“Los jóvenes son los verdaderos motores del cambio”. Esta es la frase inicial del programa Scream, dedicado a la prevención y erradicación del trabajo infantil que tiene su origen en la Organización Internacional del Trabajo (OIT).

La Escuela de Ciencias Sociales de la UCAB, de la mano de Andreina De Rufino, industrióloga egresada de esta casa de estudios en 2015, y ocho estudiantes: siete de la Escuela de Ciencias Sociales y uno de la Escuela de Derecho, es la pionera en implementar este programa en Venezuela.

Cuando De Rufino aún cursaba el segundo semestre de Relaciones Industriales tuvo el interés por participar en el Modelo de la Organización Internacional del Trabajo (MOIT), ese año, por mérito académico le brindaron la oportunidad de viajar a Ginebra Suiza, en donde se encontró con diplomáticos de todos los países y además, tuvo la oportunidad de conversar con los encargados del programa Scream en diferentes países.

En aquel momento el programa era desarrollado en 88 países. Venezuela no formaba parte de ellos. Sin embargo le manifestaron a la estudiante, hoy en día industrióloga,  que para ellos sería de agrado contar con una persona que sirviera de enlace para iniciar una nueva línea de investigación en nuestro país. Y así fue.

Desde el inicio me enamoré del proyecto, de todos los materiales que me enseñaron, pero sobre todo de los cambios que lograban en niños y adolescentes. Hemos visto como ni los niños ni los adolescentes son la prioridad. En el futuro, cuando sean ellos los que tengan que sostener la economía no tendrán las capacidades para hacerlo, porque fueron quienes dejaron de educarse y de aprovechar oportunidades que permitan el desarrollo de sus competencias para ingresar y enfrentar el mundo laboral.

LA UCAB Y SCREAM

Con el conocimiento que tiene De Rufino luego de finalizar su carrera y la posibilidad de tener a cargo el voluntariado de la Escuela de Ciencias Sociales, la industrióloga se dedico a formarse con la información que provee la OIT acerca de este programa: un manual de usuario y diferentes módulos de cómo se aplican las secciones.

Además, intercambié correos con funcionarios de la OIT en Ginebra para que pudiesen enviarme todo el material formativo. Y luego en marzo, cuando decidimos iniciar el programa, fueron dos semanas más de formación con los voluntarios seleccionados.

En su primera edición, se implementó el programa en la Escuela Canaima, esto con el fin de ver la receptividad y adaptar los métodos de enseñanza, en vista de que no había ninguna experiencia previa. Esta etapa se llevó a cabo del 28 de marzo al 18 de junio.

Para la segunda edición, que iniciará en mayo del próximo año, será ampliada la convocatoria a estudiantes de otras carreras y la intención es implementar el programa en otra comunidad. Además, entablando una relación con líderes comunitarios, se impartirá el programa a niños y adolescentes que sean víctimas del trabajo infantil.

En la tercera fase se pretende la capacitación a docentes, habitantes de las comunidades, líderes comunitarios y/o miembros del consejo comunal, y familiares.

Creo que Venezuela, los venezolanos en sí, tenemos otras prioridades, otros asuntos y otras crisis que ameritan repuestas a corto plazo, por eso dejamos atrás otros temas que son extremadamente importantes como nuestros niños y adolescentes. Ellos están desertando de la escolaridad por una situación país de la cual ellos no tienen la culpa.

ANÉCDOTAS

Andreina De Rufino narra cómo le asombró el impacto temprano que tuvo el programa en los alumnos de la Escuela Canaima: “Al principio del programa se aplicó un instrumento en el cual se les pedía definir ‘Trabajo Infantil’. Muchos no sabían de qué se trataba. No obstante, a partir de la segunda sesión, cuando empezamos a explicar los conceptos básicos, ellos empezaron a identificar y a asociar estos conceptos con niños que vivían cerca de sus casas y eran víctimas del trabajo infantil, con vecinos, etc.”

De sus voluntarios se lleva el entusiasmo: “Todos dieron el 200 %, cuando habían que reunirse de emergencia lo hacían, tenía voluntarios diferentes en personalidad, todos lograron conectarse con los niños. Lo hacen por su país, por los niños y adolescentes de las comunidades aledañas a la universidad.”

♦ Noor Pérez