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Hombre en tiempos de oscuridad

Marcelino Bisbal

 El título de esta crónica es el mismo de un estupendo libro de la filósofa alemana de ascendencia judía,Hannah Arendt. Ese libro fue publicado originalmente en inglés –Men in Dark Times– en 1955. Lleva ya varias ediciones, siendo la última en español y publicada en 1990 por la Editorial Gedisa. La pensadora reúne en ese texto ocho perfiles de personalidades que les tocó vivir tiempos de oscuridad signados por todo un cúmulo de acontecimientos, en donde el des-orden y la barbarie, el ultraje, la maldad, el odio… fueron los elementos que caracterizaron a esos tiempos. Como nos dice Arendt: “Todo esto era bastante real mientras ocurriera en público; no había nada de secreto o misterioso en ello”.

 

Se trata de un grupo  de personas que vivieron en tiempos distintos, muy diferentes unos de otros, de campos profesionales disímiles, pero con actitudes y convicciones que hicieron de sus vidas un ejercicio del deber ser para ser mejores y tratar de construir un mundo y una sociedad en particular habitable y armónica. Hombres para quienes la palabra, el lenguaje y la obra realizada fue el mejor testimonio de su paso por la tierra. Nos lo vuelve a decir la autora de Hombres en tiempos de oscuridad:

 

“Que aún en los tiempos más oscuros tenemos el derecho a esperar cierta iluminación, y que dicha iluminación puede provenir menos de las teorías y conceptos que de la luz incierta, titilante y a menudo débil que algunos hombres y mujeres reflejarán en sus trabajos y sus vidas bajo cualquier circunstancia y sobre la época que les tocó vivir en la tierra: esta convicción constituye el fundamento inarticulado contra el que se trazan estos perfiles”

 

Volviendo a nuestro tiempo queremos destacar dos nombres, recordar dos fechas en las que esos hombres se fueron para quedar tan solo el recuerdo de sus vidas y sus obras.

 

26 de septiembre, 1940

 

Nuestro personaje había dejado escrito una breve carta dirigida a su compañero T. W. Adorno en la que le decía: “En una situación sin salida, no me queda más remedio que acabar. Mi vida va a apagarse en un pequeño pueblo de los Pirineos, donde nadie me conoce…” Eso ocurría una mañana, jueves 26 de septiembre de 1940, hace ya 76 años. Nuestro hombre tenía 48 años de edad. Walter Benjamin se tomaba una alta dosis de morfina en un hotel –Hotel Francia– de un pueblo costero entre la frontera de España (en tierras catalanas) y Francia: Port-Bou,  pequeño poblado que marca desde los Pirineos el paso fronterizo entre un país y el otro. Se dice que en su maletín llevaba un manuscrito al que le había dado por título Tesis sobre la filosofía de la historia y que fue publicado unos años después de concluida la guerra. En esas páginas se puede leer una cita muchas veces repetida dentro de contextos muy distintos: “Todo documento de cultura es a la vez un documento de barbarie”. Frase esta que hoy acompaña la pequeña placa de la tumba de Benjamin en el cementerio de Port-Bou.

 

Este pensador alemán y de padres judíos, nómada por naturaleza y coleccionista por afición y manía, giró en torno al Instituto de Frankfurt ( Teoría Crítica) junto a autores tan conocidos como Herbert Marcuse, Theodor W. Adorno, Erich Fromm, Franz Neumann, Otto Kirchheimer, Henry K. Grossmann, Leo Lowenthal, Karl August Wittfogel, Paul Massing, Olga Lang, Alice Maier y Fritz Pollock entre los más destacados. Sin embargo, el pensamiento y la preocupación de estudio de Walter Benjamin se apartó bastante de los intereses de la Escuela de Frankfurt. Es que Benjamin fue siempre un personaje aparte dentro del Instituto.

 

El trabajo intelectual de Benjamin es recurrente en cuanto a su temática. Le interesó el mundo de las pequeñas cosas, de aquellas que alimentan la cotidianidad de la gente; le llamaba la atención los objetos concretos y dispersos de la realidad. De ahí su libro Dirección única; se fascinó por el surgimiento de las tecnologías de reproducción y comunicación de la época como la radio, la cámara fotográfica, el cinematógrafo. Habló al respecto de la insurrección de la técnica; se  cautivó por la ciudad, sus calles y los pasajes laberínticos que la atraviesan; le atrajo la nueva sensibilidad (sensorium) que emergía producto de la apertura cultural que posibilitan las nuevas técnicas; habló sobre el arte progresista que irrumpe con la reproductibilidad técnica… Siempre se ha dicho que en el trabajo intelectual de Walter Benjamin hay un profundo optimismo ante la potencialidad de la tecnología frente al pesimismo cultural del resto de los miembros de la Teoría Crítica. Susan Sontag nos dirá que

 

“Los temas recurrentes de Benjamin son, característicamente medios de espacializar el mundo: por ejemplo, su noción de la ideas y las experiencias como ruinas. Comprender algo es comprender su topografía, saber cómo tratar su mapa. Y saber como perderse”

 

Sirva esta nota para no olvidar a Benjamin. Para recordar mejores tiempos, más propicios para el pensar, para “traer el pasado sobre el presente, para que relumbre en el instante de un peligro”.

 

 

 

28 de septiembre, 1981

 

Unos lo han llamado el Padre de la Democracia venezolana, aunque el historiador Manuel Caballero nos dirá que esa denominación es una exageración producto de una sociedad huérfana. El mismo Manuel Caballero prefiere referirse a Rómulo Betancourt como un político de nación porque él y la generación que lo acompañó, en esa historia que arranca en 1928, no fueron simples líderes políticos, ellos inventaron el juego de la política en nuestro país. Antes de esa Generación del 28 lo que tuvimos fueron unos hombres que actuaron bajo la tutela del poder militar.

 

Rómulo Betancourt es el otro hombre que irrumpe en una Venezuela de tiempos de oscuridad. Nace en 1908 y se va en 1981, el 28 de septiembre en la ciudad de New York. De esto hace 35 años. Para que Manuel Caballero en su libro Rómulo Betancourt, político de nación (2004) dijera que con su muerte “se extinguía el quinto de los más grandes hombres de la historia venezolana”, significa que su pensamiento y acción política tuvo una gran influencia a lo largo de casi todo el siglo XX.  Ocupó dos veces la presidencia del país. Una fue el 18 de octubre de 1945 cuando Rómulo es nombrado Presidente de la llamada Junta Revolucionaria de Gobierno. El otro momento, esta vez constitucional, fue el 13 de febrero de 1959 cuando se juramenta como Presidente electo y será el primer gobierno civil que inaugura la era democrática en el país. Comenzaba la democracia de partidos y esta denominación proviene del proceso de identificación entre el pueblo y el partido político. Esta identificación la encarna Acción Democrática que fue la gran obra de Rómulo Betancourt y como nos lo apunta Diego Bautista Urbaneja:
“La figura que piensa con mayor rigor esta idea del pueblo-partido es Rómulo Betancourt(…) A fin  de hacer realidad esa identificación entre el pueblo y el partido se requiere una gran disciplina y una gran entrega al trabajo de construir el partido y la identificación del pueblo con él”.

 

Betancourt, político por definición, fue un personaje controversial no solo por su forma de encarar la política y el poder, sino por sus concepciones acerca de las fuerzas armadas, de la izquierda política, de la corrupción administrativa, del partido político y de la política…Quizás por eso y por otras cosas más Betancourt es enjuiciado desde distintos ángulos haciendo uso de términos que no admiten medias tintas. Miguel Otero Silva, en entrevista hecha el 21 de febrero de 1963 para el diario El Nacional, nos ofrece toda una lista. Citemos tan solo dos:

 

“-Betancourt es el político más capaz, más patriota, más valiente, más honrado y más progresista de toda nuestra historia.

 

“-¡Mentira! ¡Betancourt es un sectario, un pésimo administrador, un agente del imperialismo, un malvado, un hombre funesto para el país”.

 

Rómulo Betancourt apenas cruzó las puertas de la universidad, pero fue un gran lector. Dejó textos escritos que nos ayudan a entender el tiempo oscuro que le tocó vivir, pero sobre todo nos ayudan a ver como se empezaba a fraguar en la Venezuela post-dictadura la idea de democracia; el concepto y ejercicio de la alternabilidad política en el poder; la concepción del Estado-Gobierno-Partido; el sentido de la moralidad administrativa en el manejo de la cosa pública y por eso habló de democracia decente…Entre sus muchos escritos, pudiera decirse que ha sido el presidente que más escribió, destacan Leninismo, revolución y reforma (1997), La revolución democrática en Venezuela, 1959-1964 (1968) y especialmente Venezuela, política y petróleo (1956) como su gran obra que en noviembre de este año cumplirá 60 años de haberse publicado.

 

 

La enseñanza

 

Sirvan estas dos notas para no olvidar, en primer lugar, a Walter Benjamin quien fuera un hombre de aquellos tiempos de oscuridad y barbarie que le todo vivir. Benjamin fue un narrador de su época y, como nos apunta A. Arendt , su pensar “se desarrolló ante la inminencia del avance de los esbirros nacionalsocialistas”. Por el otro lado está la figura de Rómulo Betancourt y su tiempo de oscuridad al que supo sobreponerse dentro de un país, que como nos dice Manuel Caballero, “demasiado acostumbrado al autoritarismo y la fuerza bruta”.

 

Con todo, sirva esta crónica para recordarlos en estos tiempos del des-orden generalizado y del des-orden hecho cultura. A Venezuela le está tocando vivir tiempos de oscuridad. Hannah Arendt afirma que “en tiempos de crisis histórica, el pensamiento deja de ser una actividad políticamente marginal”. Así, el trabajo intelectual y la acción de estos dos hombres nos puede enseñar ante la barbarie que encarna el actual proceso político, para que esa barbarie no se vuelva a repetir nunca más.

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