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Descifrando el Chamanismo Político

Manuel Llorens

El Retorno de los Chamanes: los charlatanes que amenazan el bien común y los profesionales que pueden salvarnos, del politólogo Víctor Lapuente[1], me ha resultado un lente útil para ordenar la explosión de líderes carismáticos tipo Chávez, Trump, Lafarge, Iglesias que han reaparecido con fuerza. El investigador español, pero residente en Suecia, examina con detalle lo que él denomina “el chamanismo” en la política y su retórica, repleta de grandes promesas y profecías de fin del mundo. Sobre todo se plantea numerosas comparaciones entre los caminos seguidos por distintas sociedades y sus resultados, utilizando los países escandinavos como referencia.

Lapuente arremete contra los líderes mesiánicos que a través de sus retóricas encendidas mueven pasiones pero intoxican los procesos políticos con: “Tremendismo en lugar de realismo, idealismo en lugar de pragmatismo, soberbia demagógica en lugar de escepticismo humilde, adjetivos calientes en lugar de sustantivos fríos, dialéctica de lucha en lugar de consenso, utopía en lugar de incrementalismo, fantasiosos Quijotes en lugar de pragmaticos Sancho Panzas”. Pero sobre todo lo hace examinando la evidencia, comparando históricamente a través del siglo XX, cómo se construyeron los estados de bienestar en Suecia, Noruega, Dinamarca y Finlandia en comparación a cómo se tomaron decisiones en lugares como España que condujeron a la Guerra Civil y luego al franquismo.

Entre sus comparaciones aparece Noruega y Venezuela que guardaban similitudes por ser “democracias regadas con petróleo” a mitad del siglo XX, pero que “actualmente, es casi ridículo compararlas”. Uno de los factores que considera clave es en qué medida se sujeta a los funcionarios públicos a lealtades políticas. “Venezuela”, afirma, y nosotros lo atestigüemos, “es uno de los países del mundo donde más importan las conexiones políticas para hacer carrera en el sector público”. En Noruega, son irrelevantes, por lo que los empleados no le deben nada a sus ministros y opinan según su criterio profesional y no para mostrarse fieles a una doctrina.

La revisión del desarrollo del Estado de bienestar en los países nórdicos sirve también para disipar algunas idealizaciones que ha generado sus notables éxitos. Lapuente afirma que sus logros estriban en bajar la discusión a la resolución de problemas concretos de las cumbres de los purismos ideológicos. Su estrategia ha sido la flexibilidad, arriesgándose a ser impuros. Ante el mesianismo salvador, el incrementalismo modesto; ante el purismo ideológico, el pragmatismo impuro evaluado con datos.

La igualdad, propone, no se logra apuntando a culpables y enalteciendo a las víctimas, eso solo atiza la conflictividad social. La igualdad se alcanza proveyendo las condiciones adecuadas, y favoreciendo la colaboración. Por ejemplo, construyendo servicios sociales de calidad que atraigan la atención del capital privado que prefiera a éstos y por lo tanto decida invertir también allí; o promoviendo una educación gratuita de calidad en los niveles básicos más que en los universitarios donde ya las diferencias son insalvables. “La señal de que el Estado de bienestar funciona es que la inmensa mayoría (no las víctimas o los privilegiados de turno) usa esas políticas… El indicio de que un Estado de bienestar goza de buena salud es que la hija del charcutero y la del primer ministro vayan a la misma guardería.”

 

[1] Lapuente, V. (2015). El Retorno de los Chamanes. Barcelona: Península.

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