Un ejército de principios puede penetrar donde un ejército de soldados no puede hacerlo.
Thomas Paine
Los últimos diecisiete años de vida republicana en el país no solo se han traducido en una enorme crisis política, económica y social en todas las esferas de la vida del venezolano. Junto con el colapso de las instituciones que regulaban los intercambios sociales en Venezuela, se ha dado un profundo retroceso cultural en nuestra ciudadanía, especialmente en cómo debe concebirse el ideal de política dentro de nuestras fronteras. El autoritarismo que ha signado los últimos tres lustros del país nos ha liberado de un aspecto de cómo hacer política: la democracia, en el sentido de que democracia no es solo disfrutar de libertad sino aprender determinadas limitaciones. Ser un ciudadano en democracia exige no solo disfrutar de derechos, sino también deberes. Vivir en democracia nos limita en nuestra capacidad de agresión e insulto hacia los otros. En resumen, la democracia implica aceptar opiniones de quienes no piensan como nosotros, algo que la crisis política actual prácticamente ha anulado en el país.
La forma de ejercer poder en nuestro país ha retrocedido sustancialmente, convirtiendo la labor del político en algo simplemente despreciable. Nuestros actuales gobernantes conciben la política como un acto compulsivo de acumulación, concentración y abuso del poder, más allá de un proceso reflexivo para hacer un buen uso del mismo hacia objetivos superiores y comunes a todos los venezolanos. Aunque la actual élite política que gobierna Venezuela se apodera de Marx, Zamora, Bolívar y Cristo como fuentes de su pensamiento político, es más bien una mezcla de Maquiavelo emparentado con Carl Schmitt lo que teóricamente los sustenta, donde solo se subraya la dimensión técnica de un poder ejercido de modo implacable en una comunidad política. El concepto de democracia de quienes detentan ahora el poder es del empoderamiento del “pueblo”, guiado por un jefe carismático, en un conflicto existencial contra “los menos”, “los privilegiados”, el no-pueblo. Una visión militar de la política.
Luis Ugalde, sacerdote jesuita, sociólogo, docente y exrector de la Universidad Católica Andrés Bello, nos regala para hacer frente a lo anterior un libro cuyo título ya deja claro su objetivo: Elogio de la Política. Su misión es reivindicar la palabra política con P mayúscula, que no es otra cosa que el ideal moderno, ético y polifacético de hacer política más allá del uso abusivo del poder para solo obtener obediencia y acaparar aún más poder. Ugalde nos recuerda que la estabilidad en política no se sustenta en la amenaza de coacción sino en el reconocimiento de la validez de las normas que constituyen el orden por parte de un número significativo de miembros de la sociedad.
En unos años de profundo autoritarismo, Elogio de la Política nos ofrece una serie ensayos que nos recuerda que hacer política es reconocer un orden jurídico donde se delimita el espacio público que hace posible la aparición y la conservación de la pluralidad social. Igualmente, que la política presupone la transformación del conflicto entre seres humanos, pero no su desaparición, donde el adversario político es aquel con el que se comparte un conjunto de normas, sustentadas en el reconocimiento mutuo. El enemigo en política es un rival justo que posee derechos y deberes con el que es posible dialogar, negociar y llegar a un acuerdo. Desde esta perspectiva encontramos que la política es una expresión tanto de lo que nos une como de lo que nos separa.
Elogio de la Política es una larga y completa serie de ensayos sobre la situación que ha vivido Venezuela desde el año 1999, con la elección de Hugo Chávez a la Presidencia, hasta las elecciones parlamentarias del año 2015, donde la oposición al chavismo ganó la mayoría absoluta de diputados en la Asamblea Nacional. Dividido en cuatro grandes capítulos, el libro hace su recorrido con: “Valores e institucionalidad: Lo público como desafío” (Capítulo I), donde el tema de hacer política va más allá de un voluntarismo de buenas intenciones en el uso del poder, y más con construir reglas y convicciones en los ciudadanos democráticos. En “Modelos exitosos y fracasados” (Capítulo II), nos hace tanto una reflexión teórica como empírica de como los países alcanzan su desarrollo material y espiritual, en pos del bienestar colectivo. En “Política y modernidad” (Capítulo III), el autor nos presenta, de los temas anteriormente mencionados, el fin de rescatar la Política como una actividad noble más allá de la ambición individual por poder, donde la necesaria inclusión de las mayorías es imperativa para tener más y mejor democracia. Y por último, en “Momentos claves: Comprensión, reflexión y aprendizaje” (Capítulo IV), el autor nos relata hechos claves de la crisis política del país en los últimos años.
El trabajo desarrollado por el sacerdote y profesor Luis Ugalde en Elogio de la Política, es comprender la sociedad venezolana más allá de los términos maniqueístas que el conflicto político de tantos años ha insertado en la psique del venezolano, para así corregir errores y crear potencialidades de cambio. La democracia que elogia Ugalde no es la de incrementar el poder de la “mayoría” y con eso eliminar los privilegios de las minorías. No, fiel a su formación tanto de científico social como de sacerdote jesuita, el autor reconcilia el ideal racional de la política del Renacimiento y la Ilustración con el espíritu ético del cristianismo, donde el conocimiento no es una virtud en sí misma, sino uno de los medios para alcanzarla. A su vez la ética sin conocimiento es débil e inútil, y el conocimiento sin ética es peligroso y terrible. Que los motivos por los que deberíamos actuar en política deben ser el alivio de los afligidos, la detección de fraudes, la derrota de la opresión y la difusión de la felicidad.
Luis Ugalde
AB UCAB ediciones. Colección Visión Venezuela
Venezuela, 2016