Mis palabras son el espasmo
postergado para siempre,
la tensión sin resolver
entre el inodoro, charco apacible,
y mis arcadas,
asfixiantes.
Nunca lo he logrado:
alargar el índice más allá del velo,
acariciar mi úvula, uvulva, oh clítoris
enciende el gemir gutural,
a través de mi esófago impulsa el ascenso
del amasijo, arda su bilis en mi garganta,
permíteme
renunciar a los nutrientes,
llevar el estómago vacío
sin bulimia, sin anorexia, oh Némesis, lo juro:
los poetas, sí, y sus reflejos sobre la fuente,
pero yo seré el asceta que desdeñe los espejos;
la flor del narciso, recuerdo de mi verbasca, no de mi rostro.
Agua del retrete, hoja en blanco,
simulo haberte ensuciado,
haberte podido teñir con mi vómito,
haberme podido librar de esta náusea
antes de salir del baño
jalo la cadena
de todos modos
me alivia escuchar el tanque vaciándose,
la succión el flujo arrastrando
la página vacía
renovándose
lo que ni siquiera ha nacido,
llevándose su silencio, su anonimato
no me angustia, oh Némesis, lo juro, sino mi esfuerzo
deslizándose entre las cañerías,
desembocando en el torrente
donde naufragan los mensajes
de profetas mudos, ágrafos.
♦ Luis Betancourt