No es necesario, y mucho menos oportuno comenzar a hablar de la crisis actual por la que está pasando Venezuela, crisis económica, crisis humanitaria, crisis social… Se hace repetitivo y se dosifica el verdadero significado mientras más se reproduce en nuestra cotidianidad. Nos acostumbramos a hablar de nuestro país de manera negativa o de manera muy esperanzadora, en cualquier término nos volcamos a los extremos y pasamos de ser neutrales a extremistas, ya no hay cosas buenas, cosas regulares y cosas malas, ahora algo o es positivo o es negativo.

¿Y qué estamos haciendo los venezolanos? Alimentamos cualquier suceso o hecho sea positivo o negativo, nos abalanzamos y arropamos de lo que sea que esté pasando, pero no para solucionarlo, reprimirlo, celebrarlo o enardecerlo, todo lo contrario, lo hacemos para reproducirlo y darle un vuelco mediático que intente estar a nuestro favor, ver una luz al final del túnel como dirían algunos, hemos sido pasivos e incapaces ante nuestros propios problemas y sí propios, porque no refiero en ningún momento a la crisis del país.

Más allá de eso, y aún más específicamente sobre lo que quería expresar, en Venezuela ha ocurrido un fenómeno fundamental para los jóvenes que aún quedamos y apostamos por un país, sin darnos cuenta y sin analizar lo que realmente nos rodea, hemos perdido gran parte de nuestra adolescencia en guerras que no han sido las nuestras, lo que para un joven parece normal dejar de salir de noche, darse un viaje a la playa o simplemente ir a un parque, para nuestros adultos ha sido parte esencial de su desarrollo y del goce de la juventud, de la rebeldía, la inmadurez y la diversión. Los jóvenes se han visto privados ante tantos problemas de realizar lo que para muchos antes eran simples actividades diarias, nos ha costado unos cuantos años, algunos no podrán recuperarlos, otros aún están a tiempo, pero sea como sea, ha sido un golpe fundamental para todos los jóvenes.

A pesar de todo lo antes dicho, de las desventajas, la censura y la privación a la que se han visto sometidos, mantienen características especiales que quizás los jóvenes de otras sociedad, no. Nos hemos desarrollado en un ambiente hostil y de persecuciones impregnado de política lo que nos ha permitido ser una generación muchísimo más crítica y analítica, nos convertimos en jóvenes emprendedores, trabajadores sociales, solidarios y auténticos, creyendo que no hay limitaciones y que las situaciones mientras más difíciles se tornen, más pie hay que ponerle, porque sí, a pesar de que muchos han partido en busca de mejores oportunidades, no les quita todo lo anterior, siguen siendo parte de esta generación y cultivan dichos valores más allá de estar o no en el país, el quedarse o el irse no le resta o le suma más patriotismo a nadie.

Los jóvenes venezolanos hemos perdido mucho, pero hemos ganado muchísimo más y eso es lo que nos hace ser embajadores de un mejor futuro, no en vano se dice que en nuestras aulas, espíritu y mente está el cambio de Venezuela, no la cambiemos, aportémosle para que sea mejor de lo que alguna vez fue, sigamos siendo nosotros, pero con mucha más conciencia, perseverancia y esfuerzo, que nadie nos quite lo que han cultivado nuestros padres y abuelos, démosles más, dejémosle más a esta tierra que tanto nos ha aportado en nuestro crecer. Seamos siempre más venezolanos que ayer, y menos que mañana. Cambiemos la frase, y hagamos que sea Venezuela la que esté orgullosa de tenernos.

♦Erika Pereira