiende entre el Revocatorio y el “Redocatorio”.

¿Hay otras alternativas? La historia es una caja de sorpresas y nunca los desenlaces se dan de un modo purificado y mucho menos, lógico. Revocatorio y “Derrocatorio” son solo los límites del espacio que ocupa en estos momentos el régimen post-chavista. Ese régimen deberá optar, variantes más o menos, entre esos dos límites: uno constitucional, otro, abiertamente anticonstitucional.

Tanto más preocupante y compleja aparece hoy la disyuntiva si tenemos en cuenta que Venezuela está surcada por dos luchas paralelas. Una es la lucha en contra del hambre. La otra es la lucha por la libertad, expresada en el RR. La primera -una lucha al margen o fuera de la ley- no tiene formato político ni conducción centralizada. Es simplemente lucha por subsistir. De ella dan cuenta los saqueos, los robos, la criminalidad organizada. Ese tipo de lucha, cuando escala, nunca se convierte en revolucionaria, como creyeron algunos chavistas, Chávez entre ellos, glorificador y mistificador del Caracazo del año 1989. Esencialmente destructiva, sin visiones de futuro, sin programas, hija de la desesperación, esa lucha puede desbancar instituciones e incluso a gobiernos, abriendo así el espacio a toda suerte de aventureros, principalmente uniformados.

Fue Hannah Arendt, cuando en su libro “Sobre la Revolución” al analizar las diferencias entre la revolución norteamericana y la francesa, entendió a la primera como el resultado de una gesta predominantemente ciudadana. A la segunda, en cambio, la entendió como el cruce de masas hambrientas con iluminados y fanáticos que imaginaban actuar en nombre de la razón absoluta de la historia. Esa, la segunda, trajo consigo a la terrible dictadura de Robespierre, a la guillotina y después a los militares golpistas comandados por Napoleón. La primera, en cambio, aseguró los soportes políticos de los EE UU a través de una Constitución que permitió la democratización progresiva de los estados federados, pasando, claro está,  por una cruenta guerra civil.

Diversos países han debido optar después entre alternativas semejantes. La Venezuela de hoy ya se encuentra en los límites de esa opción. Solo cabe esperar que la salida por revocación, esto es, la salida constitucional, se imponga por sobre la salida por derrocamiento. Difícil será que mentes oscuras y atormentadas como las de Diosdado Cabello y Jorge Rodríguez -después de todo a ellos se les va en juego la vida política– logren entenderlo así. Pero siempre queda la esperanza de que un diminuto rayo de luz aparezca dentro del PSUV. Al menos, leyendo Aporrea –órgano teórico del PSUV- es posible advertir como las voces disidentes dentro del gobierno aumentan cada día. Más y más.

De lo que sucede al interior de los cuarteles nadie, como siempre, sabe nada. No obstante, diversas experiencias históricas similares han mostrado que en situaciones como las que vive Venezuela siempre habrá generales, o por lo menos simples oficiales, que aguardan con paciencia el momento histórico en el cual aparecerán como “salvadores” de la nación  sin que nadie –o muy pocos- se los pida. Habrá que mantener el alerta frente a esa mala eventualidad.

Razones suficientes para pensar que solo un Revocatorio, legalmente acordado para el año 2016, podrá salvar a Venezuela de la locura colectiva. Esta es, al menos, mi opinión.

Fuente: El Blog de Fernando Mires

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