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Silencio en la regadera, por Andrés Scherer

Lo siento, sé que ha pasado mucho tiempo desde la última vez que hablamos, desde la última vez que te necesité. Y sí, no está bien que sólo te busque en situaciones en que me veo comprometida, pero honestamente ya no sé qué hacer. Intento calmarme, intento pensar claramente pero aquí no hay lugar para eso… ¡no hay lugar para nada! Necesito tu ayuda si es que realmente estás ahí, si es que logras escucharme. Estoy en una especie de tren para ganado. No sé por qué nos han metido aquí ni a dónde nos están llevando. Dentro hay una gran cantidad de gente que no conozco, por eso se me hace difícil hablar contigo. De no ser porque estoy junto a mi mamá, realmente ya hubiera desistido, no te hubiera ni siquiera buscado, pero fue ella quien insistió en que lo hiciera. Y creo que poco a poco dejo de sentirme tan sola.

Finalmente el tren se detuvo, creo que ya nos van a bajar. Se escuchan muchas cosas sonando al mismo tiempo. Nos abrieron la puerta y nos están haciendo salir uno por uno. Extrañamente uno de los hombres que me ayudó a salir también lleva una estrella en su brazo… sin embargo, al tocarlo no sentí nada. ¿Qué le ha pasado a esta gente? Creo que tú sabes algo pero no quieres decirme. No importa, debo continuar, nos obligan a continuar. Por cierto, ya vi qué eran los sonidos, perros y muchos soldados gritando cosas en alemán.

—Hija, no te separes de mí.

Siento la interrupción, era mi mamá. Sé que está asustada, lo puedo ver en sus ojos. Yo también lo estoy, pero hablar contigo me calma un poco. ¿Qué es ese lugar? ¿Sabes qué es? Creo que es para cambiarnos de ropa… no estoy segura. Igual ya falta poco para entrar. Nos están dando una especie de uniforme, tiene rayas. Creo que van a afeitarnos el cabello… un soldado alemán nos dice que es para evitar los piojos. ¿Vas a dejar que nos hagan esto, cierto?

Mi cabello… mi hermoso cabello negro… lo han cortado todo… ¡Y tú les dejaste! ¿Cómo has podido? ¡Se supone que nos defiendas! ¡Se supone que no debes dejarnos solos! Me siento una tonta al llorar, sé que no sirve de nada ya, pero honestamente no sé qué hacer. Agarro a mi mamá de la mano para no sentirme tan sola… siento que tú ya me abandonaste aquí. Pero aún no voy a dejar de hablarte, quiero creer que aún harás algo por nosotras. Sí, nosotras, ahora nos han separado de los hombres y los niños. Estamos sólo las mujeres y las niñas.

Hace un frío terrible en este lugar. No entiendo por qué está nevando si es primavera. ¿Acaso habré estado tanto dentro del tren que perdí la noción del tiempo? No, no es posible, sé que es primavera. ¿Pero por qué nieva? Un momento… esto no es nieve… ¿qué es esto? ¿Son cenizas? Oh Dios mío… ¿Cómo permites que algo así suceda? ¿Acaso realmente estás ahí? A veces lo dudo…

Lo siento por dejar de hablarte, necesitaba estar sola unos segundos. Mi mamá intenta animarme, pero es muy difícil que lo logre. Ahora caminamos hacia una especie de cuarto subterráneo. Dicen que ahí nos podremos bañar y nos darán ropa limpia para comenzar a trabajar. Es un cuarto con las paredes verdes. Al final del mismo puedo ver una puerta de acero gigante. ¡Puedo ver las regaderas! ¡Oh Dios gracias! Me siento tan sucia con esta ropa.

¿Sabes? Creo que después de todo, hablar contigo fue una gran idea… quizás no entienda la manera en cómo actúas, pero por fin podré bañarme y te lo agradezco. Es horrible tener que desnudarme frente a todas estas personas que no conozco. Nos están haciendo entrar poco a poco. Ya estoy dentro con mi mamá, no me suelta, me tiene abrazada con todas sus fuerzas. Aquí dentro hay mucha gente.

—Mamá, ¿por qué no sale el agua?

—Vamos a esperar a que cierren la puerta hija. No me vayas a soltar.

Ella puede tener razón. Bien, ya la cerraron. ¿Por qué todos están comenzando a gritar? ¡Oh Dios! ¡No me dejes sola! ¡¿Por qué todo está oscuro?! ¡No griten! ¡Ya paren por favor! ¡¿Por qué todos lloran?! ¿Qué huele así? Oh… ya lo entiendo. ¿No hay agua, cierto? ¿Nunca la hubo, verdad? ¿Me hiciste pasar por todo esto para matarme aquí? Sí, sé que es así… voy a morir aquí… pero antes de irme… gra… gracias por acom… pañarme y no dejarme sola… Dios…

♦Andrés Scherer

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