Luis Ugalde

Simplificando un poco podemos decir que hay dos chavismos. Uno atrapado y dominado por la lógica de los delincuentes poderosos: cualquier medio es válido si refuerza su dominio. Por eso el régimen se convirtió en tiranía, unas veces con halago y dádivas generosas, y otras con miedo e imposición de las armas, con abuso de leyes y de propaganda falsificadora que transforma en bueno lo que sirve al poder y en delito  cuanto se opone. El poder es la verdad y debe perpetuarse. Además en este chavismo  se dan la mano la corrupción y la incapacidad, que juntas han llevado al país a la miseria en los años de ingresos petroleros más fabulosos, empeñados en imponer un modelo económico y político fracasado en  otros países.  Aquí el derrumbe ha sido más rápido, pues la insensata prédica presidencial de que nuestro problema no es la producción (por la inmensa riqueza petrolera) sino la distribución; por lo que “buen gobierno” es el que reparte y distribuye la riqueza existente, sin tener que esforzarse en producirla. Por eso su rapiña e ineficacia supera lo visto en otras sociedades de poder comunista.

El otro chavismo expresó la esperanza y dignidad de la gente con un humanismo mesiánico que ponía en primer lugar la vida y felicidad de millones de venezolanos  frente al empobrecimiento y corrupción crecientes desde la década de los ochenta, no corregidos por los partidos hegemónicos y la economía reinante. Nunca voté por Chávez, pero es claro que millones de venezolanos vivieron esta esperanza cuasi-religiosa de paraíso prometido y todavía bajo la ceniza de su frustración están las brasas, prontas a encenderse al primer nuevo viento favorable. Este segundo chavismo se siente cada vez más traicionado e indignado al contrastar su creciente miseria con las cuentas bancarias de muchos de sus dirigentes que disfrutan del poder y de las riquezas robadas.

Debemos distinguir entre la legítima demanda humana a la que el chavismo dio alas y la oferta política chavista que además de desacertada es delictiva. La actual catástrofe de colas, hambre, inseguridad, miedo… dejan en evidencia el fraude del “poder popular”, pero no le quitan verdad, ni legitimidad a esas necesidades y aspiraciones de millones de venezolanos, sobre todo la de los pobres. La  necesidad-demanda sigue ahí y no se podrá construir una Venezuela nueva, productiva y justa, excluyendo e ignorando a los necesitados. Esas aspiraciones insatisfechas no siempre fueron  chavistas. Por ejemplo AD en sus albores fue el “partido del pueblo” y la partera de la democracia para las mayorías relegadas secularmente a ser peones y carne de montoneras caudillistas.

La nueva democracia debe contar con ese “chavismo” y convertirlo en dignidad productiva, política, económica y socialmente. En cada persona están sus talentos y resortes productivos y la esperanza no ha de ser pura demanda desde su indigencia, sino el descubrimiento y transformación de su condición humana y sus posibilidades, oportunidades y responsabilidades en productores de soluciones. No habrá nuevo liderazgo  sin renovación espiritual que ponga en el centro de la esperanza el talento, la creatividad y la solidaridad. Devolver su dignidad a Venezuela entera con “el levántate y camina” de Jesús al tullido que pedía limosna: levántate para la producción económica y socio-política. La profunda enfermedad del país está en la antropología cultivada de limosnero político frente al rico poseedor del Estado petrolero.

En el debate político y productivo luego de 2016 es imprescindible la participación activa del segundo chavismo con sus frustraciones y esperanzas. Pensemos en una democracia que acoja en su pluralismo político esta fuerza con sus verdades y propuestas, necesitada de ser liberada de su alienación rentista-caudillista-mesiánica. En una verdadera democracia cada sector social se acerca a la producción del bien común democrático desde sus necesidades e intereses específicos. El chavismo que no vive el actual disfrute delictivo del poder necesita sentirse invitado a liberarse de aquellas actitudes y visiones de país que excluían a otros y demonizaban realidades humanas tan necesarias y básicas como productividad, ganancia, pluralismo y complementariedad democrática de diversos sectores sociales… Todos deben ser invitados a participar, con propuestas que vienen del chavismo o de otras fórmulas políticas. Es bueno que los más antichavistas recuerden que la primera caída de Perón ocurrió hace 60 años y todavía hoy el peronismo multicolor es la fuerza política mayor de Argentina y que en Perú el fujimorismo, con Fujimori en la cárcel, se convirtió recientemente con votos en la fuerza mayor del Congreso Nacional.

La verdadera reconciliación en Venezuela pasa por descubrir y fomentar esta complementariedad de fuerzas sociales y de propuestas políticas, siempre que no  excluyan a los demás.

 

Publicad en el diario El Nacional el 15 de septiembre de 2016.